UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MEXICO POSGRADO EN ANTROPOLOGÍA FACULTAD DE FILOSOFÍA Y LETRAS INSTITUTO DE INVESTIGACIONES ANTROPOLÓGICAS MOTIVACIONES EN COMPETENCIA: ICONICIDAD Y ECONOMÍA EN LENGUAS DE EMERGENCIA NO GENÉTICA T E S I S QUE PARA OPTAR POR EL GRADO DE MAESTRA EN ANTROPOLOGÍA P E S E N T A MERCEDES MARGARITA TAPIA BERRÓN TUTOR DE TESIS: DR. MARIO ALBERTO CASTILLO HERNÁNDEZ MÉXICO, D. F. 2010 UNAM – Dirección General de Bibliotecas Tesis Digitales Restricciones de uso DERECHOS RESERVADOS © PROHIBIDA SU REPRODUCCIÓN TOTAL O PARCIAL Todo el material contenido en esta tesis esta protegido por la Ley Federal del Derecho de Autor (LFDA) de los Estados Unidos Mexicanos (México). El uso de imágenes, fragmentos de videos, y demás material que sea objeto de protección de los derechos de autor, será exclusivamente para fines educativos e informativos y deberá citar la fuente donde la obtuvo mencionando el autor o autores. Cualquier uso distinto como el lucro, reproducción, edición o modificación, será perseguido y sancionado por el respectivo titular de los Derechos de Autor. A Bertiuis Agradecimientos La realización de este trabajo no hubiera sido posible sin todo el amor y el respaldo de mis padres, Bertha y Francisco. Asimismo, me gustaría agradecer profundamente a la Dra. Aura Ponce de León, a la Dra. Susana Cueva, al Dr. José Luis Vera Cortés y al Dr. Gabriel Bourdin, quienes, además de ser mis profesores y asesores, son grandes amigos. Igualmente, me da gusto agradecer al Centro de Estudios Filosóficos Políticos y Sociales Vicente Lomabardo Toledano, en especial, al Dr. Raúl Gutiérrez Lombardo, por su apoyo y por creer en la importancia que los estudios sobre la filogénesis del lenguaje humano tienen. Además, quisiera expresarles mi gratitud a mis colegas y amigos del Centro, Mtra. Paola Hernández y Dr. Jonatan García, quienes han estado al pendiente de este trabajo, colaborando, imperceptiblemente, con sus atinados comentarios durante los seminarios que compartimos. De igual forma, agradezco al Dr. Xabier Lizarraga, al Mtro. Leopoldo Valiñas, a la Mtra. Pilar Chiappa, al Mtro. Juan Manuel Argüelles y al Mtro. Israel Grande- García por su amistad, comentarios y asesorías varias. Además, agradezco el cariño de mis muy buenas amigas Lucía González, Nadia Romero y Marisol Mojica. Por otra parte, no puedo dejar pasar el apoyo recibido de la Coordinación de Posgrado del Instituto de Investigaciones Antropológicas de la UNAM. Aunque, de manera particular, me gustaría agradecerles a Hilda Cruz, Luz María Téllez y Verónica Mogollán, por toda su asistencia y ánimo. Igualmente, me gustaría reconocer el apoyo recibido del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (CONACyT), sin el cual este trabajo no hubiera podido realizarse. Finalmente, y no por ser el menos importante, me gustaría expresarle mi más profundo agradecimiento al Dr. Mario Castillo, quien aceptó dirigir esta tesis y ii acompañó, de manera cercana, todo su desarrollo. Su continuo soporte, otorgado de múltiples maneras, fue invaluable. Claramente, cualquier desatino asentado en este trabajo no es responsabilidad suya, sino producto de mi propia insensatez, por lo cual, mi también amigo Mario, queda librado de cualquier error hallado aquí. iii Índice página Introducción 1. El modelo 1.1. Las tareas de la tipología lingüística. 1.2 Universales irrestrictos y universales implicativos. 1.3 Motivaciones en competencia. 1.3.1 Motivaciones internas. Patrones translingüísticos de comportamiento estructural. 1.3.1.1 Marcación 1.3.1.2 Jerarquías gramaticales y prototipos lingüísticos 1.3.2 Motivaciones externas 1.3.2.1 Economía 1.3.2.2 Iconicidad 1.4 Integración del modelo de motivaciones en competencia 1.5 Resumen 2. Iconicidad y economía 2.1 Introducción 2.2 Iconicidad 2.2.1 Simbolismo sonoro 2.2.2. Iconicidad léxico-morfologica 2.2.3 Iconicidad sintáctica 2.3 Economía 2.4 ¿Es icónico o es económico? 3. Lenguas de emergencia no genética 3.1 Introducción 3.2 Pidgins 3.3 Criollos 3.4 Lenguas Mixtas 3.5 Resumen 4. Análisis y discusión 4.1 Introducción 4.2 La muestra 4.3 Los órdenes y su relación con los universales lingüísticos 4.4 Discusión 5. Apéndice de datos Anexo I Anexo II Bibliografía 1 5 8 20 25 25 29 35 36 37 38 39 42 42 42 46 48 53 65 79 86 86 89 94 102 105 108 108 108 111 123 136 175 179 183 iv Gráficas, mapas y tablas página Gráfica 1. Gráfica 2. Gráfica 3. Gráfica 4. Gráfica 5. Gráfica 6. Gráfica 7. Mapa 1. Mapa 2. Mapa 3. Mapa 4. Mapa 5. Mapa 6. Mapa 7. Mapa 8. Mapa 9. Mapa 10. Mapa 11. Mapa 12. Mapa 13. Mapa 14. Tabla 1. Tabla 2. Tabla 3. Tabla 4. Tabla 5. Tabla 6. Tabla 7. Distribución del número de órdenes dominantes en las lenguas de la muestra. Orden NA/AN. Orden DemN/NDem. Orden PosN/NPos. Orden NNum. Orden RelN. Orden GN/NG. Distribución geográfica de las lenguas de la muestra. Localización del angolar. Localización del criollo beliceño. Localización del criollo berbice holandés. Localización del criollo de cabo verde. Localización del criollo jamaiquino. Localización del criollo karipuna. Localización del criollo mauritius. Localización del ndyuka. Localización del pidgin nigeriano. Localización del nubi. Localización del papiamentu. Localización del sranan. Localización del tok pisin. Patrones de dominancia y armonía para los universales de orden de palabras. Marcación de número en el español. Tipos de iconicidad. Leyes de Zipf. Distribución de las lenguas de la muestra en relación con sus bases. Clasificación de lenguas pidgins y criollas, según Holm (2000). Órdenes registrados en las lenguas de la muestra. 113 119 120 120 121 121 123 111 136 139 142 145 148 151 154 157 160 163 166 169 172 18 26 45 69 110 110 112 v Abreviaturas 1ªsg primera singular 2ªsg segunda singular 3ªsg tercera singular 1ªpos primera posesivo 2ª pos segunda posesivo 3ªpos tercera posesivo 5ª quinta persona 6ª sexta persona ABS absolutito ABL ablativo ACU acusativo ADVL adverbializador ANT anteriro ASER asertivo ASP aspecto BEN benefactivo CJ conjunción CN clasificador nominal CNT continuativo COM comitativo COMPL complementante COP copulativo CRD concordancia CS concordancia seculdaria DAT dativo DEF definido DEM demostrativo DET determinante ERG ergativo F futuro FAC factovo FOC focalizador GEN genitivo I irrealis INCOMPL incompletivo IND indicativo INDEF indefinido INTR intransitivo IMP impersonal IRLS irrealis LOC locativo mn modificador nominal MOD modalidad MP macador predicativo NEG negación NEUT neutral NOM nominativo NPROP nombre propio NMR nomin NUM numeral OBJ objeto OBL oblicuo PAS pasado PF perfectivo PL plural PNT puntual POS posesivo PREP preposición PRES presente PRN pronombre PRS pronombre de referencia sujeto PROG progresivo PROX proximidad PSV pasiva RED reduplicación REL relativo RLS realis SJ sujeto TAM tiempo- aspecto - modo TOP topicalizador TP tiempo Tpr=i tiempo presente incompletivo TRN transitivo v.t.intr vocal temática intransitiva Introducción Este trabajo busca explicar cómo es que la iconicidad y la economía pueden estar ejerciendo cierta presión para la creación y reestructuración de los sistemas lingüísticos y, de manera particular, en dos tipos de lenguas de emergencia no genética: los criollos y los pidgins. La investigación se enmarca en las perspectivas teóricas del funcionalismo lingüístico actual, el cual supone que la lengua emerge de los principios cognitivos que gobiernan la formación de categorías lingüísticas y del pensamiento asociativo. Específicamente, considera el enfoque tipológico, donde se establece que el lenguaje es un fenómeno adaptativo evolutivo y que, como cualquier órgano biológico, se va conformando por presiones funcionales que caen en el orden de lo diacrónico y, por ello, prevé que no existen tipos óptimos ni eternos, i.e., las lenguas pasan de un tipo a otro en el curso de su evolución. Así, la formación de la estructura lingüística se suscita por diversos factores o motivaciones que pueden ser intralingüísticos (dominancia y armonía) o extralingüísticos (iconicidad y economía). De esta manera, el eje sobre el cual se desarrolla el trabajo es, principalmente, el de la tipología lingüística basada en los fundamentos lógico-proposicionales del modelo de motivaciones en competencia. Al respecto, puede decirse que la formulación de los universales implicativos ocupó un lugar relevante en la historia de esta subdisciplina y, como su nombre lo indica, éstos tenían la forma de una implicación lógica. La investigación a profundidad del tema, en última instancia, condujo al establecimiento de dos grupos de órdenes armónicos, el de las lenguas VO (verbo-objeto) y el de las lenguas OV (objeto-verbo), en relación con la oración transitiva declarativa simple 2 y sus constituyentes: sujeto (S), verbo (V) y objeto (O). Asimismo, quedó establecido que habían órdenes dominantes y que éstos podían pertenecer a cualquiera de las armonías arriba mencionadas. Examinando la dinámica estructural de las lenguas, quedó claro que los órdenes dominantes tendían a imponerse, para luego, atraer a los demás órdenes de su armonía respectiva. Pero cuando la armonía establecida avanzaba se imponía un orden dominante de la otra armonía que, a su vez, ejercía atracción sobre sus órdenes afines. Esta dinámica parece representar una fuerza evolutiva que origina cambios estructurales en las lenguas, aunque claramente no es la única, porque con el tiempo se han podido identificar otras motivaciones que también compiten entre sí. Tal es el caso de la iconicidad y de la economía, mencionadas al principio. Así, entonces, la base sobre la que se establece la hipótesis del trabajo actual y el desarrollo de la investigación es el modelo de “motivaciones en competencia”, enfocándose particularmente sobre las presiones funcionales que motivan la construcción y cambio de las estructuras de los pidgins y los criollos. En el primer capítulo, se expondrán los principios teórico-metodológicos que guiarán la investigación. Tales principios llevan a la exposición del modelo teórico, el cual descansa, como se ha mencionado, en la teoría tipológica lingüística, la cual busca reconocer los diferentes tipos estructurales de las lenguas naturales, para con ello tratar de dar cuenta del gran rango de variación lingüística y de comprender la naturaleza de los miembros de un grupo tipológico, examinando cómo es que la diversidad está ligada a la unidad. En virtud de esto, se considerará el examen de una serie de patrones estructurales, los cuales llevaron a la formulación de universales lingüísticos (irrestrictos e implicativos) y al establecimiento de jerarquías gramaticales. Asimismo, se revisará cómo las presiones 3 estructurales y las presiones funcionales intervienen en las transformaciones de los sistemas lingüísticos, demostrando que no existen tipos óptimos ni perennes. Posteriormente, en el Capítulo 2, se tratarán de manera particular un buen número de aspectos vinculados con la iconicidad y con la economía. Respecto de la primera, pude decirse ahora que, en los programas de investigación relacionados con la lingüística cognitiva, se estima que la estructura del lenguaje refleja, al menos de manera cercana, la estructura de la experiencia, lo cual puede observarse en los distintos niveles de análisis lingüístico. De este modo, en un primer momento, se definirán los distintos tipos de iconicidad que han sido identificados hasta ahora para, luego, exponer sus diversas manifestaciones en los nivele fonológico, morfológico y sintáctico. En lo tocante a la economía lingüística, se revisarán todas las cuestiones ligadas al hecho de que los hablantes de las diferentes lenguas del mundo buscan satisfacer sus necesidades comunicativas, con un número de elementos relativamente pequeño y de manera expedita, tratando de conseguir cierto equilibrio entre la producción de las expresiones y la comprensión de éstas, en un circuito comunicativo, donde deben tomarse en cuenta diversos factores vinculados con el hablante y el oyente. Igualmente, en esta sección, se ofrecerá una evaluación respecto del papel que, tanto iconicidad como economía, juegan en la construcción y reestructuración de los sistemas lingüísticos. En el Capítulo 3, se describirán las características de las lenguas bajo estudio, esto es, las lenguas de emergencia no genética. Se expondrán las condiciones sociolingüísticas en las que ellas surgen; y las razones por las cuales resultan un material interesante para saber, en qué medida, la iconicidad y la economía intervienen en la creación de sistemas lingüísticos, prácticamente, nuevos, pero preparados, como cualquier sistema simbólico, para hacer su trabajo: transmitir lo que sus hablantes desean comunicar. Aquí, se 4 presentarán los diferentes tipos de lenguas de emergencia no genética, ofreciendo una explicación para limitar el análisis, únicamente, en los pidgins y en los criollos. Por último, en el capítulo cuarto de este trabajo, se describe la muestra de las lenguas que fueron tomadas en cuenta para la investigación, para, posteriormente, reconocer los órdenes de constituyentes que se registraron, exponiendo un análisis de ellos en relación con los universales lingüísticos y con el modelo de motivaciones en competencia, para finalmente discutir algunos aspectos relacionados con ellos y los datos considerados para el trabajo. El trabajo, asimismo, contiene una Apéndice de Datos, sobre el cual pueden corroborarse los datos analizados; un mapa con la distribución geográfica de las lenguas de la muestra, y un par de Anexos donde, igualmente, pueden consultarse todos los universales lingüísticos que surgieron de los trabajos considerados para la investigación. 5 1 El modelo 1.1 Las tareas de la tipología lingüística Las lenguas del mundo no hubieran podido escapar del impulso clasificador humano que Claude Lévi-Strauss resaltara tan certeramente a lo largo de su obra. Por un lado, se encuentra una clasificación que contempla aspectos espacio-temporales que permite reconocer relaciones genéticas donde las lenguas se agrupan en familias a partir de un ancestro común. Tal organización posibilita la comprensión de ciertos procesos de diversificación del lenguaje. Asimismo, nos hallamos con una clasificación que considera rasgos lingüísticos estructurales, los cuales pueden estar o no presentes en lenguas emparentadas. Esta clase de agrupamiento lingüístico es denominado, clasificación tipológica. Esta última taxonomía, eventualmente, contempla también factores de espacio (y tiempo) donde se observan fenómenos de difusión estructural entre lenguas no emparentadas pero en vecindad geográfica. Así, durante más o menos tres siglos se va ordenando el aparente caos de los hechos lingüísticos. Claramente, su prolongado y sistemático arreglo busca comprenderlos y explicarlos. De esta manera, y en cuanto a la segunda forma de clasificación se refiere, se introduce a la ciencia lingüística una metodología con la que se espera reconocer los diversos tipos estructurales de las diferentes lenguas del mundo. Así, la tipología considera el examen de “los [distintos] patrones lingüísticos que […] sólo pueden descubrirse a partir de la comparación entre lenguas” 6 (Croft, 1990:1). Con ello, en primera instancia, se busca conocer el rango completo de variación lingüística y, al mismo tiempo, comprender la naturaleza de los miembros de un grupo tipológico (cf. Shibatani y Bynon, 1995). Cabe resaltar que esta metodología pretende encontrar, a través de la diferencia, lo que es común entre lenguas, de tal forma que la investigación tiene un fin universalista. Esta última tendencia no debe leerse como absoluta, porque no sólo se explora lo que le es general a todas las lenguas, sino que también, se espera reconocer el rango y la variación permitida dentro de las lenguas naturales posibles. La exploración universalista al interior de la ciencia lingüística cuenta con más de un acercamiento teórico. Una aproximación que difieren sustancialmente de la tipológica es la que se vincula con el pensamiento de Noam Chomsky. La visión generativista o formalista estima que las representaciones sintácticas son de carácter abstracto, por lo que pueden ser aisladas de cualquier dato lingüístico observable. Tal juicio es sustentado por la evidente facilidad con la que los niños, a edades muy tempranas, son capaces de hablar su lengua materna a partir del lenguaje de los adultos y con un estímulo considerablemente pobre. De tal forma que, lo que ocurre, según los generativistas, es que los infantes internalizan reglas que les permiten pasar de un nivel abstracto a un nivel más concreto de análisis. Tales reglas, a su vez, están sujetas a ciertas restricciones, las cuales también son inferidas por los niños. Entonces, el lenguaje humano es un acervo de principios que les son comunes a todas las lenguas y que además tienen un conjunto de parámetros con arreglos posibles que difieren de lengua a lengua. La colección de principios abstractos es innata, por tanto, la misma para cualquier niño. Ésta es la gramática universal que nos permite adquirir con notable sencillez nuestras lenguas. Y la variación paramétrica representaría las diferencias lingüísticas estructurales (cf. Comrie, 1989; Chomsky, 1999). 7 La variación estructural, la celeridad con la que se adquiere una lengua en los primeros años de vida y la posibilidad de adquirir cualquier lengua como lengua materna, son todos, datos empíricos. Esto, desde la perspectiva tipológica, es fundamental. Si bien la búsqueda por el reconocimiento de componentes universales y sus rangos de variación puede considerarse analógica al acercamiento chomskiano, el método es esencialmente diferente y los principios teóricos que subyacen a él, también. La aproximación tipológica considera, primero, la observación y la comparación efectiva de grandes cantidades de datos, por lo que las generalizaciones se establecen inductivamente y no deductivamente. Segundo, la concepción del lenguaje difiere de la formalista, i.e., no es una facultad innata que se vincula a la adquisición de la gramática de una lengua, sino que el lenguaje tiene una función central y, ésta, es la de comunicar experiencia y pensamiento. Se trata, entonces, de saber cómo tal función se logra en las diferentes lenguas del mundo (cf. Shibatani y Bynon, 1995). Así, “la meta de la tipología lingüística […] y de una verdadera lingüística general debe encontrarse en la explicación de la forma en la que los aspectos específicos de cada lengua están conectados a un concepto unitario de lenguaje” (Seiler 1990:157 apud Shibatani y Bynon, 1995:17). Asimismo, este enfoque mira al lenguaje como un fenómeno adaptativo y cambiante que se va conformando por presiones de tipo funcional, por lo que la unidad y la diversidad se encuentran insertas bajo el principio de variación, el cual puede reflejarse tanto en la dimensión sincrónica como en la diacrónica. Ahora bien, en un primer momento el fértil campo de la clasificación y la comparación de lenguas, en cuanto a variabilidad de rasgos estructurales se refiere, guiaba la investigación hacia el reconocimiento de universales lingüísticos absolutos (“todas las lenguas tienen o son…”). Empero, a tal inclinación le siguieron estudios donde se construyeron universales que propusieron algo adicional y que resultaron más 8 significativos. Estos universales pueden establecer que de un número lógicamente posible de combinaciones de propiedades, sólo un subconjunto se encuentra realmente en las lenguas del mundo, sea absolutamente sea con una frecuencia notablemente alta. O bien, pueden ser de un tipo implicativo que hace que la presencia de un rasgo dependa de la presencia de otro. Así, el rango de la variación observada y su estructura interna definida por generalizaciones translingüísticas delimitan el rango de lenguas humanas posibles. Tales limitaciones recurrentes no podrían considerarse como accidentales y señalan patrones generales subyacentes. Los formalistas considerarían que estos patrones se encuentran en las categorías abstractas y en los principios de la gramática universal. Los funcionalistas estiman que los patrones yacen en el trabajo que las lenguas deben desempeñar en el proceso de conceptualización y representación del espectro de la experiencia humana (cf. Shibatani y Bynon, 1995). Sobre lo expuesto descansa el modelo que orientará el presente trabajo de investigación. No se puede, sin embargo, describirlo sin explicar brevemente cuáles son las consideraciones teórico-metodológicas que llevaron a concebirlo. Razón por la cual, su exposición tendrá que incluir alguna ponderación sobre una serie de patrones estructurales descubiertos por los tipólogos. Éstos incluyen la formulación de los universales, en general, del establecimiento de jerarquías que dependen de la marcación al interior de las categorías gramaticales y de la teoría de los prototipos. 1.2 Universales irrestrictos y universales implicativos De acuerdo con lo dicho arriba y con William Croft (1990), la clasificación de la variación translingüística pasó de ser sólo una tipología, al descubrimiento de las restricciones en los tipos lingüísticos posibles en relación con los tipos lingüísticos lógicamente posibles. Tales 9 restricciones están motivadas por tipos lingüísticos atestiguados. Si se encuentra un vacío en los últimos, se asume, al menos de manera tentativa, que ese hueco es una restricción sobre lo que es posible en una lengua y se buscan explicaciones para ello. Al respecto, podría objetarse que pudieron haber existido lenguas que representaran el tipo lingüístico no atestiguado, o que éstas hubieran existido en algún momento. O que cierto tipo lingüístico no atestiguado no es necesariamente un tipo lingüístico imposible. En cuanto a la primera observación, los tipólogos se apoyan en la hipótesis del uniformitarianismo lingüístico: las reglas que rigen la estructura lingüística de hoy son las mismas que gobernaron la estructura lingüística del pasado y serán iguales en el futuro (Bynon, 1977 y Croft, 1990). Respecto de la segunda objeción, es muy importante tener en cuenta que para la investigación es necesario contar con una muestra de lenguas que sea mayor que el número de tipos lingüísticos posibles. Y, por otra parte, hay que considerar la frecuencia de aparición de un tipo dado. Puede darse el caso de que un tipo sea extremadamente raro y otro sea extremadamente común. Tal situación merece una explicación que vaya más allá del solo hecho de que los tipos estén atestiguados o no (cf. Croft, 1990:44-48). Reconocido esto, se establecerán ahora, las diferencias entre universales irrestrictos y universales implicativos. Los primeros tienen la forma de una afirmación donde se establece que todas las lenguas pertenecen a un tipo gramatical particular, en algún parámetro, y que los otros tipos en el mismo parámetro no están atestiguados o son inusitados. El parámetro permite la posibilidad lógica de más de un tipo, pero sólo un tipo está atestiguado. Un ejemplo de un universal irrestricto sería: “Todas las lenguas tienen vocales orales”. En la representación que se encuentra abajo, la “X” indica que existen lenguas de ese tipo y, la ausencia de ella, que no existen. De esta manera, puede observarse 10 un vacío en los tipos lingüísticos lógicamente posibles. Y el universal irrestricto plantea la limitación en los tipos lingüísticos a lo largo del parámetro relevante (cf. Croft, 1990). Vocales orales No vocales orales X – Los universales irrestrictos son verdaderos en todas las lenguas y su número es relativamente pequeño. Algunos de ellos serían: todas las lenguas distinguen vocales y consonantes; distinguen nominales y verbos; tienen palabras, frases y cláusulas; tienen sujeto y objeto; cuando las oraciones son condicionales tienen el orden prótasis y apódosis (íd.). En cuanto a los universales implicativos se refiere, éstos en vez de afirmar que todas las lenguas pertenecen a un tipo, describen una restricción en los tipos lingüísticos lógicamente posibles que limitan la variación translingüística sin eliminarla. Los patrones que atrajeron mayor interés entre los investigadores presentan relaciones más abstractas entre parámetros gramaticales y están, principalmente, asociados a los universales del orden de constituyentes encontrados en el trabajo de Joseph Greenberg (1963), quien basó su estudio en este orden al interior de la oración transitiva declarativa simple y dentro de los distintos tipos de frase. En cuanto a la primera, los constituyentes serían sujeto (S) verbo (V) y objeto (O). Por ejemplo, en español el orden canónico de constituyentes sería SVO, mientras que en una lengua como el yaqui, lengua de la familia yutonahua, sería SOV, tal como puede observarse en las oraciones de (1) y (2). (1) El hombre levanta la hojarasca. S V O 11 (2) haámutcim wákabákta b w á’ab w ása S O V haámutci-m-ø wáka-bák-ta b w á’a-b w ás-a mujeres-PL-NOM carne-cocinar-ACU RED-cocinar-TRN ‘Las mujeres están cocinando carne cocida’ (Dedrick y Casad 1999:337) Respecto de los segundos, en el plano de la frase, se contempla el orden del nominal o la frase nominal (N) en relación con las adposiciones, esto es, preposiciones (Prep), como en el caso del español en la oración (3); o posposiciones (Posp), como en el japonés, oración (4). (3) Esta falda es para María. Prep N (4) Taroo wa tomadati ni nagurareta N Posp Taroo wa tomadati ni nagura-re-ta Taroo TOP amigo por pegar-PSV-PAS ‘Taro fue golpeado por el amigo’ (Shibatani, 1990:318) Asimismo, se examinan los órdenes entre el nominal nuclear de la frase, el adjetivo (A) y otros modificadores tales como el demostrativo (Dem) y los numerales (Num). Como muestra de las diferencias entre estos órdenes en algunas lenguas, contrástese (5a) con la frase inglesa en (6) y (5b) con la frase del kanjobal de San Miguel de Acatán, en (7). (5) a. El gato negro. N A b. Este hombre. Dem N c. Los tres cochinitos Num A (6) the red book A N ‘el libro rojo’ 12 (7) xun tš’en tš’een tu N Dem xun tš’en tš’een tu DET CN:piedra piedra aquella ‘aquella piedra’ (Zavala, 1992:185) También se examinaron los órdenes, al interior de la frase nominal, cuando en ella se expresa una relación de posesión entre dos sustantivos, uno que representa al poseedor (G) y otro que formaliza al objeto poseído (N). Las oraciones (8) y (9) del español y del japonés, respectivamente, ilustran tal situación. (8) El libro de Pedro N G (9) Taroo no hon G N ‘el libro de Taro’ (Shibatani, 1990:257) Aunque parezca vano decirlo, estos universales por ser implicativos toman la forma de una implicación lógica, verbigracia, el Universal 3 de Greenberg (1963:62): “Lenguas con el orden dominante VSO siempre son Preposicionales” (VSO ⊃ Prep), el cual se ilustra con el galés: (10) a. Gwelodd y bacheen ddyn ddoe vio DET muchacho hombre ayer V S O ‘El muchacho vio al hombre ayer’ b. Death Mair adref erbyn Y Pasg vino María casa para DET Pascua Prep ‘Maria vino a casa para Pascua’ (Thomas, 1992:272 y 301) Las generalizaciones se extendieron a otros órdenes que incluían, por ejemplo, oraciones subordinadas relativas (Rel) y que se vinculaban con el orden del demostrativo y de la frase nominal. Como se advierte en (7), el orden entre el nominal (o frase nominal) y 13 el demostrativo es NDem y, en (11), se puede ver que el orden entre la cláusula relativa y el nominal es NRel. Al respecto, en el trabajo John Hawkins (1983) se elabora el Universal XI’ que dice: “Si una lengua tiene el nominal antes que el demostrativo, entonces el nominal precederá a la cláusula relativa”, tal como se observa en las construcciones mencionadas. (11) lalan stšaali nax antewom k’eytox stšee N Rel lalan-ø [s-t]šaal-i nax antewom ø-k’ey=tox PROG-ABS ERG-rezar-v.t.intr. CN curandero ABS-perder=dir:hacia allá [s-t]šee ERG-caballo ‘está rezando el curandero que perdió su caballo’ (Zavala, 1992:299) Tómese como ejemplo este último universal implicativo, para mostrar que en él se cubren cuatro posibilidades lógicas: 1. demostrativo y cláusula relativa, ambas siguen al nombre (NRel, NDem); 2. la cláusula relativa sigue al nombre y el demostrativo, precede al nombre (NRel, DemN); 3. la cláusula relativa precede al nombre y el demostrativo sigue al nombre (RelN, NDem); 4. el demostrativo y la cláusula relativa, ambos preceden el nombre (RelN, DemN). Examinando una amplia muestra de lenguas se descubre que la tercera posibilidad no se encuentra atestiguada. Así, el universal implicativo restringe la variación lingüística a tres tipos (Croft, 1990:47-49). Como se percibe hasta aquí, la lógica proposicional encuentra, en el establecimiento de los universales implicativos, una aplicación en la tipología, la cual sirve para tratar de saber más sobre las dependencias entre parámetros gramaticales. Considérese primero que para cada universal de la forma P ⊃ Q, como el que se ha presentado antes, tenemos un patrón de valores de “verdadero”/“falso” que pude observarse a través de la correspondiente tabla de verdad (íd.): 14 Tabla de verdad de una implicación Distribución de tipos atestiguados P Q P ⊃ Q Tipo NDem NRel Atestiguado V V V 1 sí sí Sí V F F 2 sí no No F V V 3 no sí Sí F F V 4 no no Sí La sustitución de la palabra “atestiguado” por el universal implicativo “NDem ⊃ NRel” y el reemplazo de los valores “sí/no” por “F/V” permiten ver cómo el universal implicativo caracteriza el vacío atestiguado en los tipos lingüísticos como una dependencia entre valores de dos parámetros lógicamente independientes, en este caso, NDem y NRel. Con esto se construye una tabla, denominada tabla tetracórica, que muestra los dos parámetros como dos dimensiones. El patrón en la tabla tetracórica iguala al patrón de valores de “verdadero”/“falso” de la tabla de verdad para la implicación lógica. Y representa un medio para mostrar los datos de tipos atestiguados y no atestiguados, donde se ilustra cómo un universal implicativo es una regla que caracteriza la distribución de tales datos. (íd): DemN NDem RelN X – NRel X X Ahora bien, en la lógica proposicional para cada implicación de la forma P ⊃ Q existe un equivalente: ∼ P ⊃ ∼ Q, su contrapositivo. Si nuevamente se toma el universal implicativo mencionado arriba, puede observarse que en las tablas de verdad para los contrapositivos, las columnas “NDem ⊃ NRel” y “∼ NRel ⊃ ∼ NDem” son idénticas. Lo que demuestra la equivalencia lógica. Siendo el opuesto de NDem, DemN; y el opuesto de NRel, RelN. Al sustituir “∼ NRel” con “RelN” y “∼ NDem” con “DemN”, resulta RelN ⊃ 15 DemN, que es equivalente a NDem ⊃ NRel. Lo anterior es posible porque cada parámetro tiene dos valores, y cada valor puede tratarse como el opuesto del otro (íd). Tipo NDem NRel NDem ⊃ NRel ∼ NRel ∼ NRel ∼ NRel ⊃ ∼ NDem 1 V V V F F V 2 V F F V F F 3 F V V F V V 4 F F V V V V Una equivalencia lógica no es lo mismo que un universal implicativo. Por ejemplo, RelN ⊃ DemN no es equivalente a DemN ⊃ RelN; es más, DemN ⊃ RelN es falso. El verdadero equivalente de RelN ⊃ DemN es su contrapositivo: ∼ DemN ⊃ ∼ RelN, o NDem ⊃ NRel. Este aspecto se vuelve muy relevante cuando se pasa de explicar la presencia o ausencia de un rasgo estructural al ensamblaje de parámetros independientes de una gramática. De esta forma, es posible combinar tres o más parámetros en un universal implicativo. Si se toma, ahora, el Universal 18 de Greenberg (1963:68): “Cuando el adjetivo descriptivo adyacente precede al nominal, el demostrativo y el numeral, con una frecuencia que excede lo casual, lo hacen también”. Su representación porposicional sería: AN ⊃ (DemN & NumN), la cual puede reducirse a dos implicaciones simples que, según Hawkins (1983:81 y 82), se descompondrían en: AN ⊃ DemN y AN ⊃ NumN. Un universal implicativo con la forma P ⊃ (Q & R) puede descomponerse en P ⊃ Q y P ⊃ R, pero una implicación con la forma (P & Q) ⊃ R, como sería el caso de un universal como, (SOV & NG) ⊃ NA no puede descomponerse en P ⊃ R y Q ⊃ R; y tampoco las implicaciones con disyunción en el antecedente o en el consecuente: (P v Q) ⊃ R y P ⊃ (Q v R). 16 Ahora bien, de acuerdo con Hawkins, hay dos argumentos fuertes para usar universales complejos en lugar de universales simples, el primero sería que al añadir más condiciones a un universal implicativo se pueden eliminar los casos excepcionales. Este proceso puede ser muy útil porque podría ser que la condición adicional contribuya a la explicación correcta de las posibles excepciones de una versión simple. Por ejemplo, (SOV ⊃ GN), pero hay lenguas SOV con NG, entonces se puede modificar este universal a: “Si una lengua es SOV, entonces si el adjetivo precede al nombre, entonces el genitivo precede al nombre” (SOV ⊃ (AN ⊃ GN). Este universal no tendría excepciones porque se incluyó el orden adjetivo-nombre, lo cual implica que el orden genitivo-nombre es, de algún modo, dependiente del orden adjetivo-nombre, así como del orden de la cláusula declarativa. El segundo argumento es que, combinando universales individuales, se pueden descubrir patrones mayores que subyazcan a los universales implicativos individuales (Hawkins, 1983 passim). Greenberg (op. cit.) propuso 45 universales (ver Anexo I) y al inspeccionar los 28 que se relacionan con el orden de constituyentes, emerge un patrón en aquellos con el orden adjetivo-nombre, esto es, el orden nombre-adjetivo es siempre el consecuente del universal: (SOV & NG) ⊃ NA Universal 5 VSO ⊃ NA Universal 17 NDem ⊃ NA NNum ⊃ NA (ambos derivables del Universal 18) Al tomar los contrapositivos de estos universales, todos tendrían el orden adjetivo-nombre en el antecedente (íd): AN ⊃ ∼ (SOV & NG) AN ⊃ ∼ VSO AN ⊃ DemN AN ⊃ NumN 17 De tal formar que, la generalización que cubre todos estos universales sería: “Todos los universales implicativos cuyo consecuente involucre el orden del nombre y del adjetivo, éste será NA (con la afirmación complementaria para los contrapositivos).” (Croft, 1990:54). Greenberg llamó a este patrón “dominancia”, i.e., el orden que siempre ocurre en el consecuente es el orden dominante. Así, si un orden de constituyentes P es dominante, el universal implicativo en el cual se encuentra tendrá una forma X ⊃ P (o su contrapositivo ∼ P ⊃ X), y nunca la forma X ⊃ ∼ P (o P ⊃ X). Un orden dominante puede concebirse como el orden preferido de los elementos. Y éste puede leerse en una tabla tetracórica. Considérese la tabla para AN ⊃ DemN (abajo). El orden dominante de un parámetro es el orden que ocurre con cualquiera de los órdenes del parámetro con el que se enlaza. De modo que, el orden NA es dominante por ocurrir con DemN y con NDem, y el orden DemN también lo es, porque ocurre con NA y con AN. Mientras que AN no puede ocurrir con NDem. Los órdenes no dominantes fueron denominados como “recesivos” por Greenberg (1963). Asimismo, este lingüista descubrió otro patrón al que llamó “armonía”, el cual se deriva también de una tabla tetracórica. En él, el orden de constituyentes de un parámetro es armónico con el orden del parámetro con el que se entrecruza si sólo ocurre con él. Así, AN es armónico con DemN y NDem es armónico con NA. La armonía definida de este modo, no es reversible (Croft, 1990:54). DemN NDem NA X X AN X – D O M IN A N T E DemN NDem NA X X AN X – DemN NDem NA X X AN X – DOMINANTE D O M IN A N T E ARMÓNICO DemN NDem NA X X AN X – DemN NDem NA X X AN X – ARMÓNICO 18 En la siguiente Tabla se muestran los órdenes dominantes (donde existen) y dos grandes patrones armónicos que resultaron de los descubrimientos de Greenberg, de Hawkins y de otros investigadores sobre universales implicativos (Croft, 1990:56). Tabla 1. Patrones de dominancia y armonía para los universales de orden de palabras. Dominancia Armonía (1) Armonía (2) Universales SV SV VS (3(4), 5(12), 17) VONom ONomV VONom 5, (12), 13, 17, 21, 25 OPrnV OPrnV VOPrn 25 SO – – I Prep (?) Post Prep (2), (3(4), (22), 24, (27) GN (?) GN NG (2), (23), IX’ PossN PossN NPoss XXI, XXIII DemN DemN NDem V’ (=18), XI’ NumN NumN NNum VI’ (=18), XII’ NRel RelN NRel 24, IX’, XI?, XII’, XXII NA AN NA 5, 17, 18, 21, 24, 40, XXI AdvA AdvA AAdv 21 – StdMA AMStd 22 VComp Comp. VComp 15 – VAuz AuxV (16) – SentQ OSent (9) Ant – – 14 Universales que apoyan la hipótesis: Greenberg 1963 (Números arábigos), Hawkins 1983 (números romanos). Los universales en paréntesis son equivalencias lógicas que apoyan la armonía pero no la dominancia. Los universales en itálicas son contraejemplos del patrón de dominancia propuesto (Croft, 1990:56). Para consultar los dos conjuntos de universales ver el Anexo 1 y el Anexo 2. El patrón dominante para cada orden se enlista en la primera columna y, en las segunda y tercera columnas, se registran los órdenes de constituyentes que son armónicos entre sí. Estos patrones armónicos son nombrados de acuerdo al orden del objeto y el verbo, por lo que el primero sería el patrón “OV” y el segundo el patrón “VO” (íd.). En su momento, Theo Venneman (1973) y Christian Lehman (1986) propusieron que las correlaciones que se presentan enseguida eran patrones armónicos. Tal formulación era contraria a la de Hawkins, ya que estos dos tipólogos pensaban que al tratar de construir universales sin excepciones, éstos perdían capacidad de generalización. VO TYPE: VO, VS [i.e. VSO], Prep, NGen, NA NNum, NDem, NRel, AuxV, etc. OV TYPE: OV, SV [i.e. SOV], Postp, GenN, AN, NumN, DemN, RelN, VAux, etc. Así, la armonía VO/OV fue tratada por los sucesores de Greenberg como un grupo donde cada orden tiene armonía con cada otro orden. La armonía era una relación simétrica 19 y, quizá, utópica. Sin embargo, los grupos armónicos no describen todos los tipos posibles de orden de constituyentes, por ejemplo, la combinación DemN y NRel existe. Por lo que los órdenes que podían ocurrir disarmónicamente eran tipos dominantes, de acuerdo con Greenberg (cf. Croft, 1990). De modo que un tipo dominante es el tipo que está atestiguado aún cuando un orden de palabras disarmónico ocurra en la lengua. Asimismo, Greenberg (1963:76-79) predijo algunos patrones dominantes en sus universales, los cuales se dan a continuación: SV, VO, DemN, NumN, NA, NRel, etc. De esta manera, se pasa de la descripción de una relación entre dos, tres o cuatro parámetros en los universales implicativos a los conceptos de dominancia y armonía que atraviesan un gran número de parámetros, permitiendo que estos conceptos tipológicos amplificados puedan ser reasignados en términos de una generalización sobre los universales implicativos. Y en la medida en la que tales patrones han sido descubiertos y los conceptos que los describen empleados, han ido reemplazando a los universales implicativos en las generalizaciones tipológicas. Casi toda la investigación sobre tipología de orden de constituyentes, después de Greenberg, se enfocó a la explicación de los patrones armónicos. Sin embargo, otros trabajos refinaron y desafiaron algunas de las evidencias empíricas sobre las que esas explicaciones se basaron (cf. Croft, 1990). Cabe destacar, que ambos universales, irrestrictos e implicativos, son eso, universales, e intentan sostenerse para todas las lenguas. Y en el caso de los segundos, debe tenerse en cuenta que las fuerzas que motivan su existencia deben estar operando en las gramáticas de las lenguas individuales (íd.). 20 1.3 Motivaciones en competencia Las ideas que fundamentan el modelo que ocupa las páginas del presente capítulo pueden rastrearse hasta los griegos, quienes reconocieron que las lenguas cambiaban a lo largo del tiempo. Pero sería la empresa historicista y comparatista del siglo XIX donde podrían hallarse mejor los esfuerzos por dar cuenta y describir los fenómenos del cambio lingüístico. La preocupación de los llamados neogramáticos de aquel siglo está relacionada, sobre todo, con el cambio fonético y con la irregularidad sincrónica. Para el primero, se establecen reglas fonéticas que resumen las observaciones sobre los patrones uniformes de cambio. Una muestra de esto serían las leyes de Jacob Grimm quien, en 1819, expone sistemáticamente las correspondencias de las consonantes entre el germano y otras lenguas indoeuropeas. La ley que describe la regularidad entre las oclusivas y las fricativas, consistente en tres partes, sería: 1. Las oclusivas sordas del protoindoeuropeo cambiaron a fricativas sordas: Por ejemplo, latín : inglés [p > f] pater father [t > ] tres three 2. Las oclusivas sonoras del protoindoeuropeo se volvieron sordas: Por ejemplo, latín : inglés [d > t] duo two [g > k] ager acre ´ 3. Las oclusivas fricativas perdieron la aspiración y cambiaron a oclusivas sonoras: Por ejemplo, latín : inglés [f > b] fero  bear [h > g] hostis guest En lo tocante a la irregularidad sincrónica se observa, por ejemplo, que los hablantes de inglés forman el pasado a partir de una regla productiva, que es, sufijar el morfema /–d ~ 21 –t ~ –id/ a la raíz verbal. Tal regla refleja el resultado de una serie de cambios fonológicos que han operado a lo largo de la historia de la lengua. Sin embargo, nos encontramos con formas, como kept /kept/ ‘guardar’ o bleed /bli:d/ ‘sangrar’, donde la norma no se aplica. Estas formas pertenecen a configuraciones antiguas o arcaicas del inglés. Pero el patrón que se observa en ellas no es productivo y, por ello, en el inglés moderno se encuentran verbos tales, como learn /ln/ ‘aprender’, cuyo pasado irregular sería learnt /lnt/, y donde actualmente se observa que los hablantes emplean la forma referida o aplican la regla. Lo anterior muestra que ahora existen formas alternativas para el pasado del verbo learn /ln/, las cuales se encuentran en competencia en el presente estado de lengua y, dependiendo de varios factores, alguna de ellas permanecerá como la forma “vencedora”. La fijación de una regla productiva, en este caso y de acuerdo con la lingüística histórica, se encuentra motivada por una serie de cambios fonológicos. Y la persistencia de formas irregulares está motivada por reglas que operaron en periodos anteriores de la lengua. Pero la instauración de una u otra forma, para el verbo ‘aprender’, estará motivada por factores que incluyan a ambas (Bloomfield, 1933; Bynon, 1977 y Hopper y Traugott 1993). Como puede apreciarse la tarea que ocupó a los investigadores del siglo XIX, quienes trataban de comprender, sobre todo, el fenómeno diacrónico para dar cuenta de las agrupaciones lingüísticas de Europa, Medio Oriente e India, permite explicar muchos fenómenos de cambio lingüísticos. Pero, al mismo tiempo, abre el paso para el análisis sincrónico que, en última instancia, debe reconocer que los sistemas lingüísticos en cierto estado de lengua son producto de su historia, la cual debe ser indudablemente considerada. Muchos de los principios de regularidad del cambio y de los factores que dan lugar a él, que lo motivan, se encuentran detrás del modelo que se expondrá a continuación. No debe 22 olvidarse, sin embargo, que aún cuando la investigación historicista reconoce tales regularidades, éstas eran sólo estudiadas en lenguas emparentadas. El conocimiento adquirido en aquella etapa de la exploración se suma, así, al análisis de los nuevos hallazgos y algunos conceptos se replantean para dar cuenta del fenómeno del cambio tipológico, a través de la comparación de rasgos estructurales, que como se ha mencionado, pueden estar presentes en lenguas de diferente filiación genética. Ahora bien, el trabajo analítico de Joseph Greenberg fue un estudio pionero sobre la aguda interpretación de la variación estructural y representó un hito para su apreciación. Se ha ya dicho que la tipología lingüística observa al lenguaje como un fenómeno que sufre transformaciones, esto es, como un fenómeno adaptativo evolutivo y que, como cualquier órgano biológico, se va conformando por presiones funcionales que caen en el orden de lo diacrónico y que se reflejan en la dimensión sincrónica. Por tanto, no existen tipos óptimos ni eternos. Las lenguas pasan de un tipo a otro en el curso de su evolución. Así, la formación de la estructura lingüística se suscita gracias a diversos factores y, en la eventualidad del cambio, los componentes dispuestos y sistematizados de cierta forma comienzan a debatirse con nuevas posibilidades estructurales donde convergen una gran variedad de circunstancias. Desde la óptica tipológico-funcional que considera que los tipos lingüísticos no son perfectos ni totalmente motivados, se plantea un modelo explicativo donde los diferentes principios que gobiernan la existencia de los tipos lingüísticos están en conflicto, en competencia. Tal modelo es denominado el ‘modelo de motivaciones en competencia’ y en él se describe la interacción de principios tipológicos universales que pueden dar cuenta de la variación en los tipos lingüísticos. Así y con referencia a lo anteriormente expuesto, en el análisis grinbergiano del orden de constituyentes, la dominancia favorece algunos órdenes, tales como NA. Mientras que la armonía favorecerá 23 un alineamiento del adjetivo con otros modificadores (cf. Croft, 1990). Dominancia y armonía podrían considerarse una generalización sobre los universales implicativos o sobre familias de tablas tetracóricas donde se tiene un rango amplio de tipos lingüísticos atestiguados y no atestiguados. Aludiendo de nueva cuenta al orden NA, se recordará que éste era dominante porque todos los universales implicativos que se vinculan con él lo tienen en el consecuente. Relativo a ello, Greenberg (1963:76) determina la siguiente generalización: “Un orden dominante puede ocurrir siempre, pero su opuesto, el recesivo, ocurre sólo cuando una construcción armónica está también presente”. Tal aseveración demuestra un ejemplo incipiente de motivaciones en competencia, donde se resuelven dos motivaciones en conflicto (dominancia y armonía) en los patrones de orden de constituyentes (cf. Croft, 1995:99). La proposición, entonces, en el análisis de motivaciones en competencia sería que los tipos atestiguados deben estar motivados por, al menos, un principio general; mientras más motivado sea un tipo lingüístico ocurrirá más frecuentemente, y por ello, tales tipos serían muy estables. Asimismo, los tipos lingüísticos inmotivados no deben estar atestiguados o ser extremadamente raros, por lo tanto, serían tipos inestables. De esta forma, un modelo tipológico de motivaciones en competencia aporta explicaciones sobre la variación lingüística y, al mismo tiempo, sobre la frecuencia de los tipos (cf. Croft, 1990:57). Por otra parte, en el trabajo de Hawkins (op. cit.), a quien concierne el orden nombre-modificador, se introducen otras dos motivaciones que entran en conflicto: pesadez y movilidad. Respecto de la primera, el lingüista advierte que algunos modificadores tienden a ser unidades gramaticales más extensas, o contienen más sílabas, más palabras, o representan estructuras sintácticas largas. Gradualmente, las cláusulas relativas son más 24 extensas que las frases genitivas, las cuales a su vez, son más largas que los demostrativos de una sola palabra y que los numerales. El gradiente de pesadez sería: Rel < G < A < {Dem, Num}. Lo anterior se interpreta como una tendencia a que los modificadores más pesados prosigan al nominal nuclear, y a que los modificadoras más ligeros lo precedan. Este concepto complementa las nociones de dominancia y armonía, ya que, los modificadores pesados prosiguen al nombre aunque el orden armónico sea modificador- nombre. Y los modificadores ligeros preceden al nominal aún cuando el orden armónico sea nombre-modificador. De esta manera, se observa una correspondencia aproximada con los órdenes dominantes de Greenberg (DemN, NumN, NA y NRel), porque los demostrativos y los numerales son más ligeros que los adjetivos y las cláusulas relativas. Armonía, dominancia y pesadez no operan en todos los casos, por lo cual, se introduce la noción de movilidad para poder explicar las excepciones. El orden de ciertos modificadores es más variable al interior de las lenguas específicas. Éstos suelen cambiar de un orden armónico a uno disarmónico. La movilidad, pues, sirve para dilucidar por qué los modificadores más ligeros, como Dem, Num y A, prosiguen al nombre; y los modificadores pesados, como G y Rel, lo preceden. El gradiente de movilidad sería: Adj, Dem, Num < Rel, Gen. Se parte, entonces, de que el orden armónico original es modificador- nombre, incluyendo RelN y AN y, tras la observación, se determina que históricamente el adjetivo cambia al orden NA y la cláusula relativa no. Obsérvese, pues, que el principio de movilidad contempla la dimensión diacrónica. Y que, de acuerdo con Hawkins, las restricciones en tal dimensión representan una parte importante de la explicación de los universales sincrónicos. La armonía, la dominancia, la pesadez y la movilidad son sólo una parte de las explicaciones que se relacionan con el modelo en cuestión. Los otros patrones 25 translingüísticos que han sido estudiados sobre el comportamiento estructural de las lenguas del mundo se exponen a continuación. 1.3.1 Motivaciones internas. Patrones translingüísticos de comportamiento estructural Antes de revisar los patrones de comportamiento estructural hallados en las diferentes lenguas, cabe insertar una nota sobre lo que es una categoría gramatical. Considérese que los elementos de las lenguas del mundo presentan una serie de conductas que están relacionadas con el conjunto o paradigma al que cada uno de ellos pertenece al interior de la lengua. Piénsese, primero, en las clases de palabras, verbigracia, sustantivos, verbos, adjetivos, etc. En tales clases pueden reconocerse conjuntos de variables que, en realidad, pueden estar presentes de manera simultánea en una sola clase. Por ejemplo, en el nominal confluyen la categoría de número, la de género y la de caso. De manera que, una categoría se integra en un paradigma donde se reconoce a ese conjunto de variables, las cuales pueden formalizarse morfológica o sintácticamente (cf. Matthews [1991 (1997):38 y 39]. En español, por ejemplo, la categoría de persona se encuentra fusionada en la morfología verbal pero, al mismo tiempo, la podemos ver en el sistema pronominal. Con lo anterior en mente, se revisarán, de manera exigua, los otros patrones translingüísticos de comportamiento estructural. 1.3.1.1 Marcación Algunas categorías gramaticales presentan ciertas asimetrías. Esto es, algunos elementos de la categoría pueden tener una marca y otros no. Tal desequilibrio fue nombrado “marcación” por La Escuela de Praga. En primera instancia, para comprender la esencia del 26 concepto es importante recordar que Nikolai Trubetzkoy, en su texto Principios de Fonología [1958 (1969)] dice que los fonemas, como unidades funcionales de la lengua, están conformados por un haz de rasgos. Por ejemplo, la /b/ y la /m/ del español son labiales y sonoras, pero la primera es oral y la segunda es nasal. Para distinguir estos fonemas resultan irrelevantes los rasgos de labialidad y de sonoridad, y se considerarían como rasgos distintivos a la nasalidad y a la oralidad. De modo que, y de acuerdo con Ferdinand di Saussure, los elementos de un sistema se definen negativamente, i.e., por ser lo que los otros no son. Estas oposiciones se dan, así, entre pares (son binarias). Tal metodología de análisis, en su momento, se lleva a cabo sobre otros niveles de la lengua. Por lo que toca a la morfología, Roman Jakobson (1971) señala que las oposiciones de mayor importancia son también las privativas, pero en este nivel es característico que uno de los dos miembros de la oposición expresa la marca, mientras que el otro no dice nada sobre la presencia o ausencia de ella. Por ejemplo, en la categoría de número en los sustantivos del español, el plural es el miembro marcado de la oposición plural/singular como puede observarse abajo. Así, según el lingüista, estarían organizadas todas las categorías gramaticales. La marca sería el morfema de plural (_V -s ~ _C –es) y el singular sería el miembro no marcado o al que, más recientemente se le asignaría una marca cero (ø). Tabla 2. Marcación de número en el español. SINGULAR PLURAL Casa casas Perro perros Saco sacos papel papeles Bata batas Camión camiones Falda faldas MIEMBRO NO MARCADO MIEMBRO MARCADO 27 Las asimetrías de una categoría gramatical se explicaron por La Escuela de Praga como oposiciones privativas al interior de los sistemas lingüísticos particulares y siempre con referencia a ellos, sin considerar factores externos. Si bien, las bases sobre este aspecto se fijan por tal corriente de pensamiento, las consideraciones ulteriores al respecto, y más específicamente las de la tipología, difieren de algunos de los planteamientos iniciales. Así, la marcación en tipología debe entenderse como una propiedad de una categoría gramatical, donde se muestran uno o más grupos de asimetrías gramaticales a través de las lenguas del mundo. Y la expresión de la relación de marcación ejemplificada arriba como un universal implicativo sería, entonces: “Si el singular es expresado por un morfema no-cero en el nominal, el plural también lo hará”. La marcación tipológica representaría, entonces, una generalización translingüística y no sería un hecho de las lenguas particulares. Por lo que el criterio de marcación se formularía más generalmente, a saber: “La categoría marcada en una oposición será expresada por, al menos, tantos morfemas como la categoría no marcada”. Tal enunciación responde a criterios estructurales de marcación y se aplica tanto a las construcciones sintácticas como a la afijación morfológica (cf. Croft, 1995:106). Al criterio estructural de marcación tipológica se le suma el criterio conductual. Al respecto, considérese que los elementos tienen ciertos comportamientos al interior de los sistemas y de las lenguas, en general, por lo que el criterio conductual se basa en la evidencia que pueda dar cuenta del comportamiento de ciertos elementos bajo examen, para demostrar si unos son más inconstantes que otros. Esto, con el fin de saber cuáles se encuentran marcados en relación con otros (cf. Croft, 1990). El criterio conductual considera dos subtipos de criterios principales. El flexivo, relativo al número de distinciones morfológicas que una categoría gramatical pueda tener. 28 Y el distribucional, relativo al número de contextos sintácticos en los que un elemento puede ocurrir. El primero se ejemplifica con el análisis de Greenberg (1963) de los pronombres del inglés, donde he, she e it poseen o marcan el género marcado, mientras que el pronombre they no lo tiene. Aquí, hay una clara asimetría entre las formas pronominales singulares que manifiestan una triple distinción morfológica y la forma plural que no lo hace. El segundo criterio se ejemplifica con la distribución de construcción activa, la cual se encuentra en un mayor número de contextos sintácticos que la construcción pasiva. En muchas lenguas algunos verbos no pueden ocurrir en la forma pasiva, por ejemplo, ‘morir’, que es un verbo intransitivo. Y, además, existen restricciones en la persona que se usa en la construcción pasiva. La pasiva es más restringida sintácticamente y, por tanto, más marcada que la activa. Se dice, pues, que el miembro no marcado se encuentra en un mayor número de contextos que el miembro marcado (cf. Croft, 1990 y 1995). Claramente, en ambos criterios se subsumen criterios que se relacionan con comportamientos fonológicos (ver Croft, 1990). Las definiciones de los criterios conductuales de marcación serían las siguientes: Flexivo: “Si un valor marcado tiene cierto número de formas distintivas en un paradigma flexivo, el valor no marcado tendrá, al menos, el mismo número de formas distintivas en el mismo paradigma.” (Croft, 1990:79). Distribucional: “Si un valor marcado ocurre en cierto número de contextos gramaticales distintivos (tipos de construcción), entonces el valor no marcado ocurrirá también, al menos, en los contextos donde el valor marcado ocurre.” (Croft, 1990:82). También, existe un criterio de distribución translingüística, el cual se ejemplifica con el orden de constituyentes dominante. Tal sería el caso, del orden DemN que ocurre en 29 lenguas con orden RelN, pero el marcado (recesivo) NDem no. Así, los patrones de los universales implicativos resultan ser instancias de patrones de marcación. La definición de este criterio es: Dstribución translingüística: “Si el valor marcado ocurre en cierto número de tipos lingüísticos distintivos (representada por una tipología ortogonal), entonces el valor no marcado ocurrirá, al menos, en los tipos lingüísticos en los que el valor marcado ocurre.” (Croft, 1990, 83). Un último criterio de marcación debe tomarse en cuenta: frecuencia. El miembro no marcado será más frecuente que el mimbro marcado, tanto en uso (frecuencia textual) y a través de las lenguas (frecuencia translingüística). El criterio de frecuencia es teóricamente significativo porque demuestra que las propiedades tipológicas atraviesan la estructura del sistema y su uso. (cf. Croft, 1995). Por ejemplo, el singular que puede ser el miembro no marcado en la categoría de número, es el más frecuente en textos y en un gran número de lenguas (cf. Croft, 1995). La definición del criterio referido es: Frecuencia textual: “Si el valor marcado ocurre con cierta frecuencia en la muestra de un texto dado, entonces el valor no marcado ocurrirá, al menos, el mismo número de veces en una muestra comparable de texto.” (Croft, 1990:85). Frecuencia translingüística: “Si un valor marcado ocurre en un cierto número de lenguas de una muestra dada, entonces el valor no marcado ocurrirá, al menos, las mismas lenguas en una muestra comparable de lenguas.” (Croft, 1990:85). 1.3.1.2 Jerarquías gramaticales y prototipos lingüísticos Las relaciones sistemáticas que se describen a partir del concepto de marcación en las diversas categorías gramaticales no encajaban realmente en el molde binarista de La Escuela de Praga. Como se ha visto hasta aquí, el concepto de miembro no marcada de una 30 categoría reúne las generalizaciones basadas en la estructura gramatical, la distribución y la frecuencia. Esto responde al hecho de que la mayoría de las categorías se encuentran conformadas por múltiples valores, por lo que, los patrones de marcación para diferentes categorías interactúan. De esta manera y para dar cuenta de las relaciones más complejas entre los miembros de las categorías gramaticales, la tipología incorpora al criterio de marcación los conceptos de jerarquía y prototipo. Así, a través de la comparación translingüística se ve, por ejemplo, que la categoría de número puede contener más miembros que el singular y el plural. Véase el caso del Manam, lengua papuana de Nueva Guinea, que hace cuatro distinciones en ella. (12) a. áine ára áine ára-ø mujer esa-3ªsg ‘esa mujer’ b. áine áradi áine ára-di mujer esa-3ªpl ‘esas mujeres’ c. áine áradiaru áine ára-di-a-ru mujer esa-3ªpl-NEUT.-DUAL ‘esas (dos) mujeres’ d. áine áradiato áine ára-di-a-to mujer esa-3ªpl-NEUT.-PAUCAL ‘esas (pocas) mujeres’ (Lichtenberk 1983:267 apud Croft, 1990:95) Puede observarse, entonces, que las lenguas del mundo pueden tener singular, plural, dual y trial o paucal. Por lo que, tipológicamente, una categoría gramatical será un conjunto de elementos que tienen cierta amplitud de variación observable en las lenguas del mundo. Y del orden de tal rango de distinciones en la comparación translingüística se deriva una cadena de universales implicativos: “Si una lengua tiene una forma para 31 trial/paucal, entonces tiene una forma para dual; si una lengua tienen una forma para dual, entonces tiene una forma para plural”. Cadena que toma la forma: singular < plural < dual < trial/paucal, esto es, el comportamiento distribucional translingüístico de la categoría configura una jerarquía, donde puede observarse que, en todo caso, el único miembro no marcado es el singular. Así, las jerarquías gramaticales demuestran que las asimetrías de marcación tienen que definirse con relación a otros valores en la misma categoría gramatical. Lo anterior puede ilustrarse también tomando en cuenta las relaciones gramaticales que se dan entre el verbo principal de una oración y los argumentos que dependen de él (formalizados normalmente por nominales o pronominales). Al respecto debe recordarse que los medios morfosintácticos a través de los cuales se formalizan estas relaciones en las lenguas del mudo son: orden de palabras, marcación de caso y concordancia. Los ejemplos que se dan a continuación representan a la segunda forma y, más específicamente, la marcación morfológica del caso en los nominales. Así, entonces, considérese que las lenguas tienen distintos patrones para marcar estas relaciones. Tales patrones vienen siendo discutidos desde 1917 por Edward Sapir. Otros trabajos importantes sobre ellos serían los de Comrie (1989), Dixon (1979) y Dryer (1986), de quienes tomo los símbolos y criterios semánticos para describirlos, a saber: (S), que refiere al único participante (argumento) de un verbo intransitivo; (A) y (P), los argumentos de un verbo transitivo que corresponden a sujeto y objeto directo en la terminología tradicional; finalmente, (T) y (M), que en las construcciones bitransitivas son cumplen con la función gramatical de objeto directo el primero y objeto indirecto el segundo. Con esto, podemos ver ahora de qué manera los distintos patrones de marcación de relaciones gramaticales han sido tipificados en las diferentes lenguas del mundo. El primer tipo es el patrón sería el nominativo-acusativo, donde el participante S de la construcción intransitiva se marca igual 32 que el A de la construcción transitiva, y diferente de P. Tal patrón puede observarse en el yaqui. Véanse las oraciones en (13). Esta lengua marca S (mínaim) y A (haámutčim) con un morfema –ø, mientras que P (wákabák) se marca con el morfema –ta de acusativo. Así, los casos o funciones sintáctico-semántica vinculadas con este tipo de marcación de participantes corresponden a nominativo para A y S y acusativo para P. Nótese que los elementos marcados con cero son considerados los miembros no marcados de la relación. (13) a. mínaim ‘ábe b w áse mínai-m-ø ‘ábe b w áse-ø 1 melón-PL-NOM casi maduro-INTR ‘los melones están casi maduros’ b. haámutčim wákabákta b w á’ab w ása haámutči-m-ø wáka-bák-ta b w á’a-b w ás-a mujeres-PL-NOM carne-cocinar-ACU RED-cocinar-TRN ‘las mujeres están cocinando carne cocida’ (Derick y Casad, 1999:337) El segundo tipo de patrón del que se hablará aquí sería el ergativo-absolutivo, donde S y P se marcan del mismo modo, en tanto que A se marca diferente. Una lengua de este tipo es el katío, dialecto del embera, lengua colombiana de la familia chocoana ilustrada en (14). Aquí se puede observar que tanto el participante S (usa-) en (14 a), como P (pata-) en (14 b), presentan la marca –ta, que formaliza el caso absolutivo, mientras que el participante A (ibera-) lleva una marca distinta, –ba, que corresponde a un caso distinto, a saber, el ergativo. (14) a. usata peusia usa-ta peusia perro-ABS murió ‘el perro murió’ 1 La marca –ø del intransitivo no se encuentra en la fuente original, aunque la separación morfológica en la glosa si está. 33 b. iberaba patata beeya ibera-ba pata-ta beeya indio-ERG plátano-ABS trae ‘el indio trae plátano’ (Rivet, 1943:160) Ahora, véanse las relaciones gramaticales, que se vinculan con las construcciones transitivas y bitransitivas. El primer tipo de patrón sería el de las lenguas de objeto directo, donde P está marcado igual que T de la bitransitiva y diferente de M. Un ejemplo del patrón se observa en el kogui, lengua colombiana de la familia chibchana; véase (15). Obsérvese como el participante P (’simsi) de la transitiva está marcado igual que T (∫en’ta) de la bitransitiva, a saber, sin marca explícita, y diferente de M (Pedro), que lleva una marca –k de dativo. (15) a. misihã ’simsi ga misi-hã ’simsi ga-ø gato-NOM ratón comer-3asg ‘el gato come ratón’ b. huanhã pedrok ∫en’ta ak’kou ni’gun huan-hã pedro-k ∫en’ta a-k-’kou ni-’gun-ø Juan-NOM Pedro-DAT gallina 3 asg-DAT-dar MOD.ASER.-hacer-3 asg ‘Juan le da gallina a Pedro’ (Ortiz, 2000:772) Otro patrón relacionado con este tipo de marcación de participantes es el de las lenguas que se conocen como de objeto primario. Aquí, a diferencia de las lenguas de objeto directo, P se marca de la misma forma que M, mientras que T presenta una marca distinta, como se puede apreciar en (16), del purépecha. En este caso, P (Juánu) y M (María) llevan la marca –ni de objeto, mientras que T (tumína) aparece sin marca. (16) a. Pétu exésti Juánuni Pétu exé-s-ti Juánu-ni Pedro ver-PF-3IND Juan-OBJ ‘Pedro vio a Juan’ 34 b. Pétu íntskusti tumína Maráni Pétu ínts-ku-s-ti tumína María-ni Pedro dar-3OBJ-PF-3IND dinero María-OBJ ‘Pedro le dio dinero a María’ (Villavicencio, 2002:95 y 97) Con base en estos patrones de variación en las relaciones gramaticales se estableció una jerarquía de marcación: sujeto < objeto (directo) < oblicuo, y sobre la que se pueden reasignar las consideraciones sintáctico-semánticas hechas, la cual representaría una jerarquía de marcación relativa con la forma: S+A < P+T < M. Y que se leería: “Si una relación gramatical está marcada con –ø, entonces las relaciones gramaticales que se encuentren por encima de ella también se marcarán con –ø” (cf. Croft, 1990). De acuerdo con lo anterior, en lenguas con un patrón nominativo-acusativo se espera, como generalmente sucede, que si hay una marca cero, ésta señale a los nominales que formalizan S y A, en tanto que, en las lenguas con un patrón ergativo-absolutivo, marcará a los nominales que formalizan S y P. Las jerarquías gramaticales se definen con relación a otros valores al interior de la misma categoría. Pero, por añadidura, existen patrones de marcación que deben fijarse relativamente con los valores de otras categorías. Por ejemplo, un conjunto de valores gramaticales podría funcionar como una forma no marcada. Tal sería el caso de las formas verbales menos marcadas que, generalmente, serían la tercera persona, el singular, el presente y la forma indicativa. Estos valores atraviesan diversas categorías gramaticales y la falta de una o más de las propiedades puede llevar a un comportamiento marcado y, eventualmente, a la pérdida de la membresía de la categoría. Ahora, como es de suponerse, no todos los miembros de una categoría tienen el mismo estatus. Por ejemplo, si, a través de la comparación, se encuentran reunidas todas las propiedades descritas en las formas verbales menos marcadas, entonces se les considera como formas prototípicas, esto es, el 35 mejor ejemplo de una forma verbal no marcada. Tal noción es similar a la que se puede encontrar en la investigación psicológica que, en lingüística y de manera muy general, se vincula con la simplicidad cognitiva. Los miembros no marcados de una categoría representarían las formas más cortas, o las que involucran menor desgaste articulatorio, o en las que se invierte menos esfuerzo de memorización, en cuyo caso, podrían considerarse las más frecuentes (cf. Croft 1990, 1995 y Croft y Cruse, 2004). Esta última anotación cede el paso al siguiente apartado donde se consideran tales aspectos. 1.3.2 Motivaciones externas Los patrones descritos hasta el momento se vinculan con el comportamiento sintáctico (y fonológico) de las estructuras lingüísticas. Empero, la conformación y transformación de los sistemas lingüísticos no sólo responden a factores intralingüísticos y sería un error pensar que sólo es así, sobre todo, si se considera que el lenguaje, en primera instancia, es un sistema de comunicación. De manera que, la forma lingüística debe estar íntimamente relacionada con los contenidos “mentales” que desean ser comunicados por los hablantes. Así, hace más de 30 años, los tipólogos han propuesto un modelo alternativo para explicar la estructura morfosintáctica de las lenguas. Un modelo donde los aspectos estructurales encuentren concordancia con los factores semánticos, pragmáticos y comunicativos del lenguaje. Con el propósito de completar la exposición del modelo, a continuación se apuntan algunas cuestiones relacionadas con esto. Pero aclarando que, dada la naturaleza del actual trabajo, ellas se tratarán más profundamente en los capítulos subsecuentes. 36 1.3.2.1 Economía Los cambios lingüísticos estructurales, al responder a necesidades comunicativas, son afectados por motivaciones funcionales. La primera de ellas sería la economía. Con referencia a ella, André Martinet, es el primer lingüista que inicia parte de la discusión sobre esta motivación diciendo que “Lo que puede llamarse economía de una lengua es esta búsqueda permanente de equilibrio entre las necesidades contradictorias que [hay] que satisfacer; necesidades comunicativas por una parte, inercia de la memoria e inercia articulatoria por otra parte…” [1960 (1978):221]. Esta inercia sería, según el lingüista francés, la que motiva a los hablantes a usar un conjunto restringido de elementos que poseen un valor, más o menos, general y que se emplean frecuentemente. Más recientemente, Joan Bybee (1985a, 1994, 2001a, 2001b), entre otros, piensa que esta motivación ofrece también explicaciones para los patrones de marcación tipológica, porque el principio detrás de la economía lingüística es que las expresiones que se usan con mayor frecuencia deben emitirse empleando una cantidad mínima de morfemas. El propio, Greenberg, pensaba que esta concurrencia reiterada es el factor causal bajo la marcación y sus patrones. Bybee (1985) observa que, en las lenguas del mundo, las palabras más frecuentes y los conjuntos menos marcados de valores gramaticales son los que se escuchan más comúnmente y, por ellos, se memorizan mejor. La exigencia aparente del menor esfuerzo de la economía lingüística, sea articulatorio sea de memoria, se matizará posteriormente. Sirvan, por el momento, estas consideraciones para saber que la economía es una presión funcional que, claramente, interviene en las transformaciones estructurales. 37 1.3.2.2 Iconicidad La economía, como ha de suponerse, no es el único factor explicativo para dar cuenta de la marcación y los patrones relacionados con ella. La otra motivación externa o funcional es la iconicidad. Al contemplarse ésta, la teoría de la estructura gramatical se apoya en una teoría de la estructura semántica. El lingüista que destaca tal motivación como un elemento esencial para entender los sistemas lingüísticos, su variación y posible unificación en una noción tal de lenguaje humano, es John Haiman (1980, 1983, 1985a y 1985b), además de, Givón (1984 y 1985), Bybee (1985b) y Krug (2001), entre otros. En estos trabajos se subraya el hecho de que las unidades gramaticales reflejan entidades como unidades conceptuales, y el de que las relaciones que se dan entre estas unidades gramaticales son de naturaleza semántica. Así, las construcciones, y no sólo las palabras, son significativas. Los arreglos morfológicos y sintácticos significan. Por ejemplo, cuando la motivación icónica se aplica al orden de constituyentes como un reflejo de cierto ordenamiento conceptual, algunas generalizaciones parecen válidas, al menos entre lenguas con un orden de constituyentes relativamente fijo. Tal sería el caso de los sujetos que muy frecuentemente preceden los objetos que, a su vez, preceden a los oblicuos. De esta manera, el principio que subyace a la motivación icónica sería que la estructura del lenguaje debe, tan cercanamente como sea posible, reflejar la estructura de la experiencia, esto es, la estructura de lo que está siendo expresado por el lenguaje (cf. Croft 1990, 1995, 2000; Croft y Cruse 2004). Así, si una estructura lingüística deja de ser transparente, semánticamente hablando, para los hablando se buscan alternativas y, nuevamente, este aspecto estaría constituyéndose también como una fuerza de cambio. 38 1.4 Integración del modelo de motivaciones en competencia Los tipos lingüísticos, se ha dicho, no pueden ser totalmente motivados, óptimos. La tendencia estructural, por ejemplo en el orden de constituyentes, parece inclinarse por los órdenes armónicos. Pero la instauración de un orden dominante comenzaría a atraer a los otros órdenes a su propia armonía. No obstante, también se ha indicado que éstas no serían los únicos aspectos que darían cuenta del espectro de posibilidades estructurales. Estarían operando fuerzas que se vinculan con la economía lingüística y la iconicidad que, en última instancia, se relacionan con el requisito comunicativo y de soporte de pensamiento que cumplen las lenguas del mundo. Así, algunos tipos lingüísticos permiten que una motivación coaccione, dígase la dominancia. Y otros tipos admiten que se imponga otra, piénsese la iconicidad. Con esto surge, entonces, la pregunta de si cualquier tipo lingüístico es virtualmente posible. Sabemos que no. Las lenguas tienen cierto rango de variación, y éste es el que trata de dilucidarse contemplando aspectos estructurales y funcionales. Tal que el modelo de motivaciones en competencia, para ser explicativo, se construye para satisfacer las siguientes condiciones (Croft, 1990 y 1995): 1) La satisfacción simultánea de dos motivaciones es lógicamente imposible, por tanto, la competencia entre ellas; 2) algunos tipos lógicamente posibles permitidos pueden ser atribuidos a la satisfacción de una motivación; 3) los otros tipos lógicamente posibles permitidos pueden ser atribuidos a las satisfacción de la otra motivación; 4) los tipos lógicamente posibles prohibidos no satisfacen ninguna de las motivaciones. Si volteamos, de nueva cuenta a la marcación y se contempla el criterio estructural, podemos reconocer que los patrones encontrados ahí no representan universales irrestrictos. 39 El miembro marcado de una categoría, normalmente, se expresa por más morfemas que el miembro no marcado de la categoría. Sin embargo, existirían otras dos posibilidades lógicas: que ambos miembros se marcaran con el mismo número de morfemas, o que el miembro marcado tuviera menos morfemas que el miembro no marcado. La tercera posibilidad se excluye. Los tipos lingüísticos que se integrarían a la posibilidad inicial son tipos permitidos porque predomina la economía: no morfemas para el valor más frecuente. Los tipos que se incorporan a la segunda posibilidad son permitidos por que en ellos prevalece la iconicidad: un morfema por valor, esto es, una forma para cada significado. Por otra parte, una lengua no puede simultáneamente tener un orden dominante y ser armónica, y tampoco puede ser del tipo VO y del OV. Así, el análisis de motivaciones en competencia puede ayudar a excluir ciertos tipos lógicamente posibles. Y dar cuenta de la variación translingüística y de su rango de posibilidades. 1.5 Resumen A lo largo de este capítulo se han expuesto los principios teórico-metodológicos que guiarán la investigación del presente trabajo. Tales principios llevan a la exposición del modelo de “motivaciones en competencia”. Tal modelo descansa sobre los fundamentos teóricos de la tipología lingüística que, en primera instancia, trata de reconocer los diferentes tipos estructurales de las lenguas naturales, para con ello tratar de dar cuenta del gran rango de variación lingüística, de comprender la naturaleza de los miembros de un grupo tipológico y de entender cómo la diversidad está ligada a la unidad. En virtud de esto, se han ponderado una serie de patrones estructurales descubiertos por los tipólogos, los cuales incluían la formulación de universales lingüísticos (irrestrictos e implicativos) y 40 el establecimiento de jerarquías gramaticales considerando la teoría de marcación y de prototipos. La teoría tipológica, asimismo, concibe al lenguaje como un fenómeno que sufre transformaciones, por lo que, no considera que existan tipos lingüísticos óptimos ni perennes. Los componentes dispuestos y sistematizados en un tipo estructural dado comienzan a luchar con nuevas posibilidades estructurales, y es por esto que los tipos lingüísticos no están totalmente motivados. Los patrones estructurales y conductuales de los tipos lingüísticos provocan cambios, pero existen otras fuerzas de variación, como la iconicidad y la economía. Tales fuerzas entran también en competencia, entre ellas o con otros patrones, ocasionando cambios en los tipos de estructura lingüística. Estas últimas presiones transformadoras se encuentran en estrecha relación con las necesidades comunicativas de los hablantes usuarios de las diversas lenguas del mundo. La economía y la iconicidad son, ambas, motivaciones funcionales que se vinculan con la exigencia aparente del menor esfuerzo (articulatorio y de memoria), por un lado, y con el requisito de que las construcciones reflejen cercanamente la estructura de la experiencia, por el otro. Como se ha dicho hasta aquí, existe una gran variabilidad lingüística. Se estima que actualmente se hablan alrededor de 5000 lenguas en el mundo. El interés del tipólogo es, pues, entender cómo una especie como la nuestra, con una capacidad lingüística compartida, puede generar tal diversidad y, entre tanto, saber cuáles son el principio o los principios de coincidencia. Con certeza sabemos que, como ya lo dijera Edward Sapir a principios del siglo pasado, todas las lenguas representan un sistema simbólico completo preparado para hacer su trabajo: transmitir lo que cada hablante quiere comunicar. Empero, la investigación de qué es lo que se quiere comunicar y el rango de variación formal y estructural de cómo ha de ser comunicado están todavía en construcción, por ello, la 41 comparación tipológica. La tarea, como puede observarse, no es simple. Se trata de explicar, como se ha dicho arriba, la forma en la que la diversidad está ligada a la unidad y, para lograrlo, debe contarse con una gran cantidad de información de las diferentes lenguas del mundo. Y, además, considerar todos los factores que suscitan el cambio y dan lugar a la variación. Las respuestas, de acuerdo con los tipólogos, están en el estudio de la forma, la estructura y la función. Respuesta que no se da de manera íntegra sino hasta hace relativamente poco tiempo y, por ello, cabe resaltar que la exposición del modelo de motivaciones en competencia que se ha hecho aquí, es un sumario del trabajo de muchos tipólogos, pero en especial de William Croft, quien ha incorporado todo el conocimiento generado respecto de la variación tipológica y sus causas, para con ello formular el modelo que aquí se muestra. Vale también resaltar, que la economía y la iconicidad son motivaciones que conciernen de manera importante a este trabajo, por lo que su exposición detallada y su relevancia al interior del modelo expuesto serán el tema que ocupará las páginas del siguiente capítulo. 42 2 Iconicidad y economía 2.1 Introducción La posibilidad de que el lenguaje, como un sistema de signos, tenga relación con aquello de lo que habla: “la realidad”, es parte de la materia de este capítulo. Los grados o tipos de referencialidad, en términos semióticos, que pueden encontrarse sobre las unidades de los diferentes niveles de análisis lingüístico conforman una parte sustancial de la explicación del fenómeno del lenguaje humano. La creación de signos y construcciones lingüísticas posibilita el intercambio cognitivo entre individuos, quienes usan y reusan los elementos para mantener sus relaciones socioculturales, las cuales se constituyen en una presión de cambio lingüístico, donde lo más accesible y lo más fácil se utiliza con mayor frecuencia. La iconicidad y la economía lingüística, como motivaciones funcionales para la construcción y reconstrucción de sistemas lingüísticos son aspectos que deben tomarse en cuenta para explicar un alto número de generalizaciones que nos permiten comprender cómo son y cómo se mueven las estructuras lingüísticas. 2.2 Iconicidad En la tipología sínginca de Charles S. Peirce se distinguen tres tipos de signos: el icono, que es el signo que está mediado por una similitud entre el signo y el objeto; el índice que, tal como su nombre lo expresa, remite a alguna cosa para señalarla, esto es, presenta a sus objetos por una relación espacial con ellos y, finalmente, el símbolo, donde la relación entre éste y el referente es arbitraria. Un signo que se encuentra mediado por una liga casi 43 acordada, algo formal e independiente de características físicas del objeto o del signo, un signo que significa a su objeto por convención (cf. Peirce, 1986). Claramente, en este apartado nuestro interés se centra en el primero: el icono. Según Peirce, una relación icónica es la que se da entre un signo y su objeto, donde el signo, de algún modo, esquematiza o recapitula el objeto. Los iconos, en la tipología peirciana son aún subdivididos en tres: las imágenes, los diagramas, y las metáforas. Cada uno de estos subtipos están vinculados con el grado de abstracción y con las prevalencia de las características de similitud: imitación, semejanza y equivalencia. Por ejemplo, en un retrato se toman algunas de las cualidades más simples del objeto retratado. Respecto de los diagramas, éstos exhiben una relación de semejanza o análoga con la configuración de las partes y relaciones y, en este sentido, se puede decir que la relación que se da entre los objetos y los diagramas es diádica. Por su parte, la metáfora es una relación de equivalencia o paralelismo del objeto con algo más. De este modo, la imagen establece una relación de similitud con su objeto por cualidad, el diagrama por estructura y la metáfora por asociación (cf. Peirce, 1986; Hiraga, 1994; Mannhein, 2000). Como menciona Hiraga (1994), estos tres subtipos de icono tienen sus manifestaciones en la lengua. La imagen, puede observarse en el simbolismo sonoro y en la onomatopeya. El diagrama, puede advertirse en la ineludible linealidad del lenguaje, por ejemplo, en la proximidad, en las simetrías o en las asimetrías. La metáfora es notada cuando hay, precisamente, una transferencia metafórica de un dominio de significado a otro. Esta breve explicación de la tipología (y subtipología) sígnica de Peirce nos sirve como base para considerar los diferentes desarrollos, pertinentes para este trabajo, que sobre el tema se han abordado en la literatura lingüística sobre las tres manifestaciones 44 icónicas en el lenguaje humano. Comenzaremos exponiendo las ideas expuestas por John Haiman, quien pone sobre la mesa, no el tema, sino el inicio de una discusión mucho más seria respecto de él. En 1980, este investigador publica en la revista Language de la Sociedad Lingüística de América (Linguistic Society of America) el artículo “The Iconicity of Grammar: Isomorphism and Motivation”, donde propone distinguir, siguiendo a Peirce, dos tipos de iconicidad diagramática. Distinción que le servirá para presentar una teoría de la distribución de tal iconicidad y de su estatus en el lenguaje humano. En primera instancia, se describe el isomorfismo icónico, el cual tiene una existencia reconocida universalmente. Tal isomorfismo refiere a la correspondencia uno a uno entre la forma y el significado (signans y signatum). De acuerdo con el autor, esta aceptación universal se puede ver expresada, por ejemplo, en la idea bloomfieldiana de que no existen verdaderos sinónimos, lo cual equivale a decir que diferentes formas deben tener diferentes significados (cf. Bloomfield, 1933). Así, este tipo de iconicidad será reconocida como la correspondencia biunívoca regular: una forma un significado. Por otra parte, considera, para el segundo tipo icónico, el trabajo de Roman Jakobson (1965), quien apuntaba que la estructura gramatical, como una onomatopeya, refleja su significado directamente. Al respecto, el lingüista ruso muestra cómo una sucesión temporal real es representada en una secuencia lingüista, al poner el ejemplo de César de: veni, vidi, vici. Así, el orden de las afirmaciones en la descripción narrativa corresponde a los eventos descritos. Este segundo tipo de iconicidad es denominada, por Haiman, “iconicidad de motivación”. Al respecto, cabe reconocer que el autor admite que este segundo tipo de iconicidad no es universal, como sí lo sería el isomorfismo. De este modo, Haiman propone dos posibles manifestaciones de la iconicidad diagramática en la gramática: (1) el diagrama relacional, vinculado con el isomorfismo y (2) el diagrama estructural vinculado con la 45 iconicidad de la motivación (cf. Jakobson, 1965 y Haiman, 1980). El segundo tipo de iconicidad es interpretado como si el mundo físico o los conceptos fueran una plantilla sobre la cual algún o algunos aspectos de la estructura lingüística pueden verse como iconos (cf. Greenberg, 1995), o como “la correspondencia entre la forma lingüística y la estructura de la conceptualización” (Hiraga, 1994:9). Al interior de lo que Haiman llama iconicidad de motivación existe una subdivisión que arroja diferentes tipos de diagramas estructurales o de iconicidad: lineal, de proximidad, de cantidad, simétrica, asimétrica y categorial. En tales subtipos icónicos puede advertirse que cierta representación de la estructura lingüística está motivada por su similitud al contenido de la estructura que representa. A continuación se resume esta partición de la iconicidad de motivación, de acuerdo con Hiraga (1994): Tabla 3. Tipos de iconicidad. Lineal El orden de mención corresponde a la secuencia temporal de los conceptos referidos. Cuando se describen una serie de acciones de acuerdo al tiempo, la oración normal reporta éstos en el orden que ocurren en la realidad De proximidad local El orden de constituyentes sugiere una interpretación icónica, esto es, elementos que ocurren cerca unos de otros tienden a tener una cercanía semántica. De cantidad Relación icónica entre la cantidad de forma y la cantidad de significado (fuerza, grado). Mientras más forma más significado. Simétrica Corresponde a una relación simétrica de los conceptos presentados. La mayoría de las lenguas tienen algunas formas para expresar esta simetría tal como ocurrencia simultánea, alternativa o de dependencia mutua de los conceptos denotados. Asimétrica Se manifiesta, en cierta medida, en la iconicidad lineal y en la iconicidad de proximidad, donde el orden secuencial o la distancia de los elementos señalan la relación asimétrica entre el contenido de los elementos. Categorial La categorización en la lengua corresponde a la forma en la que conceptualizamos el mundo. Así, se usan las categorías lingüísticas para entender las categorías cognitivas, presuponiendo que hay una correspondencia entre las dos. Metafórica La metáfora es muy diferente a la imagen y al diagrama porque requieren una existencia de algo más una tercera cosa en adición al signo y al objeto. En este sentido es por una relación triádica que las metáforas adquieren su significación. (Hiraga, 1994:11-15) 46 Sobre esta base, en los siguientes apartados observaremos las diversas manifestaciones icónicas en los diferentes niveles de análisis lingüístico. 2.2.1 Simbolismo sonoro El fonema o un conjunto de ellos, no precisamente conformando un morfema, pueden ser portadores de significado en sí mimos. Así, es como puede describirse el simbolismo sonoro o fonosemántica. Tal formulación se encuentra avalada por una larga tradición de pensamiento que puede rastrearse hasta los griegos. Un texto que resalta la importancia del fenómeno sería, por ejemplo, el de Dwight Bolinger intitulado, The Sign Is Not Arbitary, publicado en 1949. En él se concluye que los morfemas no pueden ser considerados las unidades mínimas portadoras de significado, porque existen evidencias que demuestran que algunas unidades menores son significativas. Para ilustrar lo anterior, puede verse que muchas lenguas suelen usar una vocal anterior alta, [i], para identificar, por ejemplo, distancias cercanas entre el hablante y los objetos referidos en los demostrativos. Mientras que la vocal central se utiliza para señalar distancias alejadas del hablante, en esta misma clase de palabras. Contrástense, pues, los mostrativos del inglés this “esto”/that “aquello”, para ejemplificar lo dicho. Lo mismo puede verse en aquí/allá, del español, donde la última vocal de esta secuencia corresponde a la distinción mencionada. Igualmente, se sabe que vocales posteriores pueden relacionarse con objetos de forma circular. Piénsese en redondo o round. Del mismo modo, la [c], en el caso de chapalear o chapotear simboliza el sonido del golpeteo con el agua. En el caso del inglés, [ ], en un conjunto como, crash “choque”, splash “salpicadura”, smash “golpe”, simbolizaría el contacto enérgico entre superficies. Éste, podría decirse que es el primer nivel donde el fenómeno de la fonosemántica, puede observarse. 47 Por otra parte, se han considerado no sólo las posibilidades de significar a través de un solo fonema, por ejemplo, en ciertos grupos de palabras tales como, fly “volar”, flare “vuelo”, flick “sacudir”, flicker “parpadear”, fling “aventar”, flip “tirar”, flit “revolotear”, flutter “ondear”, flurry “ráfaga”, etc., del inglés, el grupo /fl/ al inicio de palabra simboliza aspectos relacionados con el movimiento. Asimismo, el grupo consonántico /mp/ a final de palabra tiene una relación con algún tipo de impacto en palabras como, rump "cadera”, dump “botar”, hump “cargar”, lump “juntar”, sump “cárter”, chump “tontorrón”, thump “golpazo”, bump “topetazo”. A su vez, el grupo consonántico /gl/ se encuentra en un conjunto de palabras inglesas que, por decirlo de alguna manera, se encuentran bajo la categoría de brillo o brillante: glisten “brillar”, gleam “deducir algo de alguien”, glint “destellar”, glare “brillar”, glimmer “luz débil”, glaze “glaseado”, glass “vidrio”, glitz “ostentación”, gloss “brillo”, glory “gloria”, glow “brillar”, y glitter “destello”. En el caso del alemán, la posteriores /o/ y /ö/ están en los grupos /kno/ y /knö/, donde los nominales bajo esta “categoría” son pequeños y redondos: Knoblauch "ajo", Knöchel "tobillo", Knödel "bola de masa", Knolle "tubérculo", Knopf "botón", Knorren "nudo en un árbol", Knospe "brote de una planta", Knoten "nudo de una cuerda". Estos conjuntos de fonemas son denominados fonestemas. Respecto de este tema, donde el morfema no es considerado por un buen número de lingüistas como la unidad mínima de significado, podemos citar aún una tendencia observable en las lenguas del mundo. Las vocales anteriores altas, con frecuencia, simbolizan “pequeño”. Lo que es importante resaltar aquí es que se pasa de una dimensión espacial percibida de manera visual a la representación de ésta a través de un sonido, y este fenómeno no se asemeja, por ejemplo, al de /mp/ en bump, porque no se trata de una cuestión imitativa del sonido, sino del traslado de lo que un sentido percibe a la expresión 48 de tal percepción por otro. Es la traducción de las sensaciones procedentes de un dominio sensorial a otro, esto es, la sinestesia. En este sentido, sería importante puntualizar que, si como anotan Lakoff y Johnson (1980), la metáfora es hablar de una cosa en términos de otra, la sinestesia, en cuanto al simbolismo sonoro se refiere, sería el ejemplo del tercer subtipo de icono peirciano e igualmente el último tipo de iconicidad programática expuesta en la Tabla 3. Los sonidos son las unidades elementales del lenguaje humano en su modalidad primordial, por tanto, no debe perderse de vista que ellos y sus combinaciones son fundamentales en la construcción del significado. Aunque el fonema y el fenómeno simbólico relacionado con él se seguirán tratando a lo largo de este trabajo, sirva lo mencionado hasta aquí como exposición de las ideas fundamentales sobre las manifestaciones de la iconicidad en el nivel sonoro del lenguaje. 2.2.2 Iconicidad léxico-morfológica Respecto de la iconicidad léxica resulta interesante resaltar la propuesta de Linda Waugh (1994), quien dice que es claro que existe iconicidad diagramática al nivel léxico- morfológico, el cual se da por las conexiones recurrentes entre forma y significado en los morfemas, submorfemas y fonestemas. La lingüista propone que la iconicidad en el lexicón sea, más bien, vista como un gradiente que va de una total iconicidad a una total arbitrariedad. Vale apuntar en este momento que el mismo Ferdinand de Saussure, a principios del siglo XX, explicó que el principio de arbitrariedad aplicaba únicamente a los signos lingüísticos que no podían analizarse en pequeñas partes, Reconózcase, así, que la iconicidad diagramática es de naturaleza relacional y que la relación que ésta representa es la que se da entre las partes. 49 Sobre esta base, dice Waugh, es cómo debe estudiarse el lexicón, esto es, a partir de los significados de los sonidos y las formas en conjuntos de palabras. Así, entonces, no debe perderse de vista que el lenguaje está lleno de signos complejos y que el significado de un todo es una función del significado de sus partes, por tanto, el significado es composicional y motivado. De tal suerte que el principio del isomorfismo permite que los “todos” puedan comprenderse en términos de sus partes y, más aún, éste es la base de cada nuevo signo complejo y la razón para que los nuevos signos pueden entenderse (Waugh, 1994:55 y 57). De este modo, los conjuntos de palabras que comparten consistentemente un significado son analizados en partes por los usuarios de las lenguas, quienes identifican elementos portadores de similitudes. Estos elementos, como se ha dicho, no deben ser necesariamente morfemas. Una vez que ciertos elementos ocurren en un conjunto de palabras dado, arrojando el mismo significado se identifica la correspondencia, la cual es considerada como iconicidad isomórfica, verbigracia, los alomorfos de derivación –able –ible del español. Igualmente, podemos encontrar palabras tales como, caza, cazador, cazafortunas, agua, aguador, aguafiestas que comparten un significado que está representado por la misma forma caza o agua, y también con la forma –ador. Así, aguador está diagramáticamente relacionada con aguafiestas por compartir la raíz agua, y con cazador por tener el sufijo de derivación agentivo común, –ador. De modo que, aguador está relativamente motivada por otras palabras, dada la recurrencia de la misma relación forma/significado. Entonces, los morfemas de cualquier tipo se fundamentan en la recurrencia de una correlación particular forma/significado a través de las palabras (cf. Waugh, 1994:57) 50 Respecto de los submorfemas, obsérvese la relación diagramático, en el inglés, entre brother “hermano” y otros términos de parentesco como, mother “madre” y father “padre”, donde lo que se comparte es el fonema //, siendo éste históricamente regular en brother, mas no en los otros dos términos; donde lo que llevó a reformarlos fue la similitud semántica. Igualmente, puede asociarse la /hw/ (wh) del inglés con la mayoría de los pronombres interrogativos, o // inicial con los pronombres demostrativos y relativos del inglés (cf. Bloomfield, 1933: 46 y 244; Jakobson, 1971:354; Wauh, 1994:58). Claramente, esta iconicidad diagramática tendrá su límite en la homonimia. Un caso sería, por ejemplo, el prefijo in– del español. En palabras como intolerable, indiviso e insustancial significa negación, mientras que en palabras como infiltrado, intromisión e inflamable, significa “en”, “dentro de”. Además, debe tenerse en cuenta que no todas las recurrencias de forma son icónicas (Waugh 1994:59 y 60). De este modo y siguiendo a Waugh, si hay dos palabras diferentes en una lengua, esperamos diferentes significados; si escuchamos una palabra familiar en un nuevo contexto, esperamos que su significado este relacionado con su significado en otros contextos y; si escuchamos una palabra desconocida, esperamos que tenga un significado a través del cual podamos usarla en otro contexto que la diferenciará de cualquier otra palabra, lo cual está relacionado con la iconicidad diagramática. Por otra parte, debe considerarse, en este nivel y de acuerdo a la subdivisión hecha en la Tabla 3, que la correlación que puede existir entre cognición y lenguaje puede manifestarse por una iconicidad de asimetría. De modo que, ante la diferencia entre una categoría cognitiva básica y una no básica puede haber una representación asimétrica en la lengua entre lo marcado y lo no marcado. Por ejemplo, con el tiempo o con el número. Con 51 el primero los tiempos no básicos (pasado y futuro) suelen tener una marca explícita, contra el presente considerándose a éste como más básico. En el caso del segundo, las lenguas tienden a marcar los plurales por considerarse no básicos en relación con los singulares (Hiraga, 1994:13). En este nivel también, podemos hallar iconicidad de proximidad local. Según Bybee (1985), hay una tendencia universal a que las categorías flexivas más próximas al verbo correspondan a una cercanía conceptual de su significado. Ante ello, la autora dice lo siguiente: (1) “Mientras más relevante la categoría es para el verbo, es más probable que ocurra en una construcción sintética o ligada con el verbo”. (2) “Mientras más relevante sea una categoría morfológica para el verbo, su marcador ocurrirá más cerca respecto de la raíz verbal”. (3) “Mientras más relevante sea una categoría morfológica al verbo, mayor será la fusión morfofonológica con la raíz” (Bybee, 1985: 11-12). De la misma manera, la iconicidad de cantidad está ligada con ciertas configuraciones morfológicas. Esto es, hay una relación icónica entre la cantidad de forma y la cantidad de significado: mientras más forma más significado. Algunos ejemplos podrían ser los de iteración por reduplicación o la progresión verbal. Tenemos, por ejemplo, que el español señala el progresivo con los morfemas –ando/–endo, como en “estoy comiendo” o “estoy bailando”. La misma idea progresiva se marca a partir de la reduplicación de ciertos elementos en algunas lenguas. Véase como en el nakanai, lengua papuana de Nueva Guinea, en (17a), tenemos el verbo “llevar” (hugu) en presente habitual y, para expresar el progresivo, se reduplica la segunda sílaba, como se observa en (17b). (17) a. la sobe hugu la obu la sobe hugu la obu NMR muchacha lleva NMR leña ‘la muchacha lleva la leña (en su cabeza)’ 52 b. la sobe hugugu la sobe hugu-gu NMR muchacha llevar-RED ‘la muchacha está llevando (algo sobre su cabeza)’ (Bybee et al., 1994:171) Este recurso puede usarse para otro aspecto verbal, el iterativo, en lenguas como el náhuatl. Obsérvese (18). Aquí, la primera sílaba del verbo čoka se reduplica para señalarlo. (18) čoka ‘llorar’ čočoka čo-čoka RED-llorar ‘llorar y llorar’ En el plano léxico también podemos reconocer el fenómeno de la onomatopeya, el cual refiere a los sonidos imitativos. Cabe aclarar que algunos de los fonestemas presentados arriba entrarían también bajo la descripción de sonido onomatopéyico. Ahora bien, los sonidos imitativos, como tales, serían los que un hablante de una lengua dice que produce, por ejemplo, un animal. Tal sería el caso de la forma en la que el hablante de español mexicano dice que hace un gallo: /kíkiriki/, mientras que el hablante de francés diría que este mismo animal hace: /kokoriko/. Sin embargo, las lenguas también cuentan con un número de signos que son considerados como icónicos o menos arbitrarios que otros. Estos signos serían palabras creadas con base en algún sonido. Como muestra, en nuestra lengua tenemos: mugir, maullar, cacarear, etc. Pero también podemos encontrar estructuras onomatopéyicas que caigan dentro del tipo de iconicidad de cantidad (más forma más significado). En rājbanshi, lengua indoariana de Nepal, la palabra que representa el sonido imitativo se repite y lo sigue un adverbializador. Ver (19), donde pacet es el sonido imitativo que se itera. 53 (19) kȹetiar gula pecet pecet kȜre niklecki kȹetia-r gu-la pecet pecet kȜre nikl-ec-ki kȹetia-r gu-la pecet pecet kȜre nikl-ec-ki chacal-GEN taburete-PL [pecet]sonido [pecet]sonido ADVL salir-PRES-CS 'Los taburetes de los chacales salieron (de la tierra) con un sonido chapoteante’ (Wilde, 2008:47) Es conveniente resaltar que cuando se habla de signo, existe una idea implícita de que éstos son las “etiquetas” de las diferentes sustancias, cosas, sentimientos, etc. Así, el acervo de los signos es el lexicón. Sin embargo, hemos visto que en este nivel, al que no se le denominó de manera aislada como “léxico”, esta precedido, sígnica e icónicamente hablando, por el nivel fonológico y el nivel morfológico. La relación de los signos con sus objetos y sus interpretantes se está dando desde los niveles más bajos de análisis de la lengua. Pero así como esto ocurre, antes de la pieza léxica, ocurre después de ella. De modo tal, que el siguiente apartado recopila algunas de las ideas más características de lo que se entiende por iconicidad sintáctica. Igualmente, no debe perderse de vista que ninguno de los niveles de la lengua puede analizarse sin la referencia del nivel inmediatamente superior y del nivel inmediatamente inferior. 2.2.3 Iconicidad sintáctica John Haiman, como podemos notar, ha estudiado a la gramática desde una perspectiva icónica que contrasta con la gramática universal de la GGT y sus subsecuentes desarrollos. Tal enfoque, como se ha de recordar, sopesa al lenguaje no sólo como un reflejo de la mente sino también como un reflejo del mundo que nos rodea. De manera que, las estructuras del significado o del mundo son reveladas a través de algunos rasgos morfosintácticas en lengua. Asimismo, vale recordar la distinción entre isomorfismo y 54 motivación. El primero es aquel que señala una relación uno a uno entre la forma lingüística y el significado, mientras que la segunda, se refiere a que la relación estructural entre objetos lingüísticos representa la relación semántica entre ellos (cf. Haiman, 1980, 1983). Con esto en mente, considérense, para este apartado, la manifestación en lengua de la segunda. Cuando pasamos al nivel sintáctico uno de los ejemplos más ilustrativos puede ser el del orden de la prótasis y la apódosis de la construcción condicional. El orden normal es prótasis > apódosis porque la condición denotada de la primera debe, necesariamente, darse antes que la segunda. Tal orden es universal y puede observarse en (20). Greenberg (1963) asienta esta situación en el Universal 14 (ver Anexo I). (20) Si viene temprano Juan, vamos al cine. PRÓTASIS APÓDOSIS Igualmente, en las oraciones (21a) y (21b), obsérvese el chino donde el orden relativo entre dos unidades sintácticas está determinado por el orden temporal de los estados que ellas representan en el mundo conceptual (Tai, 1985). (21) a. Zhāgsān dào túshūgua n ná shū Zhāgsān [dào túshūgua n] [ná shū] Zhangsan [llegar biblioteca] [tomar libro] FRASE VERBAL1 FRASE VERBAL2 ‘Zhangsan fue a la biblioteca a recoger un libro’ b. Zhāgsān ná shū dào túshūgua n Zhāgsān [ná shū] [dào túshūguan] Zhangsan [tomar libro] [llegar biblioteca] FRASE VERBAL1 FRASE VERBAL2 ‘Zhangsan llevó el libro a la biblioteca’ (Tai, 1985:50) En los ejemplos anteriores se está manifestando un orden icónico de acuerdo al orden temporal, o en el que ocurren los eventos o en el que deben ocurrir los elementos para que 55 se cumpla la condición. Además de estas secuencias, en la iconicidad sintáctica puede aducirse la secuencia narrativa expuesta con anterioridad, donde se considera que entre más cercanos ocurran los eventos en el tiempo, más cercana será su posición en el discurso, por lo que no sería: veni, vidi, vici, “vine, vi, vencí”. Así, el primer evento en el tiempo real debe mencionarse primero, y los eventos no están desligados, se siguen uno al otro para evitar tener una interpretación errónea. (Langendonck, 1995:80). Asimismo, y con relación a esto, Landsberg (1995) considera que el orden de constituyentes en la sintaxis del inglés no es arbitrario y que se encuentra gobernado por reglas rigurosas y recurrentes. La investigadora examina los criterios principales de las reglas de ordenamiento semántico que gobiernan una selección secuencial en esa lengua; y piensa que la clave está en la Gestalt (configuración), dado que el ser humano se mapea a través de ella posicionándose en el universo a partir de su percepción egocéntrica y canónica, siendo éste, el principio que genera el fenómeno lingüístico imitativo de la realidad. El examen de lo dicho se hace sobre las “construcciones congeladas” (freezes), que son pares de elementos ordenados convencionalmente, donde el primer elemento tiende a ser el elemento no marcado o el elemento prototípico. Por ejemplo, ahora o nunca, aquí y allá, más o menos, etc. Aquí, la lingüista reconoce una serie de restricciones semánticas que parecen estar presentes de manera generalizada en el orden de constituyentes de estas construcciones. Tal orden se establece de acuerdo a los siguientes criterios (Landsberg, 1995: 66-71): a. animado precede inanimado (man-machine, ‘hombre máquina’) b. humano precede animado (man or beast, ‘hombre y bestia’) c. adulto precede adolescente (father and son, ‘padre e hijo’) d. hombre precede mujer (mister and mrs., ‘señor y señora’) e. positivo precede negativo (pro and contra, ‘pro y contra’) f. proximal precede distal (here and there, ‘aquí y allá’) g. fuerte precede débil (gin and tonic, ‘gin y tonic’) 56 h. más importante precede menos importante (the president and the state security, ‘el presidente y la seguridad del estado’) i. ocurrencia prioritaria precede ocurrencia secundaria (veni, vidi, vici) j. la egocentricidad rige las rutas, incluyendo la diestra (east and west, ‘este y oeste’) Así, Landsberg considera que los humanos están completamente envueltos en los principios de la Gestatl, por lo que no es posible trazar una división triádica entre la persona, el ambiente y el lenguaje. Por ende, nuestra psicología de la percepción está estrechamente ligada a nuestros comportamientos lingüísticos (Landsberg, 1995: 73). En 1983, Haiman desarrolla, asimismo, el concepto de distancia conceptual. De acuerdo con él: la distancia lingüística entre constituyentes implica una distancia conceptual entre los conceptos significados y esos constituyentes. En este sentido, la estructura de una emisión refleja un concepto. Veamos el siguiente esquema (cf. Haiman, 1983 y 1985). Disminuyendo la distancia lingüística entre X y Y a. X # A # B # Y b. X # A # Y c. X + A # Y d. X # Y e. X +Y f. Z (fusión de X y Y en una sola forma) Lo que tenemos aquí, es una representación de las diferentes distancias lingüísticas entre X y Y. En (d), cunado X y Y se han fusionado en un mismo morfema, encontramos la menor distancia conceptual. Por ejemplo, X y Y, en (e), presentan mayor distancia que en (d) y pueden interpretarse como expresiones aglutinantes, mientras que, en (b), las expresiones serían analíticas. Así, según el autor, dos ideas están cerca conceptualmente hasta el punto en que ellas, (1) comparten rasgos semánticos, partes o propiedades; (2) se afectan una a la otra; (3) son funcionalmente inseparables y (4) son percibidas como una unidad, sean 57 funcionalmente inseparables o no. Al respecto, Croft (1990:175) formula el siguiente universal implicativo que apoyaría la motivación lingüística de la distancia: “Si una lengua tiene dos construcciones casi sinónimas que difieren estructuralmente en distancia lingüística, diferirán semánticamente en (entre otras cosas) distancia conceptual de una manera paralela”. A través del análisis ofrecido por Haiman, Croft (íd.) piensa que la implicación universal se sostiene y discute la posesión alienable e inalienable sobre un ejemplo, diciendo que, intuitivamente, la posesión inalienable es una relación conceptualmente más cercana que la posesión alienable, y compara los patrones de relación en mekeo, un lengua austronésica. (22) a. X # Y posesión alienable eu/emu/aa ngaanga ‘mi/tu/su/ canoa’ b. X +Y posesión inalienable aki-u/mu/- ‘mi/tu/nuestro incl. hermano menor’ El otro ejemplo sería el del kpelle, donde las construcciones posesivas difieren de los poseedores pronominales contra los nominales Poseedor pronominal: (23) a. X # Y: alienable nga p r ‘mi casa’ b. X + Y : inalienable m-po lu ‘mi espalda’ Poseedores nominales: c. X +A Y : alienable kaloñg nc pri ‘jefe de la casa’ 58 d. X # Y : inalienable kaloñg po lu ‘espalda del jefe’ (Haiman apud Croft, 1990:175) De esta forma podemos ver cómo las expresiones de posesión presentan un carácter icónico. Los sintagmas nominales que designan a lo poseído y al poseedor están más cerca entre sí en la posesión inalienable, mientras que en la posesión alienable no es así ( cf. Haiman, 1985). En relación con la distancia conceptual, recordemos la iconicidad de proximidad local de la Tabla 3. En este sentido, puede recuperarse, igualmente, el principio de Lakoff y Johnson (1980) relacionado con la cercanía entre elementos, según estos autores, “Si el significado de la forma A afecta el significado de la forma B, entonces, mientras más cerca este la forma A a la forma B, mayor será el efecto del significado de A sobre el significado B.” (Lakoff y Johnson 1980:129). Reproduciendo los ejemplos de estos autores, podemos ver que en (24b) el prefijo de negación –in se encuentra más próximo al adjetivo feliz, lo cual hace que tal negación tenga un efecto mayor sobre el adjetivo que la negación expresada por una palabra separada. En (24a), la interpretación puede ser neutral, mientras que en (24b) la interpretación de la frase es María es desdichada. (24) a. María no es feliz. b. María es infeliz. Otra manifestación de este fenómeno es ejemplificado por Moreno Cabrera, (1994:630) con las oraciones en (25), donde es claro que en las dos construcciones Juan es la causa de que yo calle pero en (25a) la relación entre ambos es más directa que en (25b) y, por ello, las diferencias estructurales (Moreno Cabrera, 1994:630). (25) a. Juan me ha callado b. Juan me ha hecho callar 59 Distancia y proximidad son dos nociones que igualmente, en este nivel sintáctico, se consideran no sólo para explicar las regularidades ordinales de las construcciones “congeladas”, sino para tratar de explicar el orden de constituyentes de manera general. Langendonck (1995) señala que el principio unificador de cercanía es esencial para explicar la iconicidad de tal orden y que bajo esta gran etiqueta deben considerarse: la cercanía de los eventos en una secuencia narrativa, la cercanía del hablante en un sentido literal o metafórico y la cercanía en contenido. En esta última deben, también, tomarse en cuenta la adyacencia simple, la adyacencia relativa, la adyacencia de elementos similares y la posición intermedia del narrador. De modo que, algunos de estos principios, tomados en conjunto, pueden explicar la alta frecuencia de los órdenes SVO y SOV en las lenguas del mundo (Langendonck, 1995:79). Al respecto, se han dicho ya algunos aspectos sobre la cercanía de los eventos y la cercanía en el contenido. El otro particular sobre el que se hablará ahora es aquel que considera la cercanía del hablante (en sentido literal o metafórico). De modo que, lo que esté más cerca de él se mencionará primero. Esto puede verse sobre la cercanía espaciotemporal en construcciones coordinadas “congeladas” como, aquí y allá, donde la primera motivación para poner los elementos en la posición inicial deriva del punto de vista del propio hablante. Respecto de esto, cabe aclarar lo que Langendonck considera un hablante prototípico. Éste, en primera instancia, posee propiedades biológicas, psicológicas, especialmente preceptivas, aunadas a sus propiedades culturales; tiene los ojos al frente, se ve a sí mismo como agente humano definido, actuando en un espacio tridimensional en el presente; y viviendo sobre una superficie y no debajo de ella. De forma tal que, estas propiedades corresponden a rasgos lingüísticos conceptualmente relacionados y que, por ser prototípicos, son valores no marcados. Esta 60 noción de prototipo con la alta tendencia de manifestación cero en las lenguas es relevante para explicar el fenómeno del orden de constituyentes, según el lingüista. Tomando el rasgo de [+ humano], donde el valor más (+) es el prototípico por ser el más cercano al hablante prototípico, se pueden encontrar construcciones coordinadas como en (26), donde un señor precede a un perro por ser el que tiene el rasgo [+humano]. Relativo a esto, Langendonck señala que esta situación podría explicar por qué las objetos indirectos sin preposición en inglés preceden al objeto directo, lo cual se ilustra en (27) y, una vez más, el objeto con el rasgo [+humano] precede al objeto con el rasgo menos humano (Langendonck, 1995:80- 81). Claramente, no debe olvidarse que en estos dos ejemplos fueron usados dos constituyentes con elementos prototípicos de la jerarquía de animalidad, y que tal jerarquía va de lo más humano a lo animado (usualmente animales), hasta lo inanimado (humano>animado>inanimado> abstracto) (cf. Hopper y Thompson, 1980, Croft, 1990, Hopper y Traugott, 1993). Por tanto, si tuviéramos una oración como la de (28) la predicción de Langendonck, se cumple porque cat (gato) es más alto en la jerarquía que toy (juguete). (26) Un señor y su perro venían caminando por la calle. (27) Sam gave Tom the book. ‘Sam le dio el libro a Tom’ (28) Sam gave the cat a toy. ‘Sam le dio un juguete al gato’ Como parte de los argumentos respecto de la “cercanía” como un factor icónico para la explicación de los dos órdenes de constituyentes más frecuentes (SOV, SVO), tiene que recuperarse lo siguiente. Nos podemos encontrar con un tipo de iconicidad de orden que se relaciona con modificadores. En estos casos, hay una adyacencia relativa que se vincula con el contenido del modificador respecto del núcleo. Si se ve la oración en (29), el 61 adjetivo más cercano al nominal es, por decirlo de alguna manera, más inherente a él que el resto de los modificadores y, por ello, se encuentra más cercano. (29) The three nice little white wooden dolls. ‘Las tres muñecas de madera, pequeñas, blancas, bonitas’ En otras lenguas se encontraría, en todo caso, en un orden neutral. Cuando todos los modificadores preceden o siguen, nos encontramos con otro tipo de iconicidad de orden: adyacencia relativa, donde ha sido observado que lo que está más próximo en contenido al núcleo es puesto, generalmente, más cerca de él, por lo menos en un orden neutral. Nótese incluso, en (29), que los modificadores no sólo están adyacentes, sino que los adjetivos calificadores aparecen más cercanos al núcleo de la frase nominal que los cuantificadores (Langendonck, 1995:85). Resulta importante mencionar en este punto, que el significado de los adjetivos no marcados como grande, alto, largo, etc., debe definirse también en términos del hablante prototípico debido a la forma en que éste observa el mundo: las plantas o los animales se vuelven grandes, altas o largas; crecen se estiran y se expanden. De modo tal que, la noción de crecer puede vincularse semánticamente, por ejemplo, a grande. Y en cuanto a otros aspectos se refiere, en estos modificadores y en otros cuestiones que vinculen adyacencia relativa, debe considerarse un gradiente, que va de lo [-abstracto] a lo [+abstracto] (cf. Langendonck, 1995:83). Una vez contemplado lo anterior, puede verse que en el caso de la cadena verbal, el verbo es el predicado por excelencia y la adyacencia relativa puede hacerse tomando en cuenta el principio de cercanía de los elementos predicativos para explicar la alta incidencia de dos órdenes de constituyentes sobre los otros cuatro, de las seis posibilidades lógicas. El patrón SVO crea un espacio relacional entre los referentes del sujeto y el objeto, esto es, el referente del objeto es afectado por el referente del sujeto de la manera especificado por el 62 verbo. Esto se ilustra en (30), donde papas está siendo afectado por Luis, y el verbo se convierte en una palabra relacionadora. Así que, como señala Langendonck (1995:86-87), desde un punto de vista icónico, colocar al relacionador en medio suena razonable, ya que cumple una la función de unión. (30) Luis pela papas. Respecto del patrón SOV, tenemos que (S) y (O) son frases nominales que pueden ir juntas por adyacencia relativa, pero aún (O), bajo este mismo principio se encuentra más cerca del verbo que lo que está el sujeto, como ocurre en (31), donde vemos una oración del shoshone de la familia yutonahua, en la cual se registra el orden de constituyentes referido. (31) Nü tsukuttsi mai nangkawippühantu Nü tsukuttsi mai nangkawi-ppühantu PRN.SJ anciano con hablar-PF ‘Hablé con un anciano’ (Dayley 1989:194) De este modo, si se toman en cuenta los principios icónicos para tratar de comprender la tipología de orden de constituyentes, puede explicarse por qué un número tan alto de lenguas en el mundo muestra los órdenes SOV y SVO. En ambos el sujeto viene antes del objeto, siendo el iniciador de la cláusula y, además, el objeto está cercano al verbo por su evidente dependencia de él. Langendonck (1995:88). Una vez desarrollada la noción de adyacencia o proximidad, consideraremos los últimos tipos de iconicidad de la Tabla 3, cuyas manifestaciones continúan estando en el nivel sintáctico. Es posible que dos conceptos parezcan no estar en simetría y para ello existe una representación icónica a la que Hiraga (1994) denomina iconicidad simétrica. La relación descrita encuentra una forma de expresión en la mayoría de las lenguas; y lo hacen como si los dos conceptos denotados ocurrieran simultáneamente, alternativamente o en una 63 dependencia mutua. La expresión de tal simetría se elabora sobre dos dimensiones: (1) distingue entre coordinación y antecedentes; (2) invalidad la asimetría temporal de elementos conjugados. Obsérvese que en (32) se usa una coordinación para poner los elementos unidos en un paralelo, mientras que en (33) se usa una subordinación. La subordinación es el antecedente. Es fácilmente reconocible que los dos elementos en conjunción de (32) sean simétricos, mientras que en (33) son asimétricos. La asimetría temporal de los dos eventos de (32) está establecida por una iconicidad lineal. Si se ponen en paralelo parece que son iguales en rango (cf. Hiraga, 1994:11). (32) The more he eats the fatter he gets. ‘Mientras más coma más gordo se pone’ (33) If he eats more he will get fatter. ‘Si come más se pondrá más gordo’ Por otra parte, tenemos la manifestación de la iconicidad asimétrica, la cual puede verse en la iconicidad lineal y en la iconicidad de proximidad, donde el orden secuencial o la distancia de los elementos señalan la relación asimétrica entre el contenido de los elementos. Otro tipo de asimetría en oraciones es aquel que refleja una distinción entre categorías cognitivo-semánticas de figura y fondo (cf. Talmy, 1983). Compárense las siguientes oraciones. (34) a. La bicicleta está cerca de la casa. b. La casa está cerca de la bicicleta. c. Juan se parece a su papá. d. El papá de Juan se parece a Juan. Ni las oraciones (34a) y (34b), ni las oraciones (34c) y (34d) son sinónimas, porque hay una relación asimétrica entre las categorías cognitivas la bicicleta y la la casa, y Juan y el papá de Juan. Los primeros elementos son variables, mientras que los segundos son elementos de referencia, lo cual hace posibles a (34a) y a (34c), en un contexto ordinario. La bicicleta 64 y Juan son figura, mientras que la casa y el papá de Juan son fondo. En oraciones simples, como las de arriba, la figura se expresa como un tópico y el fondo como parte de un comentario. Por tanto, hay una correspondencia diagramática entre la representación tópico/comentario y la cognición figura/fondo. En lo tocante a la iconicidad categorial, ésta puede interpretarse sobre la línea de la iconicidad digramática, ya que la categorización lingüística y la categorización cognitiva están vinculadas porque la categorización en la lengua corresponde a la forma en la que conceptualizamos el mundo. Lakoff nos dice que “las categorías lingüísticas deben ser del mismo tipo de las categorías de nuestro sistema conceptual. La evidencia sobre las categorías lingüísticas deben contribuir al entendimiento de las categorías cognitivas en general” (Lakoff, 1987:58). Esta premisa básica lo posibilita, metodológicamente hablando, a utilizar las categorías lingüísticas para entender las categorías cognitivas porque presupone que hay una correspondencia entre las dos. Así que, siendo ambas categorías del mismo tipo, la correspondencia puede tomarse diagramáticamente, por la similitud que sostienen cognición y lenguaje. Esto puede observarse con los ejemplos de (34). Como hemos visto hasta aquí, la iconicidad en los términos adoptados, en primera instancia, por Peirce, tiene grandes implicaciones para la teoría general del lenguaje como un fenómeno natural. La discusión de los alcances de esta postura será discutida más adelante. Una vez que hayan sido también tocados los aspectos referentes a la economía del lenguaje, para que, en conjunto, nos permitan reconocer de mejor manera el modelo propuesto en el capítulo anterior. 65 2.3 Economía En el capítulo anterior se dijo que muchos de los cambios lingüísticos estructurales, al responder a necesidades comunicativas, son afectados por motivaciones funcionales. La economía, sería una de ellas. Haiman (1983) consideraba, como hemos apuntado, que esta motivación funcional entraba en competencia con la iconicidad y que ambas presiones daban lugar a ciertas estructuras y a sus transformaciones. La consideración de la economía como una presión de cambio lingüístico estructural, claramente no fue el desarrollo de una idea exclusiva de Haiman, por lo que a continuación se expondrán algunos antecedentes del tratamiento que ha recibido este aspecto de la economía lingüística durante el siglo anterior y en tiempos recientes. En esta exposición se incluirán, únicamente, a los investigadores más influyentes, sin que esto signifique que ellos, a su vez, no apoyarán su hipótesis y conclusiones en pensadores anteriores o contemporáneos. El lingüista norteamericano George Kingsley Zipf fue el primero que sistematizó una serie de aspectos referentes a lo que hemos estado llamando “economía lingüística”. Las tres publicaciones más conocidas de su pensamiento sobre la frecuencia relativa de los sonidos, los factores psicológicos y fisiológicos del lenguaje y sobre el comportamiento comunicativo son: “La frecuencia relativa como determinante de los cambios fonéticos” (Relative Frequency as a Determinante of Phonetic Change, 1929), “Psicología del lenguaje” (The Psychology of Language. An Introduction to Dynamic Philology, 1935) y su “Comportamiento humano y el principio del mínimos esfuerzo” (Human Behavior and the Principle of Least Effort. An Introduction to Human Ecology, 1949). Del primer trabajo se desprendieron tres grandes conclusiones: (1) los sonidos y sus clases aparecen en los diferentes textos de la misma lengua con la misma frecuencia; (2) las consonantes sordas aparecen en todas las lenguas con una frecuencia, aproximadamente, dos veces mayor que 66 las sonoras y; (3) mientras más difícil es el sonido desde el punto de vista de su articulación, menos frecuencia tiene. Igualmente, llega a formular tres proposiciones que están relacionadas con las regularidades encontradas en el léxico de las lenguas, las cuales son conocidas como las leyes de Zipf. En conjunto, todos estos enunciados se constituyen en un primer tipo de explicación que nos permite reconocer el importante papel que juega la frecuencia (de uso) para la estructuración y reestructuración de los sistemas lingüísticos. Cabe mencionar, que Zipf llegó a sus conclusiones tras realizar grandes conteos en texto, por lo que su investigación está respaldad por una gran cantidad de evidencia empírica (ver síntesis de las leyes en la Tabla 4). Así, entonces, desde fines de los años veinte la lingüística comienza a usar herramientas cuantitativas que han ido, de algún modo, ayudando a encontrar soporte estadístico para la descripción de una serie de fenómenos de cambio observables en las lenguas naturales (cf. Černý, (1998). Revisaremos ahora las tres leyes mencionadas, la primera ley de Zipf se refiere al orden o rango de la palabra en orden relativo de las palabras que poseen mayor frecuencia hacia las que tienen menos (r) y a su frecuencia (f), esto es, el lugar que ocupa determinada palabra en un texto, dependiendo de su frecuencia. La multiplicación de las magnitudes (r) y (f) da como resultado una magnitud constante (k). Así, esta primera ley es: r . f = k. De modo que, existe una relación de proporcionalidad indirecta entre la frecuencia de una palabra y su rango en la lista de frecuencia, por lo que, entre más bajo es su rango, más alta es su frecuencia y viceversa. Respecto de esta ley, Zipf consideraba que en la lengua están ejerciéndose dos fuerzas opuestas: la fuerza de unificación (motivada por la “economía del hablante”) y la fuerza de diversificación (motivada por la “economía del oyente”). Al hablante le interesa, teóricamente, reducir el número de palabras diferentes hasta una sola 67 palabra, cuya frecuencia sea del 100%, lo cual se traduciría en la inversión del mínimo esfuerzo al elaborar el enunciado. Y por su parte, encontramos el interés contrario, el del oyente, quien busca aumentar al máximo el número de las palabras diferentes que tengan sólo la frecuencia 1, lo cual le implica el mínimo esfuerzo al escuchar el enunciado. Así, la relación entre el rango y la frecuencia es el producto que se deriva del enfrentamiento de esas dos fuerzas (cf. Černý, 1998). Puede, ahora, entenderse cómo tal ley y las que expondremos abajo fueron integrándose en el pensamiento lingüístico que estaba interesado en comprender las causas del cambio lingüístico. Un ejemplo de esto lo tenemos cuando Martinet nos dice que “… el comportamiento humano está sometido a la ley del menor esfuerzo” (Martinet, 1978:220), sin que esto nos lleve a pensar en que los seres humanos sólo transmiten lo indispensable para cumplir con la función comunicativa del lenguaje porque, según el lingüista francés, siempre “… se produce un equilibrio entre las necesidades de la comunicación, que exige unidades más numerosas y más específicas, […] y la inercia del hombre que empuja al empleo de un número reducido de unidades de valor más general y de empleo más frecuente” (íd.). Ahora bien, la relación que existe entre la frecuencia de una palabra y el número de palabras distintitas que tengan una frecuencia equivalente se calcula a partir de la segunda ley de Zipf, la cual tiene la forma: a . b = k, donde (a) es el número de palabras con cierta frecuencia, (b) la frecuencia y (k) la constante. Con esta ley, podemos reconocer que mientras más baja es la frecuencia, existe un número mayor de palabras que la poseen. La ley no aplica para palabras de muy alta frecuencia ni para palabras de reducida frecuencia (cf. Černý, 1998). 68 La tercera ley de Zipf alude al vínculo existente entre la frecuencia de una palabra y la cantidad de significados (funciones) contenidos en ella. De modo tal que, las palabras de mayor frecuencia tienen un número mayor de diferentes significados, lo cual equivale a decir, que las palabras más frecuentes suelen ser polisémicas. El fenómeno puede ilustrarse muy bien con las palabras funcionales, tales como las preposiciones (cf. Černý, 1998). En el caso del español puede pensarse, por ejemplo, en la preposición de. En (35), puede observarse que tal preposición posee, por lo menos, cuatro significados o funciones distintas: posesión (genitivo), composición (materialis), ablativo (procedencia) y de mensurador. Esta preposición, tiene una frecuencia corregida en el Corpus del Español Contemporáneo de 63,088.75, siendo la frecuencia más alta de todas las preposiciones. El segundo lugar, en la lista de frecuencias, lo ocupa la preposición en (48,228.00). La diferencia entre la primera y la segunda es de 14,860.75 y si se considera el isomorfismo tiempo/espacio, bien conocido en las lenguas del mundo, el número de significados de esta preposición sería, tal vez, de tres (Medina, 2003). Así, esto datos apoyan la segunda ley de Zipf. (35) a. la casa de Juan b. la banca de madera d. el señor de Guanajuato e. el litro de agua En este mismo sentido, Zipf afirmaba que la longitud de las palabras es indirectamente proporcional a su frecuencia, lo cual le permite establecer el “principio de economía”; porque sabemos que las expresiones de mayor frecuencia suelen ser las más cortas, y que las palabras largas tienen baja frecuencia. Así, cuando los significados léxicos se usan demasiado, por clara influencia del uso, su expresión formal se reduce, verbigracia, 69 televisión > tele, computadora > compu, refrigerador > refri, etc. Esto puede observarse no únicamente el los nominales, por ejemplo, si se compara la longitud de los verbos auxiliares con el resto de los verbos, podrá constatarse que los primeros, generalmente, tienen mayor extensión que los segundo (cf. Hawkins, 2003:137). Tabla 4. Leyes de Zipf Primera ley de Zipf: r . f = k r = rango f = frecuencia de la palabra k = constante (orden de la palabra en la lista de frecuencia) (el producto de la frecuencia de una palabra y de su rango es constante) Segunda ley de Zipf: a . b = k a = número de palabras b = frecuencia k = constante (el número de palabras de cierta frecuencia por frecuencia es constante) Tercera ley de Zipf: m ÷ √f = k M = número de significados de la palabra dada f = su frecuencia k = constante (las palabras de alta frecuencia suelen tener mayor número de significados) Respecto de los postulados de Zipf, Hawkins (2003) puntualiza que el procesamiento de las formas lingüísticas requiere esfuerzo y, por ello, la reducción de formas es minimizada. Hacer esto, representa una ventaja cuando la información relevante se pueda recuperar del discurso hacia el conocimiento del mundo real o desde una estructura lingüística accesible. De modo que, el “principio de economía” es observable tanto en la reducción léxica como en las reducciones estructurales, donde se puede percibir una ventaja. Tal sería el caso de las frases nominales vs. las proformas, donde la longitud de las segundas es menor que la de las primeras. Este mismo efecto puede observarse aún en construcciones de mayor extensión. Por ejemplo, el uso de expresiones compactas 70 descriptivas por descripciones de mayor extensión, (36a), o en la elipsis, como en las oraciones coordinadas, (36b), (Hawkins, 2003:136). (36) a. Agencia automotriz vs. Agencia donde se venden autos. b. María toma clases – María hace la tarea vs. María toma clases y hace la tarea. Ahora bien, aproximadamente, una década después de que Zipf postulara sus leyes, un matemático y un físico proponen una “Teoría matemática de la comunicación” (The Mathematical Theory of Communication, 1949). Claude Elwood Shannon y Warren Weaver, publican su teoría y años más tarde (1953) es reseñada por Charles F. Hockett en la revista Language, ya que el lingüista consideraba que podía ser de suma importancia para la disciplina porque, según él, las lenguas son sistemas de comunicación muy desarrollados. La teoría estudia la información misma: su estructura, el modo de codificarla y de medirla. En términos generales, se trata de calcular la cantidad de información transmitida, de acuerdo al número de elementos del sistema y la probabilidad de cada uno de ellos. El sistema, para la lingüística, será la lengua (el código) y, como tal, un conjunto de unidades en relación. Así, para medir la cantidad de información que hay en una señal o signo comunicativo, verbigracia, un fonema, un morfema, etcétera. se tomó el concepto de entropía de la física, la cual refiere al grado de incertidumbre de una prueba que tiene “k” pruebas posibles y probables: N Hc = Σ p1 log p1 i = l N= número de elementos del conjunto p1 = probabilidad de aparición de un elemento 71 De modo que, la entropía de una señal o signo comunicativo es mayor en la medida en que dicho signo sea menos previsible, menos común. La entropía es máxima cuando todos los elementos son igualmente probables y es igual a cero cuando la probabilidad de aparición de uno de los elementos es igual a l. Lo cual nos permite prever de qué elemento se trata, siendo la estimación cero, al igual que la cantidad de informaciones suministrada por aquel elemento. Se trata, entonces, de reducir la incertidumbre al eliminar posibilidades (cf. Černý, 1998). El esquema general del proceso según la teoría de Shannon y Weaver se adapta para la lingüística de la forma siguiente: un hablante quien cifra información a través de un código. Esta información se transmite a través de ondas sonoras desde un emisor hacia un recepto. Existe, asimismo, un canal o vía de transmisión, el aire que hay entre la boca del hablante y los oídos del oyente. Aunque es muy importante reconocer que, de todo el proceso comunicativo, lo más relevante es el aspecto semántico, porque ahí es donde está la codificación y la decodificación porque lo que se cifra y descifra es significado, esto es, la transferencia de las ideas a los sonidos del lenguaje. En primera instancia, esta semántica está ubicada en el hablante, quien selecciona las unidades del sistema que le permitirán trasmitirla. Así, el papel del hablante es fundamental en el circuito comunicativo porque es quien permanentemente debe guiar la interpretación del oyente, por tanto, la responsabilidad de que la comunicación sea exitosa la lleva el hablante porque es quien está tratando constantemente de reconocer los intentos que el oyente hace para integrar la nueva información con la ya existente. Por su parte, el oyente, quien está del otro lado del proceso, i.e., en la decodificación, según los teóricos, tiene una tarea más difícil que la del hablante porque debe distinguir los significados de todas las señales, enfrentado todos los 72 problemas que esto conlleva: homonimia, polisemia, etc. En este sentido, parece ser que el oyente buscará la mayor ambigüedad en la interpretación, y está inmerso, en todo momento, en la adjudicación de significados a cada unidad percibida basándose en la parte ya decodificada y evaluando, asimismo, la o las siguientes partes posibles condicionando su interpretación a sus conocimientos, experiencias, etc. (información ya existente), los cuales dependen de su edad, su cultura, su estatus social, profesión, entre otros. Así, el mayor trabajo del oyente está en reconocer, por probabilidad, las partes del enunciado que siguen. En este proceso de decodificación/interpretación, el oyente está inmerso en la información entrante, como niño o adulto en el proceso de adquisición/aprendizaje. Su trabajo, entonces, está enfocado en la percepción y en la interpretación del significado del dato lingüístico. Ahora, si reconocemos que en la comunicación el oyente es el objetivo de la información del hablante, éste debe motivar la intención del hablante para que sea claro y preciso (cf. Černý, 1998). Cabe recordar aquí, que la búsqueda de economía o la economía en sí misma no es sólo articulatoria. Al respecto, Martinet dice que lo que se espera al hablar de economía de una lengua es un equilibrio entre necesidades contradictorias: las que se vinculan con la memoria, por un lado, y las que se relacionan con la articulación por el otro (cf. Martinet, 1978). Entonces, cuando hablamos de los papeles que desempeñan tanto hablante como oyente en el proceso comunicativo no debe olvidarse que están envueltas, en ambos, tanto las necesidades comunicativas como la accesibilidad de los elementos del código en la memoria, de tal suerte que codificación y decodificación dependen de los dos aspectos, por lo que la articulación y la recuperación de los datos en las dos plazas son relevantes. 73 Ahora bien, el grado de probabilidad con la que el oyente es capaz de pronosticar la parte siguiente de un enunciado, usando la parte ya conocida de éste, es denominada en la teoría de la información: “predictibilidad” (predictability). Esto equivale a decir que la cantidad de información es máxima cuando el oyente no es capaz de predecir la parte siguiente del enunciado, dado que todos los elementos son igualmente posibles; y que la información es mínima, cuando es posible prever con absoluta certeza el elemento siguiente. En este sentido, cuando consideramos este grado de probabilidad con la que el oyente es capaz de “adivinar” algo sobre lo ya escuchado, debe apuntarse que la frecuencia, en términos de Zipf, juega un papel sumamente importante porque los elementos que ocurren con mayor frecuencia son, con mucha seguridad, más predecibles que los de menor frecuencia, de modo que el oyente es capaz de descifrar un mensaje mal articulado. En consecuencia, al alcanzarse el objetivo comunicativo los hablantes tienden a articular de manera más descuidada y esto es lo que la teoría llama “simplicidad de señal” (reducción de la señal de habla), lo cual produce cambios fonológicos más expeditos en los elementos más utilizados que en los menos frecuentes. En un momento dado, esta alta frecuencia de uso lleva a la automatización que, en muchas ocasiones, lleva a la afijación de palabras funcionales (cf. Bybee, 2003). Considérense, por ejemplo, las palabras españolas acercar (a-cercar), afuera (a-fuera), adentro (a-dentro), enamorado (en-amor-ado), antier (antes- ayer), etc. Piénsese ahora, que si todo lo que se ha expuesto hasta aquí operara de manera correcta, no sería posible que en una lengua subsistieran elementos que no contribuyeran a la comunicación, porque ésta exige un gran esfuerzo de producción. Pero una de las cuestiones que deben considerase, es que los intercambios lingüísticos nunca se producen 74 en condiciones modelo. Durante el proceso comunicativo existen interferencia de distinta índole: distracciones, descuidos de pronunciación, bulla, etc. En la teoría de la información, tales interferencias se denominan, ruido, i.e., todo lo que puede suceder durante la transmisión de la información a través de los canales posibles. Este ruido es el factor que permite que algunos elementos que podrían parecer innecesarios pervivan en las lenguas, este fenómeno es a lo que la teoría llama, redundancia; componente común y corriente en las lenguas naturales. Obsérvese, por ejemplo, las oraciones en (37). Donde tenemos, en (37a), marcadores de plural en toda la frase nominal sujeto, es decir, en el determinante y en el sustantivo. Pero además, el plural está marcado también en la conjugación verbal. En (37b), se observan marcadores de género que dependen del sustantivo en la frase nominal porque éste pertenece a tal género, así el determinante y el modificador son, también, femeninos. El fenómeno se denomina en la literatura lingüística, concordancia, la cual representa un ejemplo claro de redundancia. Parece que a los hablantes de español no les basta con apuntar si los nominales son de cierto género o tienen cierto número, tal información es repetida en otros elementos de la frase nominal o del enunciado mismo, lo cual resultaría, según la teoría de la información, sumamente costoso. (37) a. Los señores corren al trabajo. b. La pinza pequeña es la que debes usar. De tal suerte que, si en español la probabilidad de aparición de un determinante femenino antes de un nominal femenino fuera igual a 1, esto es, el 100% de las veces, entonces, no transmitiría ninguna información, su presencia es redundante. Por lo cual, cabe resaltar que este fenómeno aparentemente antieconómico, opera precisamente porque la comunicación no se da en condiciones ideales, y la exageración expresiva asegura la transmisión de 75 información a pesar del ruido en el canal. Así, los elementos redundantes posibilitan al receptor para compensar las interferencias posibles y comprender, a pesar de ellas, la información transmitida. La redundancia también puede medirse y esto se hace en relación con el cálculo de la entropía. Si dos elementos, x y z, se encuentran en distribución complementaria, y la probabilidad de aparición de x fuera dos veces mayor que la de z, no sería válido solamente el que x transmitiera la mitad de la información en comparación con z, sino también que x fuera dos veces más redundante que z. Esto querría decir que ninguno de los elementos sería completamente redundante, pero que, por ejemplo, la omisión de x tendría unas consecuencias dos veces menores para la transmisión de la información que la omisión de z, justamente porque la aparición de x es dos veces más probable (previsible) que la aparición de z. Consecuentemente, si se omite x, el receptor tendrá la posibilidad dos veces mayor de prever el contenido de la información que en el caso de la omisión de z. Así, mientras mayor es la frecuencia de cierto elemento, mayor es la probabilidad de su aparición y, por tanto, también su redundancia, en el mismo grado es menor la cantidad de información transmitida, o también el grado de incertidumbre, o sea, entropía (cf. Černý, 1998). Ahora consideremos otro aspecto de la teoría de la información. Ésta supone que una unidad respectiva altamente frecuente es previsible y, por tanto, tiene menor información. Y que por el contrario, una unidad respectiva poco frecuente es menos previsible y, por ello, conlleva mayor información. De tal modo que, parecería que dentro del lexicón de una lengua las palabras poco frecuentes transmiten más información y viceversa. Este aspecto resulta sumamente contradictorio, porque las palabras funcionales 76 suelen ser muy frecuentes, lo cual las convierte en unidades redundantes que podrían omitirse sin que la información transmitida sufriera cambios. Empero, las palabras de menor frecuencia son las que son prescindibles, mientras que las palabras funcionales, las de mayor frecuencia, no lo son. Sin ellas ningún entendimiento sería posible. Por esto, es preciso apuntar que la teoría de la información es una herramienta cuantitativa que puede ayudar a entender una parte del fenómeno lingüístico; porque, como puede verse, la cantidad de la información transmitida, evidentemente, no depende solamente del número de elementos y de la probabilidad de su aparición, sino en gran medida del propio receptor. Por otra parte, los especialista, incluidos Shannon y Weaver, consideraron y consideran que durante la transmisión de información influyen una gran cantidad de factores que rebasan la propia información. Como se ha dicho anteriormente, hay presiones sociales, antecedentes personales de hablantes y oyentes y, además, factores neurofisiológicos, psíquicos o mentales sobre los que la teoría de la información no puede dar cuenta. Así, en el proceso comunicativo de una lengua y en su desarrollo, se involucran conflictos y solución de problemas que van más allá de capacidad de memoria y de economía articulatoria. Se sopesa, así, la necesidad de tomar en cuenta todos estos factores en el estudio del lenguaje, aunque no deben, de ningún modo, subestimarse los métodos cuantitativos que puedan servir como herramienta para una explicación general del fenómeno. En todo caso, ambos deben tener el mismo estatus. Una vez que se han reconocido algunos de los aspectos formales más importantes sobre economía lingüística. Vale la pena resaltar que los patrones observados bajo este fenómeno sólo pueden verse a través del cambio lingüístico. De acuerdo con Haspelmath (2008a), los dos caminos posibles para que surjan estos patrones son la reducción 77 fonológica diferencial y la expansión diferencial de nuevas construcciones. Igualmente, Hopper y Traugott (1993:64 y ss.), piensan que esto se da por la maximización de la economía, que es maximización de la eficiencia vía diferenciación mínima y, maximización de la información. El papel más relevante, también para ellos, es el del oyente, quien procesa la información entrante de maneras que pueden no empatar con la intención de los hablantes. Sin que, claro, éstos últimos jueguen un papel importante, como ya se ha mencionado. Según estos autores, las motivaciones de simplicidad y de información están inevitablemente en competencia en el usuario de la lengua y, por ello, su desarrollo (cambio). Igualmente, consideran que la ritualización o la automatización de las expresiones llevan a su idiomatización porque los hablantes tratan de repetir expresiones que han escuchado antes, más que de buscar formas de decir aproximadamente la misma cosa. Las expresiones automatizadas –dicen– pueden almacenarse y usarse como unidades simples. De modo que la idiomatización de las expresiones puede llevar a la reducción y a la simplificación de la señalización. Por lo cual, Langacker (1977) equipara a la lengua con “un una máquina gigante de compresión de expresiones” (Langacker, 1977:106 apud Hopper y Traugott, 1993). Sin embargo, la expresividad también se ve aumentada por la introducción de formas nuevas que parecen inmotivadas, lo cual balancea la anulación de fronteras y la reducción de la redundancia en las situaciones del lenguaje normal. Se trata, también de decir cosas viejas de manera innovadora, lo cual permite mejorar la informatividad. Este es un principio, de acuerdo con los autores, de economía también, en el sentido de que se re-usan expresiones existentes para nuevos propósitos. Los autores ponen el ejemplo del inglés de la forma perifrástica del futuro be going to (voy a + infinitivo). Que se reduce a be gonna, que además de expresar una frase direccional, 78 formaliza un futuro intencional, que aunque más largo para los hablantes que will o’ll, es más accesible para el oyente. Ahora bien, en general, la lingüística funcional actual no considera que el cambio lingüístico este motivado por las interacciones entre hablantes y oyentes, en un sentido teleológico. Porque, en realidad, no existe una intención por parte de éstos de crear gramáticas bien formadas. Aunque sí piensan que las lenguas son herramientas a disposición de sus usuarios, quienes sí se comportan propositivamente y racionalmente durante la selección de variantes disponibles para crear nuevas variantes. El cambio lingüístico es visto, por esta corriente de pensamiento, como un efecto acumulativo del comportamiento de muchos individuos utilizando ciertas estructuras para propósitos específicos (cf. Bybee, 1985 y Haspelmath, 2008b). Un argumento teleológico, carecería para estos estudiosos, de evidencia empírica que lo soportara. De este modo, por ejemplo, Bybee (1985 y 1997) piensa que la creación de la morfología se da a partir de procesos espontáneos donde las funciones semánticas son similares y se subsumen bajo funciones gramaticales relacionadas de manera cercana (ver ejemplo de be going to), procesos que, desde su perspectiva, son cognitivos más que comunicativos. Así, no se trata tanto de qué se quiere decir de mejor manera, sino cuál sería una manera de decir lo que quiero decir, más o menos, de la misma forma. En este sentido, Hopper y Traugott (1994) consideran que la gramaticalización no está motivada por necesidades comunicativas, porque no todas las lenguas expresan las mismas funciones gramaticales del mismo modo. Pensar, según los autores, que esto sucede así sería creer que cuando un sistema se erosiona deja de funcionar, lo cual nos daría como resultado un estado de lengua completamente incoherente que, por supuesto, violaría el principio de uniformitarianismo. De modo que, las estructuras lingüísticas están constantemente emergiendo, porque no se trata de estrategias 79 comunicativas y de solución de problemas en las interacciones lingüísticas, donde hablante y oyente están tratando de llenar espacios en blanco; sino de estrategias de uso para la producción del entendimiento del flujo del lenguaje mientras éste se está creando (cf. Hopper (1998) y Hopper y Thompson (2001). 2.4 ¿Es icónico o es económico? Como hemos visto Haiman propone a la iconicidad y a la economía como explicaciones para ciertas generalizaciones lingüísticas. Sin embargo, existen algunas puntualizaciones que se han hecho por parte de otros lingüistas. En primer lugar, Givón (1985) y Greenberg (1995) no apoyan la distinción entre iconicidad diagramática e isomorfismo. Al respecto, Greenberg dice que esta división resulta desafortunada porque en matemáticas, la segunda, involucra tanto a los elementos como a sus relaciones. Por su parte, Givón reconoce que hay una conexión entre la estructura y la función. Claramente, considera que el estudio de la estructura debe incluir las categorías de nuestro entendimiento, el contexto de uso y las interacciones, en general, siendo todo este conjunto de elementos las motivaciones generadoras. Pero piensa que el isomorfismo no debe separarse, necesariamente, de la iconicidad diagramática porque, tanto partes de un todo como sus relaciones deben tomarse en cuenta y porque, además, el isomorfismo no es una explicación de iconicidad sino una parte de su definición. Al respecto, de acuerdo con Greenberg (op. cit.), debemos recordar que, en Peirce, los iconos son signos, esto es, representaciones donde se abstraen algunos de los rasgos del objeto, por lo que el modelo (la realidad) siempre será más rico que su representación, en este caso, el lenguaje, que apenas saca algo de ella. Por esto, no debe olvidarse que la distinción icónica pierciana entre imágenes y diagramas era más bien de grado que de clase. 80 Por otra parte, Givón (op. cit.) se pregunta si la representación icónica es una motivación funcional o un mecanismo que da lugar a la iconicidad en el lenguaje humano. Derivado de esto, piensa que entonces la iconicidad debe estudiarse a diferentes niveles. El primer nivel, no es estrictamente empírico, y representa alguna suposición sobre el lenguaje humano. Para lo cual enuncia el siguiente metaprincipio de la iconicidad: “Todas esas cosas siendo iguales, una experiencia codificada es más fácil de almacenar, recibir y comunicar si el código es máximamente isomórfico a la experiencia” (Givón, 1985:189). Pero claramente, según el autor, esto es una hipótesis fundamental sobre la motivación cognitiva-comunicativa de la iconicidad en el lenguaje, para la cual, se debe recurrir a aspectos de carácter empírico. Véanse así, los puntos que señala el autor: (1) Niveles de codificación icónica. La codificación icónica puede manifestarse al nivel: ٠ léxico, como en la escritura pictográfica. ٠ proposicional en la codificación de los estados y eventos o su concatenación secuencia. ٠ discursivo y pragmático. (2) Grado de conciencia de las relaciones icónicas. ٠ La noción de similitud entre entidades requiere de conciencia. ٠ La similitud es un principio no una relación objetiva. (3) El papel de la economía en los diferentes nivele de iconicidad. ٠ Se trata de diferenciar entre iconicidad y economía en el leguaje, pero... ٠ la economía es en el fondo motivación de, al menos, una propiedad común a todas las representaciones diagramático-icónicas. (Givón, 1985) En cuanto al primer punto, Givón (op. cit.) considera que la motivación del metaprincipio aplica a todos los niveles, pero que hay variabilidad dependiendo del nivel, de sus requerimientos funcionales y de su historia diacrónica particular, ya que las relaciones isomórficas entre la lengua y lo que ésta codifica están mediadas por tres procesos de desarrollo: ontogenia, filogenia y diacronía. En lo tocante al segundo punto, nos dice que la 81 similitud es dependiente del contexto y que se asigna por algún observador. Además, que es posible que los hablantes estén más concientes de la iconicidad léxica, y que esta conciencia va disminuyendo mientras se “sube” a los dos siguientes niveles (proposicional y pragamático-discursivo). Y finalmente, respecto del tercer punto, parece ser que la diferenciación de iconicidad y economía no siempre puede apoyarse, porque aunque exista una necesidad de representar una entidad real, el número de elementos en el medio para hacerlo es finito, por lo que en muchas ocasiones iconicidad y economía no necesariamente deben contrastar. En este sentido, Haspelmath (2008b), ha señalado que en cuanto a la iconicidad de cantidad (Ver Tabla 3 y 2.3), cuando un sistema eficiente de signos donde se supone que el coste se correlaciona con la longitud del signo se pueden enunciar los principios como los siguientes: (1) mientras más previsible es un signo es más corto y (2) mientras más frecuente es un signo, es más pequeño. Igualmente, Haspelmath (2006a), encuentra una explicación que se vincula más con la frecuencia que con la iconicidad para la posesión alienable e inalienable. El lingüista, nos dice que un nominal como mano, ocurrirá más naturalmente en un contexto posesivo que un nominal como mesa, por lo que se espera que la formalización de la posesión, del segundo, sea, más bien, abierta. Lo cual lleva a que la posesión inalienable tienda a marcarse con cero, mientras que la posesión alienable tenderá a formalizarse con una maraca explícita. Así, algunos aspectos vinculados con la distancia conceptual de Haiman, también puede considerar una explicación en términos de frecuencia como la que sigue. frecuencia > predictibilidad > menor necesidad de codificación Del mismo modo, Haspelmath (2006b) considera que la marcación diferencial de los objetos en relación con los objetos puede explicarse por el principio de economía 82 lingüística más que por el de iconicidad. Al respecto, por ejemplo, Hopper y Thompson (1980), Comrie (1989), Foley y Van Valin (1984), Van Valin y LaPolla (1997), entre otros, decían que un objeto, mientras más alto se encontrara en la jerarquía de animacidad, tendría más probabilidades de tener una marca explícita. Porque, de acuerdo con todos estos autores, en una construcción transitiva que podría considerarse como más natural (quizá hasta más icónica) el agente es animado y definido mientras que el paciente tendrá una animacidad menor. Empero, Haspelmath (op. cit.) piensa que se puede proporcionar una explicación más simple, en términos de frecuencia, esto es, “las frases nominales inanimadas ocurren con mayor frecuencia como objetos; las frases nominales animadas ocurren con mayor frecuencia como sujeto. Debido a la motivación económica, los elementos más raros suelen marcarse abiertamente” (Haspelmath, 2006b:30). Aunque, claramente una generalización de este tipo no explica la alta frecuencia de frases nominales animadas ocurriendo como sujetos, o la alta frecuencia de las frases nominales inanimadas como objetos en construcciones transitivas, lo que sí explica, desde mi punto de vista, un acercamiento sintáctico-semántico de las construcciones transitivas, respecto de cierto mapeo de la realidad. En consecuencia, aquí la frecuencia sólo prueba el efecto ineludible de la transitividad, con sus participantes en la “realidad” de la transferencia. De este modo, si bien es cierto que los elementos más altos en cualquier jerarquía gramatical son los más frecuentes, también es cierto que lo son más por una serie de asociaciones cognitivas que, en última instancia, pueden explicar su frecuencia pero no viceversa. Por otro lado, Greenberg (1995) señala que la motivación para la iconicidad lingüística no es únicamente externa, sino que existe también un tipo de iconicidad que aplica al interior del lenguaje y a la que llama “iconicidad del lenguaje interno”. Entre los ejemplos del lingüista está el de los numerales del francés, donde los números del 1 al 99 83 son isomórficos, en su estructura, respecto de los que van del 101 al 199, y de los que van 201 al 299, etc. Sabemos, de hecho, que los numerales más bajos son los no marcados en relación con los más altos. En este caso, lo que hay que notar es que lo no marcado sería el modelo para lo marcado y por ello la iconicidad se genera al interior del propio sistema. En este sentido debemos recordar también, que la iconicidad no es la única motivación de cambio estructural, como se mencionó en el capítulo anterior. Ahora, centrándonos únicamente en la iconicidad y en la economía, sabemos que ni una ni la otra, por sí mismas, explicarían las estructuras lingüísticas. En algunos casos parecería que lo que, en primera instancia, se presenta como icónico puede explicarse por presiones de economía lingüística, en términos de frecuencia. Sin embargo, no se trata aquí de darle una importancia mayor a una o a la otra, sino de explicar precisamente cómo éstas entran en competencia cooperando, así, a la generación sistemas comunicativos operativos. Arriba, se mencionaba que el empleo de formas minimizadas reduce el esfuerzo y representa una ventaja cuando la información relevante se pueda recuperar del discurso hacia el conocimiento del mundo real o desde una estructura lingüística accesible, a este respecto, el mismo Greenberg (op. cit.) piensa que una clase adicional de iconicidad interna del lenguaje es el uso anafórico o catafórico de los demostrativos, para discurso presente a discurso previo o para última mención, porque esto querría decir que el discurso pasado y el futuro son iconos de la referencia espacial presente y que, como se ha dicho, el icono sería menos basto que el modelo. Esto en la dimensión diacrónica daría lugar a los artículos, por ejemplo, definidos, donde hay un blanqueamiento semántico y pérdida de cuerpo fonológico, lo cual representaría un rasgo más de los iconos en relación con sus modelos, que en este caso serían los artículos definidos en relación con demostrativos. En este ejemplo, iconicidad y economía serían, ambas, motivadoras del cambio, que va de la 84 utilización de una forma que sustituye a una estructura mayor, a la formación de una unidad de la lengua que se relaciona icónicamente con la anterior. El examen de la economía lingüística y la iconicidad ofrece explicaciones que permiten comprender, en alguna medida, cómo la estructura lingüística sufre algunos cambios, sin que esto implique que los sistemas dejen de cumplir su tarea. Asimismo, facultan la comprensión de aspectos que se tocaron en el capítulo anterior, tales como los universales implicativos. En este sentido, debe concedérsele a la diacronía cierta fuerza que les permite reconocer los universales sincrónicos. Del mismo modo, debe admitirse que muchos de ellos también encuentran sustento bajo el principio de iconicidad y el de economía. En primera instancia, debe reconocérsele al proceso semiótico de la iconicidad un papel importante para la producción lingüística. Si este proceso se da para la producción sígnica, sería antieconómico, cognitivamente hablando, que no se diera para la producción sintáctica (cf. Tapia, 2008). No poseemos, como especie demasiados recursos “mentales”, por lo que éstos también deben usarse, en cierta medida, de forma económica. Igualmente debemos recordar que, como bien señalaba Saussure, el lenguaje no es más que otro sistema de signos, por lo que los procesos que se usan en él no pueden ser, necesariamente, diferenciados de otros procesos donde se generan signos de otra especie, esto es, en la construcción de las relaciones sociales o en los sistemas culturales que incluyen a la música, la escritura, la danza, la comida, la religión, etc. De modo que, la iconicidad debe tomar un lugar relevante en la articulación de formas lingüísticas que, al final, son portadoras de significados que deben comprenderse, usarse, re-usarse, inventarse y re-inventarse para asistir a los hablantes en su inexorable proceso de intercambio colectivo. Igualmente, debe reconocerse que, como apunta Mannhein (2000), esta iconicidad tiene 85 efectos que son de suma importancia, tales como, la naturalización de un conjunto de distinciones semióticas que posibilitan el entendimiento al producirse unidades más básicas refiriéndose a otras, lo cual permite que los patrones lingüísticos y culturales puedan referirse unos a otros, alineando estructuras que originan, incluso, que diferentes culturas, a través de la difusión, uniformen tales patrones. La iconicidad, asimismo, permite que en un acto de habla los participantes tengan las claves que requieren para interpretarlo, de acuerdo al continuo del escenario mismo, el cual los transporta, sobre la representación, al pasado, al futuro y los reubica continuamente en el presente. Pero, fundamentalmente, este proceso semiótico facilita el intercambio cognitivo entre los individuos, lo cual permite que la continuidad y la progresión cultural se mantengan. Sin que se sepa con exactitud cómo fueron creadas las primeras estructuras, porque todos nosotros ya vivimos sobre un plano proveído por unos antepasados muy lejanos, éstas surgieron de algún modo y las propias presiones socioculturales fueron generando los cambios. En mi opinión, el cambio y la generación son casi inseparables. Si imaginamos por ejemplo, ya no la creación de una estructura lingüística sino la creación prístina de un signo, una vez que éste pasa de su creador (el hablante) a otro individuo (el oyente), habrá una pérdida o transformación. De forma tal que, esta variación se da de manera inmediata en el propio intercambio. Así, la otra motivación, la económica comenzará su marcha tan pronto como la comenzó la iconicidad en la construcción y modificación de los sistemas de representación. Así, principiará la acción de la frecuencia sobre el sistema, porque lo más fácilmente accesible, en términos cognitivos, articulatorios y de memoria, será lo que más se use y se re-use. Es cierto que muchos aspectos del fenómeno lingüístico no pueden explicarse únicamente en términos de iconicidad y economía, pero su labor en un sistema de signos como el lenguaje humano es reconociblemente relevante. 86 3 Lenguas de emergencia no genética 3.1 Introducción En este capítulo se tocarán los aspectos más relevantes de las lenguas de emergencia no genética. La importancia de tales lenguas para el presente trabajo radica, precisamente, en el hecho de que no cuentan con una historia evolutiva vinculada a ninguna familia lingüística conocida, dada la situación sociológica en la que surgen. En ellas no hay una línea monogenética, donde el cambio evolutivo se perciba claramente a través de la transmisión constante de sistemas completos, o conjuntos interrelacionados de reglas léxicas, fonológicas, morfológicas, sintácticas y semánticas presentes por largos periodos. Así, su surgimiento dependió de una situación particular de contacto, donde se generaron sistemas de comunicación que favorecían el contacto social y que, eventualmente, permitieron su “creación”. Cabe aclarar que los contextos donde tales lenguas emergen son, generalmente, de comercio o de dominación. Bajo esta circunstancia, es posible identificar una serie de factores relacionados con procesos cognitivos y prácticos que intervienen en la producción de sistemas de comunicación, los cuales pueden arrojar alguna luz sobre la relación que pudiera existir entre iconicidad y economía como presiones funcionales en los estadios iniciales de evolución lingüística. En este capítulo se expondrán, pues, las características más relevantes de los tres tipos de lenguas de emergencia no genética considerados en la literatura lingüística, a saber: pidnigs, criollos y lenguas mixtas. Para ello, en este apartado introductorio se recuperan, de manera breve, algunos aspectos teóricos y descriptivos vinculados con ellas. 87 Es importante reconocer que cuando se habla de lenguas de emergencia no genética, se da por supuesto que ninguno de de los grupos de hablantes o de los individuos que entran en contacto, en un principio, son hablantes nativos de ellas, es decir, en las primeras etapas de formación de estos sistemas comunicativos los grupos o individuos hablan distintas lenguas maternas o primeras lenguas (L1). Las lenguas referidas son conocidas también como lenguas de contacto. Vale la pena, en este punto, precisar su estatus para tener claridad sobre los factores que se analizarán en el siguiente capítulo y procurar, dada su situación sociolingüística, incluir en las conclusiones generales del trabajo los elementos que verdaderamente nos lleven a entender el fenómeno de las motivaciones en competencia en estos sistemas de reciente creación. Así, según Sara Thomason (2000), una lengua en contacto es aquella que se usa para la comunicación intergrupal, por lo cual es una lengua “nueva” producto de una situación de vecindad (o de relación entre hablantes de diferentes lenguas). Suele pensarse que su lexicón o su gramática pueden rastrearse hasta una lengua fuente, esto es, una lengua de entre las lenguas en relación aporta gran parte de su vocabulario o de su estructura. En realidad, después de algunas décadas de estudio, esta suposición parece ser poco probable, por lo que se pueden encontrar diferencias de grado del lexicón y de la gramática de las lenguas donadoras en las nuevas lenguas. Así, la única conexión histórica que puede sugerirse para ellas es la situación de contacto en la que emergieron. Considérense, ahora, algunos aspectos generales de las hipótesis o de las teorías que tratan de explicar los patrones recurrentes de conformación de las lenguas bajo examen. Esto permitirá, por un lado, interpretar los datos de la muestra de lenguas considerada para este trabajo y, por el otro, comprender cómo ellas han constituido un campo fértil para explicar algunos aspectos del fenómeno lingüístico, en general. En primera instancia, 88 tenemos la hipótesis universalista que comienza a enunciarse hacia fines del siglo XIX, por Adolpho Coelho, la cual atribuye la forma de los criollos, sobre todo, a una tendencia universal del aprendizaje de segundas lenguas en los adultos. Tal tendencia sería la simplificación (cf. Holm, 2000). En este sentido, en la segunda mitad de este siglo surge una fuerte hipótesis de Derek Bickerton (1981), relacionada con la gramática universal de Noam Chomsky, que sugiere que ciertas situaciones de criollo exhiben evidencia de lo que él denomina el bioprograma, i.e., la disposición neurológica específica innata que permite que los niños creen un sistema de comunicación completo, aún cuando no tengan un estímulo vasto y consistente del sistema por adquirir y contando sólo con fragmentos degradados de él. Por su parte, existe la hipótesis donde la creación de estas nuevas lenguas es atribuida a la retención de la fonología, la gramática y el léxico de la lengua donadora, también conocida como lengua base o dominante. Esta hipótesis es conocida como la hipótesis sustratista (cf. Holm 2000). Pero, en realidad, como se dijo arriba, actualmente no se sugiere necesariamente esto, porque en muchos de los casos es difícil determinar con exactitud en qué medida los elementos de los tres niveles de análisis son realmente transferidos de la lengua donadora a la lengua creada. En este sentido, debe tomarse en cuenta que el proceso de formación de estos nuevos sistemas es más parecido al aprendizaje de una segunda lengua, el cual se da como no dirigido, i.e., sin instrucción formal. Esta situación permite, como lo predice la teoría de la transferencia, que los aprendices con diferentes LI asimilarán la segunda lengua de diferentes maneras debido a los efectos positivos o negativos de la transmisión, porque en estas situaciones de contacto debe considerarse que esa o esas LI representan una interferencia en la creación de la nueva lengua, como lo es Ll en una situación de aprendizaje de una segunda lengua. De tal suerte que, las lenguas en contacto pueden y suelen tener muchas diferencias estructurales sobre 89 las cuales los aprendices tratan de basar su comunicación. Claramente, esto contrasta con las hipótesis universalistas que consideran que habría algunas líneas generales que siguen quienes aprenden un segunda lengua, independientemente de su lengua nativa. Antes de concluir las notas iniciales de este capítulo resulta importante considerar que la noción que actualmente se aplica para las lenguas de las cuales los pidgins y los criollos han adoptado mayores cantidades de léxico, es el de lengua lexificadora. La determinación del uso de tal término responde principalmente a dos factores. Por un lado, se evita un expresión como, dominante, para separar la explicación lingüística de la situación social en la que el fenómeno ocurre, al menos, claro que la situación lo requiera para entender algunos fenómenos relacionados con las actitudes de los hablantes relacionados con el uso de estas lenguas; y por el otro, los especialistas prefieren no utilizar la noción, “lengua base”, porque ella supondría que, efectivamente, la lengua de reciente creación se ha construido sobre la base de otra, lo cual resulta impreciso. Respecto de otros términos usados para referirse a las lenguas que entran en contacto y a las lenguas que se desarrollan a partir de ellas, reservaremos sus determinaciones para los apartados donde ellas se describen. Así, entonces, considérense a continuación las características principales de los tres tipos de lenguas de emergencia no genética reconocidas en la literatura lingüística. 3.2 Pidgins Los pidgins son las lenguas que representan una forma de comunicación que se desarrolla naturalmente cuando personas con lenguas diferentes entran en contacto. Los diferentes hablantes combinan ciertos elementos del vocabulario y de las estructuras de su lengua materna en el pidgin, por tanto, es una lengua no nativa de contacto. Usualmente, este tipo 90 de lenguas se desarrolla en situaciones donde existen profundas distinciones de clase o por numerosas asimetrías entre ellas. En múltiples ocasiones, muchas lenguas mutuamente ininteligibles están involucradas con una lengua usada como un estándar social y políticamente prestigioso. Como se ha mencionado antes, pueden existir diferencias de grado en la información entrante del lexicón o de la gramática de las distintas lenguas fuente, en el pidgin. Algunos pidgins pueden obtener, de manera más o menos equilibrada, información de las lenguas fuente para ambos componentes, mientras que otros pueden sacar su lexicón de una de las lenguas fuente y el modelo de la gramática de la otra. Existen ciertas características que les pueden ser comunes a todos los pidgins. Así los pidgins que las poseen son considerados como prototípicos, los cuales han surgido en situaciones de contacto multilingüe, a través de un proceso de hibridación terciaria, esto es, a través de un medio de comunicación interétinica entre grupos hablando diferentes, las cuales conforman las lenguas de sustrato de tales pidgins. Pero otros como el russenorsk, un pidgin chino-inglés, han surgido en situaciones de contado entre dos lenguas, el cual muestra características asociadas a los pidgins prototípicos. Estos dos ejemplos, ilustran que no existe una fórmula simple para la formación de un pidgin, y que no hay un plano fijo e invariable de la estructura de un pidgin. Más que tratar de encajonar a los pidgins en un mismo modelo, las preocupaciones de los lingüistas se enfocan al hecho de que configuraciones especiales de factores sociales y lingüísticos promueven diferencias en el léxicos y la gramática de estas lenguas. Un pidgin se convierte en tal, cuando a habido pidginización, que es el complejo proceso del cambio sociolingüístico que conlleva a la reducción de las formas en un contexto donde hay restricciones de uso. Por su parte, se ha demostrado que existen tipos distintos de pidgins que van desde los que son meros dispositivos de comunicación y que 91 son altamente inestables, como los jargons usados en dominios limitados como de comercio o reclutamiento laboral; hasta los pidgins más complejos que emergen de situaciones relativamente estables y usados en una gran variedad de contextos, como el pidgin de África del Oeste o los pidgins usados como una linga franca general, en Melanesia (Foley, 1988). Ahora bien, reconociendo que hay una gran diversidad entre los pidgins, porque su formación a dependido de diversos factores. Trataremos de mostrar cuáles son las líneas estructurales generales de estas lenguas, para ello, se seguirá, en lo principal a Bickerton (1981). Morfología ٠ Ausencia de un aparato morfológico, tal como, la afijación o la flexión, por tanto, no hay expresión morfológica de categorías como: número, persona, concordancia, etc. ٠ Ausencia de otras categorías funcionales, como tiempo y aspecto, con expresiones limitadas de modalidad deóntica. Aunque en algunos casos llegan a hacerse la expresión de las relaciones temporales mediante adverbios. ٠ Un inventario de morfemas funcionales, tales como, artículos, cuantificadores preposiciones, conjunciones, complementantes, etc. ٠ Un número restringido de palabras interrogativas y pronombres. La mayoría de los pidgins tienen sólo tres pronombres: primera, segunda y tercera personas, no diferenciados en género y número. ٠ Uso de un marcador de negación universal. ٠ El léxico cuenta, de manera importante, con dos grandes categorías (nominales y verbos). ٠ Hay una falta de formación de palabras en el léxico. 92 ٠ Expresiones temporales expresadas por adverbios y partículas. Sintaxis ٠ Estructuras analíticas, con un orden de constituyentes como el primer codificador de funciones gramaticales, tales como, sujeto, objeto, etc. ٠ Un número reducido de patrones oracionales, debido a la falta de reglas para cambiar el orden de constituyentes para crear estructuras derivadas, por ejemplo, reglas de movimiento para la topicalización, la pasivización y la inversión en preguntas. ٠ Una falta de profundidad derivacional, debido a la ausencia de mecanismos para la subordinación y la incrustación, esto es, cláusulas relativas o de complemento. ٠ Ausencia de variantes estilísticas. Bickerton ilustra los pidgins mínimos de este tipo con un ejemplo del pidgin hawaiano que hablaba una persona descendiente de japoneses, el cual fue registrado en 1913. (38) Bilding-hai pleis.wal pat.taim-nautain-aen den-nau tempicha eri taim sho yu. ‘There was an electric sign high up on the wall of the building which showed you what time and temperature it was’ [Había un signo eléctrico arriba sobre la pared del edificio que te mostraba que hora y que temperatura había.] (Bickerton, 1984:175) En lo que refiere al vocabulario de las lenguas pidgin, éste es sumamente reducido, situación que provoca que exista mucha polisemia, polifuncionalidad y circunlocución. Por ejemplo, aún cuando las preposiciones en todas la leguas pueden ser polisémicas, en los pidgins este fenómeno se eleva (cf. Holm, 2000). De acuerdo con Holm, preposiciones como fo del pidgin de Camerún, o el pa del russenorsk, son preposiciones que cubren casi todas las relaciones locativas. En cuanto a la circunlocución, en tok pisin, barba y pelo son denominadas con frases tales como, gras bilong fes (pasto en la cara) y grasb bilong hed (pasto en la cabeza) (Holm, 2000:108). 93 Respecto de la simplificación, mostramos aquí un ejemplo de un pidgin esquimal de la Bahía Hudson, en (40), y del esquimal del oeste de Groenlandia (30), que como se sabe, es una lengua polisintética. Así, lo que se puede contrastar es una estructura sintética contra la estructura analítica del pidgin. (39) oqaluttuuppakkit oqaluttuup-pakkit decir-yo-tú (40) awonga igbik ukaktuk awonga igbik ukak-tu k yo tú hablar-él ‘te digo’ (Van der Voort, 1997:378 apud Winford, 2003:281) Cuando se ha dado un proceso de pidginización, estas lenguas se eestabilizan y pueden presentar un grado de morfología mayor. En general, los morfemas que surgirían serían marcadores predicativos (MP), marcadores de objeto, partículas aspectuales y algunas estructuras incrustadas. Como ejemplo de esto obsérvese el siguiente fragmento de un texto del pidgin del Oriente de África. (41) Senspasking i bin gow, i masfut fo rowt, Sens-pas-king i bin gow, i mas-fut fo rowt, Sense-pass-king PM PAS go, MP makes-foot for road, waka trong fo hil, sowtey i rish fo king camina vigorosamente arriba-y-abajo colina para-que MP llegue al rey i tong, King I tok sey,yu don Kom. Meyk yu su palacio Rey MP hablar decir, tú COMPL venir. Hacer tú klin ma het. Biabia I don plenty tumos fo ma limpiar mi cabeza, cabello MP COMPL crecer demasiado (too-much) para mí het. Senspasking I bin don gri sey, het. Sens-pas-king I bin don gri sey, cabeza. Sentido-pasar-rey PAS COMPL acordar decir/COMPL, MP go bap king i het. ir barbero rey su cabeza 94 ‘Wiser-than-king began his journey. Up and down hill he went, and so finally he arrived at the king’s palace. The king said, “you have come. Shave my head (because) my hair has grown too long.” Wiser-than-king agreed to cut the king’s hair.” [Wiser-than-king comenzó su camino. Fue arriba y abajo de la colina y finalmente llegó al lugar del rey. El rey dijo, “has venido. Rasura mi cabeza (porque) mi cabello ha crecido demasiado largo. “Wiser-than-king estuvo de acuerdo en cortar el cabello del rey”.] (Traugott 1976: 71, basado en Schneider 1966: 177) Este ejemplo puede ilustrar lo que se ha mencionado más arriba respecto de la dificultad para saber en qué medida las lenguas que entran en contacto tienen influencia en la lengua nueva. Aquí, se pueden observar las construcciones tok sey y gri sey, donde la conexión con la lengua africana es la que hace que este pidgin tenga un complementador (tok, gri) que no se encuentra en la lengua lexificadora, que sería el inglés. 3.3 Criollos Una vez que un pidgin comienza por el camino de la estabilización puede entrar en una fase de despiginización. Un momento importante para que esto suceda es cuando un pidgin comienza a tener hablantes nativos, momento en el cual, el sistema es denominado, criollo. Es claro, que en una situación de contacto la probabilidad de que los adultos que utilizan el pidgin como medio de comunicación tengan hijos en común y que esos hijos serán quienes, en determinado momento, adquirirían ese sistema. Tal circunstancia resulta sumamente relevante par a la teoría lingüística; y es ella la que llevó, en todo caso, a Bickerton a responsabilizar al bioprograma de la adquisición del lenguaje, en términos chomskianos, del surgimiento de este tipo de lenguas. Esa capacidad innata, como apunta el autor, es la encargada de hacer que niños que están en una situación donde la lengua tiene todas las características que se enlistaron arriba: falta de flexión, ausencia de mecanismos de 95 expansión, falta de señalización explícita de funciones gramaticales, etc., pueda llegar a formar un sistema lingüístico complejo, i.e., una lengua natural. Probablemente, el bioprograma no sea verdaderamente responsable de todo el desarrollo de estas lenguas, pero cabe admitir la hipótesis como algo sobre lo que debe reflexionarse porque muchas de las carencias de los pidgins son, en la siguiente generación de hablantes, compensadas de algún modo. Claramente y dado que estas lenguas están en los primeros estadios de evolución, no esperaríamos necesariamente flexión, pero sí vemos que la morfología gramatical indispensable es creada a partir de una gran cantidad de dispositivos que permiten, en su momento, convertirla en una lengua que tiene la capacidad de expresar categorías gramaticales presentes en otras lenguas. Ahora bien, la situación sociolingüística en la que se desarrollan estas lenguas sigue siendo muy compleja. Los primeros hablantes nativos de ellas se enfrentan a las mismas situaciones de desigualdad que sus padres hablantes de pidgin, es decir, hay una lengua, hablada generalmente por el grupo dominante, que goza de mayor prestigio (normalmente europea), la cual, en la mayor parte de las situaciones de contacto, se encuentra estandarizada y con codificación escrita. Los criollos no adquieren el estatus de lengua, porque en un inicio los hablantes de la lengua dominante perciben que su lengua, simplemente, está siendo mal hablada. De tal suerte que, el criollo es estigmatizado como una lengua defectuosa, teniendo a la lengua dominante como la norma. Así, las actitudes que los usuarios de criollo desarrollaron (y desarrollan) respecto de sus lenguas hicieron que éstas entraran en un proceso de decriollización, donde se busca, de acuerdo con los hablantes, igualar la “jerga” con la lengua dominante, esto es, aprenderla y, eventualmente, perder el criollo. De igual forma, habría que decir que esta percepción no sólo la tenían (o la tienen) los hablantes, los neófitos o los desinformados, porque si se hace un examen de 96 las nociones que se han usado históricamente en la literatura lingüística, podemos ver, por ejemplo: lengua del sustrato, lengua del superestrato2, lengua base; o los términos que el mismo Bickerton utiliza para explicar el paso del pidgin al criollo que acabamos de explicar. El autor, denominó al criollo puro como basilecto, mientras que a la lengua “dominante” estándar acroleto, donde el prefijo akro– del griego significa “más alto” (cf. Bickerton, 1981; Hudson, 1980). Esta nota no pretende, de ningún modo, demeritar la investigación del autor, quien tuvo, como muchos, que acuñar ciertos conceptos para explicar ciertos fenómenos relacionados con estas lenguas, únicamente pretende ilustrar, cómo, en cierta medida, esta idea del criollo como algo que está en una relación desventajosa respecto de las lenguas de prestigio, en los casos de dominación, es una imagen recurrente. Ahora bien, respecto del proceso de descriollización, Bickerton propone un continuo que va del basilecto al acrolecto, donde la fase intermedia entre ellos es denominada, mesolecto. Tal continuo representa, en buena parte, el camino que los criollos recorrerían para acercarse a la lengua estándar de prestigio, lo cual da como resultado la pérdida del criollo. Ahora, al igual que los pidgins existen muchas variedades de criollos por lo que sería difícil generalizar respecto de sus características estructurales, sin embargo algunos rasgos comunes pueden identificarse. En lo tocante al lexicón, en su gran mayoría, es legado por la lengua del superestrato, aunque existen algunas retenciones de la lengua (o lenguas) del sustrato y, por supuesto, algunas innovaciones. En la gran mayoría de los casos, el vocabulario de la lengua del superestrato conserva su contenido semántico, pero, como es de esperarse, algunos ítems léxicos sufren cambios de significado e incluso se 2 La lengua de superestrato es la lengua de prestigio o la lengua lexificadora. La lengua o lenguas del sustrato son las lenguas que originalmente hablaban los individuos o grupos que entran en contacto. 97 mudan de categoría gramatical. Por ejemplo, el verbo belong (pertenecer) del inglés, en el tok pisin pasa a ser la preposición locativa bilong “en” (Holm, 2000:108). En este mismo sentido, muchos de los adjetivos de lenguas europeas pasaron a ser verbos, por ejemplo, en la oración (42) del criollo miskito de la costa se observa que sief (safe, “seguro”) corresponde al verbo “salvarse” porque entra directamente en la construcción MODAL+ VERBO, lo cual no ocurre en el inglés, como puede observarse en la traducción que el mismo Holm ofrece de la construcción. (42) if yu wud sief, yu wud ron ‘If you want to be safe, you had better run” [Si quieres salvarte, mejor habías de correr] (Holm, 2000:118) Además, dada la polisemia que existe en los pidgins, en el paso que hay de éstos hacia los criollos, existe una ampliación semántica de los elementos, por ejemplo, aunque en los criollos africanos ya se encuentran preposiciones menos polisémicas existen algunas como, vir, que es capaz de sustituir casi a todas las que actualmente hay, lo cual permite ver el estadio anterior de la lengua, donde en el pidgin esta partícula era la preposición locativa general que permanece pero que su poca especificidad genera una ampliación semántica (Holm, 2000:118). En seguida se muestran algunos rasgos que surgen de manera recurrente en la morfología y la sintaxis de las lenguas criollas, en lo general, se siguen las propuestas de Holm (2000) y de Winford (2000). Morfología ٠ Falta de morfemas flexivos tales como, caso o concordancia. ٠ Las distinciones del caso y del género son reducidas o eliminadas en los sistemas pronominales, aunque las distinciones de número sí se preservan. 98 ٠ Las predicaciones copulativas emplean cópulas explícitas y distintas sólo en construcciones nominales y locativas. No tienen cópulas en construcciones adjetivas. ٠ Los marcadores de las categorías verbales de tiempo, aspecto y aspecto, suelen presentar un orden preverbal TMA. ٠ En los artículos hay una distinción entre el referencial definido y el referencial indefinido, y un no referencial indefinido. Al respecto, contrástense las oraciones en (43), del criollo guyanese: (43) a. mi bai di buk. ‘compré el libro (que conoces) b. mi bai wan buk. ‘compre un libro (en particular). c. mi bai buk ‘compre un libro (aún que el hablante no sepa que libro) (Bickerton, 1977: 58) En cuanto a la sintaxis los criollos, poseen una sintaxis elaborada que incluye reglas de movimientos, estrategias de relativización, de complementación y de subordinación. Muchos aspectos de la morfosintaxis en los criollos más radicales parecen tener una influencia de las lenguas del sustrato, con algunas variaciones, claro. Por ejemplo, las construcciones focalizadas contrastivas involucran el adelantamiento de un constituyente introducido por un marcador de cópula equitativa (movimiento a la izquierda por focalización). Contrástese (44a) con (44b) y (44c). (44) a. jan tiff di mango yesidee ‘Juan robó el mango ayer’ b. a jan tiif di mango yesidee FOC Juan robar el mango ayer ‘fue Juan quien robó el mango ayer’ 99 c. a di mango jan tiif yesidee ‘fue el mango que Juan robó ayer’ (Winford, 2003:327) Otro rasgo importante en los criollos sería el de las construcciones de verbos seriales, los cuales son una “secuencia de verbos que actúan juntos como un solo predicado, sin ningún marcador explícito de coordinación, subordinación o dependencia sintáctica de ninguna otra clase. Son monoclausulares; sus propiedades prosódicas son las mismas que las de la cláusula monoverbal. Y sólo tienen un tiempo, aspecto y valor de polaridad” (Aikhenvald y Dixon, 2006:1). En las lenguas criollas, el verbo de estas construcciones desempeña funciones asociadas con las categorías preposicionales y complementadoras de la lengua lexificadora, las cuales podrían ser direccionales, dativas o benefactivas. Un ejemplo de esto lo podemos ver en (45). (45) a. dem bring di pikni kom a tong ellos traer DET niño venir LOC pueblo ‘Ellos trajeron al niños (aquí) al pueblo” b. dem a waak go a maakit ellos PROG caminar ir LOC mercado ‘ellos están caminando (hacia) al mercado’ (Winford 1993:231 y 232) En el criollo de Jamaica una construcción de verbo serial direccional requiere un verbo de movimiento para indicar la dirección de éste. Así, en (45a) y en (45b) tenemos a los verbos kom (venir) y go (ir) cumpliendo esta función. Respecto de los dativos y benefactivos, obsérvese las oraciones en (46), del criollo maroon oriental. (46) a. a langa a buku gi mi 3sg mano DET libro dar me ‘él/ella me dio el libro a mi’ b. a bai wan moi doo gi Saafika 3sg comprar una bonita puerta dar Saafika ‘él/ella trajo una puerta bonita para Saafika’ (Migge 1998:236 y 238 apud Winford 2000:328) 100 En (46a) y (46b), el verbo gi está cumpliendo las funciones de dativo y de benefactivo, respectivamente. Uno de los aspectos que originó la discusión de Bickerton sobre el bioprograma es, precisamente, el sistema de tiempo, aspecto y modoo (TAM) de las lenguas criollas. En buena medida, el autor, desde 1974, considera que existe un sistema TAM prototípico en las lenguas criollas y que, al ser así, pueden plantearse hipótesis respecto del paso de un pidgin a un criollo, recurriendo a explicaciones universales. Su propuesta, es que estos sistemas de TAM tienen las siguiente secuencia: + tiempo anterior, + modalidad irreales y + aspecto no puntual. En el criollo hawaiano bin [+anterior] go [+irreales] stei [+ni puntual] V “pudo haber sido V-ing. Esta prototipicidad de los sistemas de TAM ha sido muy controversial, tanto como soporte del bioprograma, como de su regularidad. En este última, cuestión, y como se ha mencionado antes, debe considerarse que hay gran variabilidad en los pidgins y en lo criollos. Además, Bickerton elabora sus conclusiones, en primera instancia, a partir de la comparación de criollos cuyas bases son lenguas indoeuropeas, lo cual puede sesgar las aserciones. Los sistemas de TAM, por otra parte, según Bickerton, se formalizan a partir de formas libres, como se ve arriba, sin embargo hay algunos casos en los que hay afijos y no son preverbales, verbigracia, el sufijo –ba que señala tiempo pasado en el criollo caboverdiano. Respecto de esto, puede decirse también que Bickerton (1974 y 1981) consideró que los criollos no estaban marcando necesariamente un pasado, en los términos de Comrie (1976), i.e., un tiempo pasado tiene como punto de anclaje el acto de habla. Sin embargo, de acuerdo con Bickerton, los criollos expresan un tiempo anterior en los verbos no estativos, el cual define como “un pasado antes del pasado”. De forma tal que, este tiempo anterior representa a un tiempo previo al punto de referencia: el acto de 101 habla. Aunque, otra vez, esta suele ser una característica bastante extendida en las lenguas criollas y un rasgo que observa y define por primera vez el autor, no está totalmente extendida en las lenguas criollas del mundo. Igualmente, en las lenguas criollas se hace una distinción entre lo realizado [+realis] (completivo) y lo no realizado [-realis] incompletivo (cf. Singler, 1990). Respecto del orden de los marcadores preverbales de los sistemas TAM, obsérvense los ejemplos en (47) del criollo inglés-hawaiano, y respecto de la distinción entre completivo/incompletivo considérense las oraciones en (48) del criollo de Mauritania. (47) a. go-stay-V: …whatever I save from the house rent, I go stay pa… ‘cualquier cosa que ahorre de la renta, seguiré pagándola’ b. bin-stay-V: …you know where wi bin stay go before… ‘tú sabes ha done hemos estado yendo antes’ c. bin-go-V: …ah…I say, I bin go order, see… ‘ah, así que estado pensando en ordenarte, ve’ d. bin-go-stay-V: …no, shit, I bin go stay figure only about twenty… ‘no, shit, había estado calculando sólo más o menos veinte’ (Bickerton, 1975 apud Givón, 1984:294) (48) a. il desid al ment posoh ladah ‘ella decidió ira a poner pescado en eso’ b. li tip e ale aswar pu al bril lakaz sa garsoh-la él TP MOD ir una-tarde para ir quemar casa que el-muchacho me lor sime ban dayin fin atke li. pero en el camilo PL bruja COMPL atacar a-él ‘El hubiera ido esa tarde a quemar la casa del muchacho, pero en el camino lo atacaron las brujas’ (Bickerton 1981: 60-1, apud Hopper y Traugott 1993:215) Como puede verse, en (48a) se expresa una acción realizada y, en (48b), se expresan eventos no realizdos. Otros aspectos sobre la sintaxis de las leguas criollas es la negación múltiple de las oraciones. Normalmente, los sujetos no definidos, los constituyentes de las frases verbales 102 no definidas y el verbo tienen que negarse, Obsérvese el siguiente ejemplo del criollo guyanese: (49) mi neva sii notn in dat bilin ‘nunca vi nada en ese edificio’ (Rickford, 1987:148) Sobre la dependencia clausular, pueden observarse los siguientes ejemplos de relativización, obsérvese el ejemplo también del criollo guyanese: (50) mi witnis da wid mi ai wo gaad gi mi… di kozn ‘atestigüé con mis ojos que Dios me da…el primo wo suiit na waan fu gu. que intoxicado no quería ir ‘atestigüé con mis propios ojos que Dios me dio, el primo que estaba intoxicado no quería ir’ (Rickford. 1987:153) Las anteriores son las características estructurales generales observadas en las lenguas criollas. Aparentemente, de acuerdo con Holm (2000), muchas de ellas están, más bien extendidas en los criollos del atlántico, aunque algunos aspectos también pueden estar presentes en otras. Deben, pues, tenerse reservas respecto de hacerse generalizaciones alrededor de estas lenguas, porque, como se ha dicho, sus historias de contacto, de emergencia y desarrollo envuelven una gran cantidad de aspectos diversos. Igualmente, deben considerarse las estructuras de las lenguas involucradas (sustrato y superestrato), porque son tanto donadoras de léxico como de rasgos estructurales que influyen de manera importante en ellas. 3.4 Lenguas mixtas Existen otro tipo de lenguas que surgen también del contacto lingüístico, donde algunas mezclas bilingües resultan en una creación nueva y autónoma. Tales son las lenguas mixtas 103 que están constituidas de materiales legados por sólo dos lenguas. Los casos típicos son aquellos donde casi toda la gramática deriva de una lengua y el lexicón de otra. Los factores sociohistóricos en los que estas lenguas emergen tienen que ver con: (a) la resistencia de un grupo étnico que resiste la asimilación al grupo dominante; (b) presiones culturales intensas de la lengua dominante; (c) una cambio gradual a largo plazo; (d) emergencia de un grupo social nuevo que crea una lengua propia como un sistema identitario; y (e) creaciones abruptas que, en ocasiones, involucran un solo cambio de una generación a otra. (Thomason, 1995). Otros autores sugieren que la “clasificación” de estas lenguas mixta debe hacerse en términos de la naturaleza de los escenarios del contacto y de las características de las lenguas mismas (Bakker, 1994). En este sentido, pueden considerarse cuestiones tales como la necesidad de un grupo que requiere crear una lengua secreta que sería el caso, por ejemplo, del callawaya, la lengua de los brujos bolivianos, donde se mezclan el aymara y el quechua; o como el surgimiento de una lengua en hogares donde las mujeres locales se mezclan con hombres inmigrantes, como el michif. En todo caso, lo que interesa resaltar en este trabajo es la mezcla de dos lenguas. De acuerdo con Thomason (1997:80), las características generales de estas lenguas a las que, en la literatura lingüística, también se les denomina como lenguas mixtas bilingües, serían las siguientes: ٠ Se desarrollan o se crean en situaciones de contacto entre dos lenguas. ٠ Su escenario involucra un bilingüismo extendido por parte, al menos, de una de los grupos hablantes. ٠ En la mezcla resultante el material lingüístico es fácilmente separable de acuerdo con la lengua de origen. ٠ Hay muy poca o nada de simplificación en los componentes de la lengua mixta, lo cual refleja el bilingüismo de sus creadores. 104 Enseguida presentamos algunos ejemplos de estas lenguas mixtas que, en sí mismas. presentan características distintas debido a la particularidad de sus situaciones sociohistóricas de contacto. Obsérvese, en primera instancia, la media lengua, una lengua que mezcla la gramática del quechua y el vocabulario del español. Esta lengua surge en Ecuador por cuestiones, esencialmente laborales, donde los indígenas quechuas tienen que migrar a las ciudades para conseguir trabajos principalmente en la construcción y entran en contacto con el español. Aunque, esta lengua ya es considerada la lengua nativa de algunos de los poblados del Ecuador. (51) a. unu faburta pidingabu binisuni unu fabur-ta pidi-nga-bu bini-su-ni un favor-ACU pedir-NOM-BEN venir-PROG-1sg ‘vine a pedirte un favor’ b. no sabinichu Xwan binishkada no sabi-ni-chu Xwan bini-shka-da NEG saber-1ªsg-NEG Juan venir-NOM-ACU ‘no sé que Juan ha venido’ (Winford, 2003:176) Puede observarse en estos ejemplos que el vocabulario del español toma la morfología flexiva del quechua, tanto en los nominales como en los verbos, las raíz fabu– (favor), toma la marca nominal de caso acusativo, mientas que las raíces pidi– (pedir), bini– (venir) y sabi– (saber), toman las flexiones verbales de nominalización, persona, progresivo, aplicativos. Incluso si se observa, se conserva el orden de constituyentes SOV del quechua y no el SVO del español. Otro caso, muy citado de estas lenguas, es el michif, donde la mezcla se dio entre el francés y el cree. Obsérvese el siguiente ejemplo: (52) e:gwanIgi li: sava:z ki:pa:amwak la vyâd ellos los indios secaron la carne ‘los indios secaron la carne’ 105 De acuerdo con los datos de la lengua el 94% de los sustantivos del michif, provienen del francés, los artículos también y entre el 88% y 99% de los verbos provienen del cree (cf. Winford, 2003), lo cual se ilustra en el ejemplo. Cabe recordar que aunque el surgimiento de lenguas como estas también resultaría muy enriquecedor par un trabajo como este, por el momento, no serán incluidas en la muestra de lenguas bajo examen. Las razones son de orden práctico, principalmente, esto es, se hizo una revisión de la disponibilidad de los datos, la cual permitió ver que no era posible consolidar ni una mínima base de datos de estas lenguas con las descripciones disponibles en las bibliotecas de la Ciudad de México. No obstante esto, se creyó pertinente, para este capítulo, reconocer su existencia y su importancia como lenguas de contacto y, por tanto, lenguas de emergencia no genética sumamente importantes, dándoles un espacio. 3.5 Resumen Situaciones de contacto lingüístico de diversa índole provocan, en algunas ocasiones la emergencia de lenguas totalmente innovadora. Unas, como los pidgins mínimos, emergen de las necesidades de comunicación de hablantes de distintas lenguas, que cubren sus necesidades comunicativas inmediatas, llevando a cabo una simplificación de la estructura de las lenguas involucradas en el contacto, pero principalmente de la lengua dominante o lengua lexificadora. Aunque caracterizar el proceso de pidginización, como de simplificación, puede ser engañoso, porque depende de qué lenguas se estén tomando como base para esta transformación, es decir, a simple vista parece que lo que se simplifica es la lengua del superestrato, sin embargo, la emergencia de un pidgin representa un sistema innovador que se basa en el lexicón de la legua lexificadora y, tal vez, el algunos 106 principios universales, de organización mínima gramatical, por lo que la simplificación no parecería ser el término más adecuado para caracterizar el proceso. Por otra parte, el estudio de los pidgins (y de los criollos) puede proveer información sumamente importante sobre las presiones que ejercen las motivaciones funcionales por estar en los primeros estadios de evolución. Hasta el día de hoy, estas situaciones de contacto, en cuanto al desarrollo posterior de las lenguas, han apoyado las generalizaciones respecto de los proceso de gramaticalización, en el sentido de que los morfemas provienen de piezas léxicas que van perdiendo cuerpo fonológico y restringen su distribución; y porque parece ser que las propiedades semánticas son las que predominan en las fases iniciales de la evolución. Los pidgins, asimismo, presentan un habla lenta, lo cual se asocia a la poca familiaridad de los hablantes con el sistema usado, pero también con una tendencia al mínimo esfuerzo, porque en sistemas como estos el discurso debe ser básico y limitado, por su practicidad. Igualmente, la economía juega un papel importante aquí porque presentan formas altamente polisémicas. Los criollos, a diferencia de los pidgins, son típicamente pensadas ya como lenguas nativas. Aquí, lo que tenemos es que después del proceso de estabilización de un pidgin, el sistema va complicando la organización morfosintáctica del lexicón. Proceso que, posteriormente, se extiende de manera significativa para dar lugar a las lenguas criollas. Sabemos, también, que los criollos son el resultado de la adquisición del la lengua infantil, lo que hace que, con las reservas convenientes, la hipótesis del bioprograma de Bickerton no sea totalmente rechazada, porque resulta que los criollos son más complejos que los pidgins, y éstos se dan, prácticamente, de una generación a otra entre hablantes no nativos de un sistema comunicativo a hablantes de una lengua “materna”. 107 Finalmente, aunque las lenguas mixtas, quizá, pudieran ofrecer alguna evidencia de cómo las motivaciones de iconicidad y economía entran en competencia en el momento en el que estas lenguas seleccionan su gramática y su lexicón, desafortunadamente no será posible incluirlas en el trabajo, dada la disponibilidad de los datos. 108 4 Análisis y discusión 4.1 Introducción Los pidgins y los criollos puede constituir una evidencia importante respecto de la validez de los universales lingüísticos y del modelo de motivaciones en competencia, ya que son variantes lingüísticas sin tradición escrita con un origen relativamente reciente, lo que nos permite observar cuáles podrían ser las elecciones estructurales prístinas, si es que eso pudiera existir, y cómo las presiones funcionales pueden estarse ejerciendo en un sistema con un recorrido muy corto sobre el camino de la morfologización. En este capítulo se describe la muestra de las lenguas bajo estudio, los órdenes de constituyentes que se registraron y su relación con los universales lingüísticos y el modelo de motivaciones en competencia, para finalmente, discutir algunos aspectos relacionados con este modelo en relación con los datos considerados para el trabajo. 4.2 La muestra De acuerdo con Etnologue, el catálogo de lenguas del mundo del Instituto Lingüístico de Verano (en su versión electrónica), existen 82 lenguas criollas y 17 pidgins. Por su parte, Holm (2000) da cuenta de un conjunto de 89 lenguas, donde están incluidos tato criollos como pidgins. Claramente, el hecho de que estas 89 (ó 99) lenguas hayan sido identificadas no quiere decir que todas ellas estén descritas o que sea posible acceder a los datos. Así, dada la dificultad de documentar los elementos bajo estudio del universo completo de estas lenguas se ha conformado una muestra, cuya configuración dependió, en primera instancia, de la disponibilidad de los datos y, en segundo término, de la fiabilidad en la 109 representatividad en función del universo. De modo tal, que en la muestra se consideraron dos cuotas: la distribución geográfica y una proporcionalidad de lenguas en relación con la lengua lexificadora o lengua base. Así, y de acuerdo con el modelo descrito en el primer capítulo del trabajo, se recabaron los datos sobre orden de constituyentes de las oraciones declarativas (S), (O) y (V); de la frase nominal genitiva, posesiva, demostrativa, adjetiva y numeral; el orden adposición nombre; y el orden de la expresión relativa y el nominal. Lo anterior se hizo en 13 lenguas que incluyen tanto pidgins como criollos. La clasificación que se usó para este fin fue la de Holm (2000), ya que este lingüista es considerado una de las grandes autoridades sobre el tema. En la Tabla 6 (siguiente página) se muestra tal clasificación con un total de 90 lenguas y, sombreadas con gris, están identificadas las lenguas que conforman la muestra. Igualmente, en la página posterior a la de la clasificación se muestra un mapa con la distribución geográfica de las lenguas de la muestra. Así, entonces, estas 13 lenguas representan el 14.44% del total de los pidgins y criollos registrados. Estas 90 lenguas se distribuyen, en relación con sus bases, de la siguiente manera: 36 de base inglesa, 9 de base portuguesa, 3 de base española, 3 de base holandesa, 16 de base francesa y 24 de otras bases. De modo tal, que en la muestra están representadas las bases inglesa, portuguesa, española, holandesa y francesa. Así, hay 6 lenguas de base inglesa, las cuales representan el 16.66% de tal base; 2 de base portuguesa, esto es, el 22.2% de esta base; 1 de base española que equivale a la 33.3% de la base; 1 de base holandesa que, al igual que la base anterior representaría el 33.3% de la base; 2 de base francesa que es el 12.5% de tal base y, por último, 1 de las otras 24 lenguas a las que les corresponden igual número de bases, por tanto, en el último caso, no puede hablarse de una representatividad de la base. Lo anterior se resume en la siguiente tabla: 110 Tabla 5. Distribución de las lenguas de la muestra en relación con sus bases. Total de lenguas 90 Lenguas de la muestra 13/90 14.44% Base inglesa 6/36 16.66% Base portuguesa 2/9 22.2% Base española 1/3 33.3% Base alemana 1/3 33.3% Base francesa 2/16 12.5% Otras bases 1/24 Tabla 6. Clasificación de lenguas pidgins y criollas, según Holm (2000). Base inglesa Base portuguesa Bases africana, asiática, austronésica y amerindia 1 Bahamiano 1 Brasileño Popular 1 Jargon Eskimal 2 Caymaniano 2 Cabo Verdiano 2 Jargon Chinook 3 Jamaiquino 3 Guinea-Bissau 3 Jargon Mobiliano 4 Beliceño 4 Golfo de Guinea (Ang) 4 Jargon Delaware 5 Islas Bahía 5 Indoportugués 5 Lingua Geral 6 Miskito de la Costa 6 Sri Lanka 6 Sango 7 Providencia y Sn. Andrés 7 Papia Kristang 7 Pidgin juba arábigo 8 Costa Ricense 8 Macanese 8 Criollo nubi arábigo 9 Panameño 9 Malayoportugués 9 Linguala 10 Samaná 10 Kituba 11 Islas Vírgenes Base española 11 Swahili 12 Islas Windward Alemanas 1 Palenquero 12 Fanakalo 13 Islas Leeward 2 Papiamentu 13 Pidgin naga 14 Barbados 3 Philipino 14 Malayo baba 15 Islas Windward de la Mancomunidad 15 Pidgin japonés 16 Trinidad y Tobago Base alemana 16 Hiri motu 17 Guyanese 1 Negerhollands 17 Pidgin fijiano 18 Sranan 2 Berbice 18 Pidgin hindostano 19 Saramaccan 3 Afrikaans 20 Ndyuka Bases de otras lenguas 21 Gullah Base francesa 1 Pidgin vasco 22 Krio Gambiano 1 Louisiana 2 Russenorsk 23 Krio Sierra Leona 2 Haitiano 3 Lingua Franca 24 Liberiano 3 Antillano lesser 4 Pidgin eritreano italiano 25 Pidgin nigeriano 4 Grenada 5 Pidgin chino ruso 26 Fernandino 5 Trinitario 6 Unserdeutsch 27 Camerunese 6 Guyanés 28 Chino 7 Africano del oeste 29 Tok Pisin 8 Réunionais 30 Estrecho de Torres 9 Mauritius 31 Asustraliano 10 Karipuna 32 Islas Solomon 11 Rodrígues 33 Vanuatu 12 Seychellois 34 Islas Norfolk 13 Diego García 35 Hawaiano 14 Fietnamita 15 Nuevo Caledonio 16 Tayo 111 M ap a 1. D is tr ib uc ió n ge og rá fi ca d e la s le n gu as d e la m ue st ra . 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12 13 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12 13 1. A ng ol ar 2. C ri ol lo B el ic eñ o 3. C ri ol lo B er bi ce H ol an dé s 4. C ri ol lo d e C ab o V er de 5. C ri ol lo J am ai qu in o 6. K ar ip un a 7. C ri ol lo M au ri ti us 8. N dy uk a 9. P id gi n N ig er ia no 10 . N ub i 11 . P ap ia m en tu 12 . S ra na n 13 . T ok P is in 112 4.3 Los órdenes de constituyentes y su relación con los universales lingüísticos En este apartado se describirá la relación de los órdenes documentados de la muestra de lenguas, su relación con los universales lingüísticos y los principios de dominancia y armonía. Los datos obtenidos pueden verse en el Apéndice de Datos que acompaña este trabajo, donde se registraron dos expresiones en las que se presentaran los órdenes de constituyentes que fueron considerados para el análisis, a excepción de un orden en el Tok Pisin, porque no fue posible conseguir más que un ejemplo. Así, de acuerdo con los datos disponibles se documentaron 8 órdenes de constituyentes, a saber: SVO, GN, PosN, DemN, NumN, NRel, NA y el de la adposición. Su distribución, en las lenguas de la muestra y de acuerdo con los órdenes dominantes, se muestra enseguida: Tabla 7. Ordenes registrados en las lenguas de la muestra. Órdenes dominantes SVO GN PosN DemN NumN NRel NA Prep 1 Angolar SVO NG NPos NDem NumN NRel NA Prep 2 Criollo beliceño SVO GN PosN DemN NumN NRel AN Prep 3 Criollo berbice SVO GN PosN NDem NumN NRel AN Prep 4 Criollo de Cabo Verde SVO GN PosN NDem NumN NRel NA Prep 5 Criollo jamaiquino SVO GN PosN DemN NumN NRel AN Prep 6 Criollo karipuna SVO NG PosN DemN NumN NRel AN Prep 7 Criollo mauritius SVO NG PosN DemN NumN NRel AN Prep 8 Ndyuka SVO GN PosN DemN NumN NRel AN Prep 9 Pidgin nigeriano SVO GN PosN DemN NumN NRel AN Prep 10 Nubi SVO NG NPos NDem NumN NRel NA Prep 11 Papiamentu SVO NG PosN NDem NumN NRel NA Prep 12 Sranan SVO GN PosN DemN NumN NRel AN Prep 13 Tok Pisin SVO NG NPos DemN NumN NRel AN Prep Como puede observarse, todas las lenguas de la muestra poseen un orden SVO, NumN, NRel y son preposicionales. Esto es, tiene cuatro de los ocho órdenes dominantes bajo estudio. En relación con el primero, todas las lenguas de la muestra son VO, cumpliéndose, así, el Universal 1 de Greenberg (1963): “En las oraciones declarativas con sujeto y objeto nominales, el orden dominante es casi siempre uno donde el sujeto precede al objeto.”. 113 Ahora bien, en la gráfica de pastel, abajo, se ilustra la distribución del número de órdenes dominantes en las lenguas de la muestra. Como se observa, 6 lenguas (46.15%) presentan 7 de los órdenes dominantes, 4 lenguas (33%) tienen 6 de los órdenes dominantes y 3 lenguas (28%) 5 de ellos. Con esto, puede decirse que, efectivamente, ninguna lengua está completamente motivada (ver Capítulo I, punto 1.2), y como puede verse, ni siquiera lenguas como los pidgins y los criollos. Aunque, el hecho de que las 13 lenguas tengan 5 o más de los órdenes dominantes, apunta a una tendencia por parte de este tipo de lenguas: el orden dominante es el orden preferido. Gráfica 1. Distribución del número de órdenes dominantes en las lenguas de la muestra. 39% 33% 28% 6 lenguas con 7 órdenes dominantes 4 lenguas con 6 órdenes dominantes 3 lenguas con 5 órdenes dominantes Ahora bien, en 5 de las lenguas con 7 de los órdenes dominantes puede verse que el orden no dominante es AN (abajo), esto es, el recesivo de NA. De acuerdo con Greenberg (1963:76), “un orden dominante puede ocurrir siempre pero su opuesto, el recesivo, ocurre sólo cuando una construcción armónica está también presente”. Así, entonces, se comprueba que todos los demás órdenes, VO, GN, PosN, DemN, NumN, NRel y Prep, son órdenes armónicos en relación con AN, porque la armonía se define respecto de los órdenes recesivos, i.e., “un orden recesivo es armónico con el orden que ocurra con él, y no al 114 revés” (Croft, 1990:55), por tanto, este orden no dominante puede ocurrir dada la presencia de los que sí lo son. Además, estas lenguas, como otras que se verán más adelante, se constituyen como evidencia del tratamiento reversible que Greenberg da a los patrones armónicos, donde AN, DemN y NumN eran armónicos entre sí, a pesar de que fueran recesivos (Croft, 1990:57) y como prueba de su Universal 18: “cuando el adjetivo descriptivo precede al sustantivo, el demostrativo y el número, con una frecuencia altamente superior al azar, hacen lo mismo” (Greenberg, 1963). Criollo beliceño SVO GN PosN DemN NumN NRel AN Prep Ndyuka SVO GN PosN DemN NumN NRel AN Prep Pidgin nigeriano SVO GN PosN DemN NumN NRel AN Prep Sranan SVO GN PosN DemN NumN NRel AN Prep Criollo jamaiquino SVO GN PosN DemN NumN NRel AN Prep La otra lengua con 7 órdenes dominantes es el criollo de Cabo Verde (abajo), cuya lengua lexificadora es el portugués. El orden no dominante que aparece aquí es NDem. Siguiendo a Greenberg (op. cit.) este orden recesivo puede aparecer porque es armónico con todos los demás órdenes (VO, GN, PosN, NumN, NRel, NA y Prep), ya que todos ellos son armónicos con él. Respecto de las 4 lenguas de la muestra (30.76%) que tienen 6 de los órdenes dominantes. Puede verse que, en dos de ellas (abajo), NG y AN son los órdenes no dominantes. El primer recesivo, NG, es armónico con los órdenes VO, PosN, DemN, NumN, NRel y Prep. Por su parte, AN es armónico con los órdenes VO, PosN, DemN, NumN, NRel, y Prep, siendo también, este par de lenguas evidencia del Universal 18 y del tratamiento reversible que Greenberg dio a los patrones armónicos que permiten que DemN y NumN sean armónicos con AN. Criollo de Cabo Verde SVO GN PosN NDem NumN NRel NA Prep 115 Criollo karipuna SVO NG PosN DemN NumN NRel AN Prep Criollo mauritius SVO NG PosN DemN NumN NRel AN Prep La otra lengua con 6 órdenes dominantes es el criollo berbice (abajo), la cual tiene a NDem y AN como no dominantes. NDem, es armónico con los órdenes VO, GN, PosN, NumN, NRel y Prep; mientras que AN es armónico con VO, GN, PosN, NumN, NRel y Prep. Criollo berbice SVO GN PosN NDem NumN NRel AN Prep La última lengua con 6 órdenes dominantes es el papiamentu (abajo). Los órdenes recesivos serían, NG y NDem, siendo que NG es armónico con VO, PosN, NumN, NRel, NA y Prep; y NDem con VO, PosN, NumN, NRel, NA y Prep. Papiamentu SVO NG PosN NDem NumN NRel NA Prep Tres de las lenguas de la muestra (23.07%) tienen 5 órdenes dominantes. Dos de ellas (abajo), tienen como órdenes recesivos a NDem, NG y NPos, siendo éstos armónicos con los órdenes VO, NumN, NRel, NA y Prep. En la Tabla 1, Capítulo I, punto 1.2, se reprodujeron las dos armonías que dependían de si el núcleo verbal o de la frase se encontraba a la derecha (Armonía 1) o a la izquierda (Armonía 2) de los dependientes. Como puede observarse, en el nubi y en el angolar (abajo) hay 7 de los 8 órdenes con el núcleo a la izquierda, siendo el orden NumN el único orden donde el núcleo se encuentra a la derecha, lo cual daría cuenta, una vez más, de que ninguna lengua está totalmente motivada. Nubi SVO NG NPos NDem NumN NRel NA Prep Angolar SVO NG NPos NDem NumN NRel NA Prep La tercera lengua con 5 órdenes dominantes, el tok pisin, tiene como órdenes recesivos a NG, NPos y AN. Los tres son armónicos con VO, DemN, NumN, NRel y Prep. El segundo, AN, es armónico con NumN y DemN. Tok Pisin SVO NG NPos DemN NumN NRel AN Prep 116 Así, vemos cómo todas las lenguas de la muestra satisfacen el principio armónico, porque “una lengua no puede ser armónica sin tener algunos órdenes recesivos” (Croft, 1990:57), lo cual ocurre en todos los casos. Más arriba se dijo que todas las lenguas de la muestra son preposicionales, en relación con esto, veremos los universales de Hawkins (1983) (Anexo 2) involucrados con ese orden para revisar el comportamiento de este tipo de lenguas. El Universal (III) reza: “Si una lengua tiene un orden de palabras preposicional, entonces si el adjetivo sigue al nombre, el genitivo sigue al nombre “(Prep ⊃ (NA ⊃ NG)). De las 13 lenguas de la muestra, 4 tienen un orden NA y tres de ellas, también tiene un orden NG, cumpliéndose en estas tres lenguas el Universal. Sin embargo, el criollo de Cabo Verde es preposicional, tiene un orden NA, pero un orden GN. El Universal (V) dice: “Si una lengua tiene un orden de palabras preposicional, entonces si el demostrativo sigue al nombre, el adjetivo sigue al nombre” (Prep ⊃ (NDem ⊃ NA)). De las 13 lenguas de la muestra, 5 tienen un orden NDem y cuatro de ellas, también tiene un orden NA, cumpliéndose en estos cuatro casos el Lengua Órdenes 1 Angolar NG NA Prep 2 Criollo beliceño GN AN Prep 3 Criollo berbice GN AN Prep 4 Criollo de Cabo Verde GN NA Prep 5 Criollo jamaiquino GN AN Prep 6 Criollo karipuna NG AN Prep 7 Criollo mauritius NG AN Prep 8 Ndyuka GN AN Prep 9 Pidgin nigeriano GN AN Prep 10 Nubi NG NA Prep 11 Papiamentu NG NA Prep 12 Sranan GN AN Prep 13 Tok Pisin NG AN Prep Lengua Órdenes 1 Angolar NDem NA Prep 2 Criollo beliceño DemN AN Prep 3 Criollo berbice NDem AN Prep 4 Criollo de Cabo Verde NDem NA Prep 5 Criollo jamaiquino DemN AN Prep 6 Criollo karipuna DemN AN Prep 7 Criollo mauritius DemN AN Prep 8 Ndyuka DemN AN Prep 9 Pidgin nigeriano DemN AN Prep 10 Nubi NDem NA Prep 11 Papiamentu NDem NA Prep 12 Sranan DemN AN Prep 13 Tok Pisin DemN AN Prep 117 Universal. Pero el criollo berbice es preposicional, tiene un orden NDem, con un orden AN. Esta última lengua también representaría, pues, una excepción para el Universal (V’): “Si una lengua tiene al nombre antes del demostrativo, entonces tiene al nombre antes del adjetivo” (NDem ⊃ NA). Hay tres Universales de Hawkins (op. cit.) que involucran el orden de la frase nominal y el de la frase numeral. El primero sería el Universal (VI) que a la letra dice: “Si una lengua tiene un orden de palabras preposicional, entonces si el numeral sigue al nombre, el adjetivo sigue al nombre” (Prep ⊃ (NNum ⊃ NA)). El segundo es el Universal (VIII): “Si una lengua tiene un orden de palabras preposicional, entonces si el numeral sigue al nombre, el genitivo sigue al nombre” (Prep ⊃ (NNum ⊃ NG)). El tercero es el Universal (XII): “Si una lengua tiene un orden de palabras preposicional, entonces si el numeral sigue al nombre, la expresión relativa sigue al nombre” (Prep ⊃ (NNum ⊃ NRel)). Como puede observarse, todas las lenguas tienen un orden NumN, por tanto, ninguno de estos tres universales aplica para esta muestra de lenguas. Así como, tampoco aplicaría, por completo, el Universal (VI’) que se deriva del Universal (VI): “Si una lengua tiene al nombre antes del numeral, entonces tiene al nominal antes del adjetivo” (NNum ⊃ NA y su equivalente AN ⊃ NumN). En términos de la equivalencia, tendríamos a 8 lenguas de la muestra (61.53%) con el orden NumN en el implictum y AN en el implicando. Lengua Órdenes 1 Angolar NumN NG NA NRel Prep 2 Criollo beliceño NumN GN AN NRel Prep 3 Criollo berbice NumN GN AN NRel Prep 4 Criollo de Cabo Verde NumN GN NA NRel Prep 5 Criollo jamaiquino NumN GN AN NRel Prep 6 Criollo karipuna NumN NG AN NRel Prep 7 Criollo mauritius NumN NG AN NRel Prep 8 Ndyuka NumN GN AN NRel Prep 9 Pidgin nigeriano NumN GN AN NRel Prep 10 Nubi NumN NG NA NRel Prep 11 Papiamentu NumN NG NA NRel Prep 12 Sranan NumN GN AN NRel Prep 13 Tok Pisin NumN NG AN NRel Prep 118 El Universal (VII) dice: “Si una lengua tiene un orden de palabras preposicional, entonces si el demostrativo sigue al nombre, el genitivo sigue al nombre (Prep ⊃ (NDem ⊃ NG)). Puede observarse (en la tabla abajo) que 5 de las lenguas de la muestra poseen el orden NDem y, 3 de ellas, tienen un orden NG. Sin embargo, comoni el criollo berbice ni el criollo de Cabo Verde cumplen con este Universal. Lengua Órdenes 1 Angolar NG NDem Prep 2 Criollo beliceño GN DemN Prep 3 Criollo berbice GN NDem Prep 4 Criollo de Cabo Verde GN NDem Prep 5 Criollo jamaiquino GN DemN Prep 6 Criollo karipuna NG DemN Prep 7 Criollo mauritius NG DemN Prep 8 Ndyuka GN DemN Prep 9 Pidgin nigeriano GN DemN Prep 10 Nubi NG NDem Prep 11 Papiamentu NG NDem Prep 12 Sranan GN DemN Prep 13 Tok Pisin NG DemN Prep Existen otros tres Universales de Hawkins (op. cit.) que involucran el orden de la adposición con la cláusula relativa y la frase nominal. El primero sería el Universal (IX) que reza: “Si una lengua tiene un orden de palabras preposicional, entonces si el genitivo sigue al nombre, la cláusula relativa sigue al nombre” (Prep ⊃ (NG ⊃ NRel)). El siguiente sería El Universal (X): “Si una lengua tiene un orden de palabras preposicional, entonces si el adjetivo sigue al nombre, la cláusula relativa sigue al nombre” (Prep ⊃ (NA ⊃ NRel)). El tercero sería el Universal (XI) que dice: “Si una lengua Lengua Órdenes 1 Angolar NG NA NDem NRel Prep 2 Criollo beliceño GN AN DemN NRel Prep 3 Criollo berbice GN AN NDem NRel Prep 4 Criollo de Cabo Verde GN NA NDem NRel Prep 5 Criollo jamaiquino GN AN DemN NRel Prep 6 Criollo karipuna NG AN DemN NRel Prep 7 Criollo mauritius NG AN DemN NRel Prep 8 Ndyuka GN AN DemN NRel Prep 9 Pidgin nigeriano GN AN DemN NRel Prep 10 Nubi NG NA NDem NRel Prep 11 Papiamentu NG NA NDem NRel Prep 12 Sranan GN AN DemN NRel Prep 13 Tok Pisin NG AN DemN NRel Prep 119 tiene un orden de palabras preposicional , entonces si el demostrativo sigue al nombre, la cláusula relativa sigue al nombre” (Prep ⊃ (NDem ⊃ NRel)). Respecto del primero y el tercero, se puede decir que las 13 lenguas de la muestra cumplen con ellos. En cuanto al que involucra al orden del adjetivo y de la frase nominal, únicamente, una de las trece lenguas de la muestra (el criollo beliceño) no lo cumple. Teniendo en mente este paquete de universales relacionados con el orden de la adposicón, Hawkins (op. cit.) integra, de una manera más económica, los universales implicativos nombre-modificador con preposiciones, tomando en cuenta los universales (III), (V), (VI), y (IX), señalando que una implicación más amplia determina la siguiente jerarquía: PrNM. Ciertamente, y como se ha visto en los datos, tal implicación generalizadora presenta excepciones, aunque las lenguas sí muestran una tendencia que apoyaría la jerarquía. En la gráfica de pastel que se presenta abajo, se observa cómo el orden AN está presente en un 62% de las lenguas de la muestra, esto es, más de la mitad. Gráfica 2. Orden NA/AN 38% 62% NA AN En el caso del orden del demostrativo y el nombre tenemos las mismas cifras. El 62% de las lenguas tiene al demostrativo antes que el nombre. 120 Gráfica 3. Orden DemN/NDem 62% 38% DemN NDen Por su parte, el orden entre el pronombre posesivo y la frase nominal presenta, también, un número mayor de ocurrencias para el orden PosN que para el orden NPos, apareciendo el primero en un 77% de las lenguas de la muestra. Gráfica 4. Orden PosN/NPos 77% 23% PosN NPos En el caso del orden del numeral y la frase nominal, como se ha señalado arriba, todas las lenguas de la muestra tienen el orden NumN. Finalmente, el orden de la cláusula relativa y de la frase nominal tiene, en todas las lenguas de la muestra un orden NRel (gráficas, siguiente página). 121 Gráfica 5. Gráfica 6. En términos general, los datos están mostrando una tendencia de la correlación que pudiera existir entre la preposición y los parámetros expuestos hasta aquí, aunque ésta no es realmente contundente. En todo caso, parecería mucho mejor, por un lado, aludir al principio de pesadez del propio Hawkins (op. cit.) y, por el otro, considerar para el orden adposicional otros parámetros. Respecto de lo primero, pueden observarse que, sobre todo, los órdenes Prep, NumN, NRel, PosN, AN y DemN pueden ser órdenes que favorecen la pesadez señalada en la escala de Hawkins (op. cit.) (Rel