UNIVERSIDAD NACIONAL AUTONOMA DE MEXICO Facultad de Filosofia y Letras Colegio de Historia LOS ORIGENES DEL PORFIRISMO TESIS Cllii-.. FALLA Pr: OR!GEH TESIS Que para optar por el Título de: Licenciado en Historia PRESENTA Dion Guillermo Novoa Cirett México, D. F. Octubre, 1991 '¡ UNAM – Dirección General de Bibliotecas Tesis Digitales Restricciones de uso DERECHOS RESERVADOS © PROHIBIDA SU REPRODUCCIÓN TOTAL O PARCIAL Todo el material contenido en esta tesis está protegido por la Ley Federal del Derecho de Autor (LFDA) de los Estados Unidos Mexicanos (México). El uso de imágenes, fragmentos de videos, y demás material que sea objeto de protección de los derechos de autor, será exclusivamente para fines educativos e informativos y deberá citar la fuente donde la obtuvo mencionando el autor o autores. Cualquier uso distinto como el lucro, reproducción, edición o modificación, será perseguido y sancionado por el respectivo titular de los Derechos de Autor. LOS ORIGENES DEL PORFIRISMO INDICE Página Introducción Capítulo l. Los antecedentes. 7 Capítulo !l. La Situación Política en 1867. 16 Capítulo lll. La Estrategia Electoral de la Oposición. 27 Capítulo IV. El Segundo Encuentro. 43 Capitulo V. El Intermedio. 50 Capitulo VI. La Revuelta de la Noria. 55 Capítulo VII. El Plan de la Noria. 59 Capítulo VIII. El Plan úc TtLxtcpcc. 68 SEGUNDA PARTE Capítulo 2. l. La Economía. Capítulo 2.l!. Ls Estructura Social. Capítulo 2.lll. La Educación. Conclusión Bibliografía Notas Bibliográficas 72 79 85 89 103 108 INTRODUCCION. Este trabajo estaba proyectado inicialmente para analizar el período presidencial de Manuel González (1880-1884), enfocado a través de fuentes primarias y visto en la perspectiva de la originalidad del régimen en sí mismo. Pero en el proceso de acumulación de datos, las fuentes ya no fueron primarias y el período por analizar retrocedió en el tiempo hasta ubicarse en la década que va de 1867 a 1877. Las causas de esta reconsideración fueron completamente ajenas a la voluntad del autor, ya que tuvo que trasladarse a un lugar alejado de la ciudad de México, que al menos cuenta con hemerotecas y bibliotecas especializadas que sirven de laboratorio a los investigadores sociales. Al existir esta limitación real, no quedó otro camino que el de volcarse sobre las fuentes de carácter bibliográfico. Es probable que este hecho repercuta sensible- mente en la calidad de la investigación, ya que no estaba prevista en estos términos, pero el investigador social tiene que atenerse a las circunstan- cias y hacer su trabajo lo mejor posible. Unos cuantos años nos separan del Siglo XXI, sin embargo, todavía existen lugares de la provincia mexicana en los cuales queda la sensación de que el tiempo se ha detenido en la época colonial, a no ser porque no hay ámbito geogrúfico que no sea absorbido por los medios electrónicos de comunicación, los valores de aquella época siguen ahí presentes en la cotidianidad. Es evidente que en el transcurso de 125 :.uios han cambiado algunas realidades en este país, pero por desgracia, la realidad ha cambiado para hacer cada vez más miserable a la población oprimida. Lo ancestral solamente queda en las costumbres religiosas y otras cosas de menor trascendencia. Pero puede decirse que estos 125 años de liberalismo han sido suficientes para haber trastocado la existencia de la propiedad comunal en los términos en que ésta se conocía antiguamente, como un legado del antiguo régimen. Podemos asegurar sin temor a equivocarnos, que al cambiar esta situación se ha perdido el más impor- tante sustento material de la población rural en México. No quiere decir esto, que seamos partidarios de preservar tiempos pasados, todo lo contrario, sólo que hay que saber distinguir claramente acerca del carácter antiguo de una institución, y el papel que ésta puede desempeñar para hacer pasar a una comunidad de un estadio atrasado, a uno mucho más avanzado, como puede ser el tránsito hacia una sociedad basada en una democracia real. Hemos tocado dos aspectos que se encuentran íntimamente relacionados con la época que habremos de comenzar a describir: la propiedad comunal y las costumbres religiosas de la población. Es en el año de 1867, cuando la embestida en contra de las con- gregaciones civiles y religiosas adquiere un carácter sistemático, a causa del triunfo liberal, que necesariamente implicaba un cambio de orientación política en Jos asuntos del gobierno. 2 El blanco principal del nuevo grupo en el poder eran los bienes raíces que estaban en manos de dichas congregaciones. Nos encontramos ante los efectos que desencadenó la promulgación de las Leyes de Desamortización, a partir de 1856. Algunos autores pasan por alto el verdadero sentido que realmente tenían las Leyes de Desamortización, enfocando el problema únicamente a partir de una confrontación entre conservadores y liberales. Encontramos en esta actitud un deseo implícito por encubrir el ver- dadero carácter de las medidas adoptadas por los liberales, y presentar- los como unos auténticos líderes democráticos, defensores de las causas más puras. Nada más alejado de la realidad social de aquella época, pues nos encontramos ante una élite que está permeada por las ideas moder- nas acerca de la democracia y las instituciones más avanzadas que incluyen la adopción de un sistema político basado en el federalismo y la existencia de tres poderes: Ejecutivo, Legislativo y Judicial; cada uno conserva su autonomía frente a los otros. Para estar ubicado en la segunda mitad del Siglo XIX, representaba este sistema político lo más cercano a la garantía de los derechos del hombre, nada más que había un pequeño problema, el de la confrontación tic este universo político moderno, frente a una sociedad permeada por valores de tipo colonial y, si se tratara de una lucha titánica de la élite liberal 3 frente a esta sociedad ancestral, hubieran merecido la categoría de héroes, pero, existe una gran confusión en lo que se refiere a la forma como los liberales entendieron y aplicaron la Constitución de 1857. Sabemos quiénes la hicieron, pero es muy frecuente ignorar para quiénes fue hecha. Lo más difcil de aceptar es que esta Constitucin que está basada en la defensa de los derechos del hombre, haya sido diseliada para abolir los derechos de un poco más de tres millones de individuos que no tuvieron cabida en esta Carta Magna: los indios. Así pues, la democracia mexicana nacida con el triunfo de la República, no pasa de ser una ficción, una ficción que en apariencia ha encontrado a sus defensores y también a sus detractores. Es por esta razón, que el aspecto central de nuestro trabajo está enfocado en la figura del General Porfirio Díaz, quien tocó los mecanismos vulnerables de la ficción que tanto se empeliaron en sostener los in- tegrantes del grupo denominado "Paso del Norte". Precisamente porque consideramos que es inadecuado atribuir la completa responsabilidad por el ejercicio de la dictadura a Don Porfirio, pues la dictadura ya se ejercía antes del triunfo de la revuelta de Tuxtepec, nada más que no se le quería reconocer como tal.. Trataremos de acercarnos al comienzo del régimen porfirista a través de las campalias presidenciales que lo precedieron, pero sobre todo, a través de las dos proclamas que publicó la corriente porfirista en 1871 y 4 1876. La idea consiste en demostrar que gran parte de la responsabilidad por las revueltas porfiristas corresponde al equipo de "Paso del Norte", porque hay que reconocer los rasgos fundamentales del estilo que se utilizaba para gobernar y para tratar con las facciones disidentes en aquellas épocas. En cierta forma, estos rasgos característicos del estilo de gobernar, habrán de ir apareciendo a través de las fuentes. En segundo término, abordaremos el aspecto referente a la conformación de la estructura social que corresponde al período que nos ocupa (1867 - 1877), para demostrar que no hubo ningún cambio ele carácter estructural a lo largo ele estos diez ::uios. La intención consiste en tratar de demostrar que la dictadura ya existía durante los gobiernos de Benito Juárez y el de Sebastián Lerdo de Tejada, ya que es comí111 considerar a estos últimos como víctimas del porfirismo, siendo que Porfirio Díaz también fue en su momento, víctima de la situación política del país, justamente cuando Benito Juárez era Presidente tle la República. Procuraremos enmarcar Ja investigación dentro del ámbito interno, sin meternos por ahora en el aspecto relacionado con Ja inversión extranjera y por consiguiente, con Ja IJuvia tle facilidades que los liberales en el poder otorgaron a inversionistas extranjeros. Simplemente habremos de avocamos a Ja crítica del proyecto liberal desde la óptica de una visión apegada a lo que consideramos la defensa de los intereses nacionales, 5 postura que no se encontrará fuera de contexto en relación con la época a que se refiere. Por último, dejemos la responsabilidad en cuanto a la existencia de regímenes dictatoriales a la embrionaria burguesía nacional, que buscó la manera más cómoda de desarrollarse sin romper los resortes sociales que hicieron posibles tantas décadas de dominación colonial. 6 LOS ANTECEDENTES. El 21 de Junio de 1867 Porfirio Dfaz hace su entrada triunfal a la ciudad de México, se encuentra al frente de un Ejército de 25,000 hombres mal comidos que componen la División de Oriente. Transcurrieron poco más de veinte días para que la misma ciudad viera llegar la caravana que escoltaba al Presidente Juárez, quien debió su retraso a la curiosidad de haberse detenido en Querétaro a observar el cadáver de Maximiliano.(I) Quedaba concluido un período bastante largo, marcado por la guerra civil e invasiones de ejércitos extranjeros. Por fin, el país se encontraba listo para ser conducido por los lineamientos del partido liberal. La Constitución de 1857 se convirtió, gracias a la lucha contra la intervención francesa y el Imperio de Maximiliano, en el símbolo nacional por excelencia (2). Este documento representa un compromiso entre dos corrientes del liberalismo mexicano, los moderados y los puros (3). El desacuerdo principal se ubica en la actitud que deberá asumir el Estado frente a la Iglesia (4). De este desacuerdo en el seno del liberalismo, tendrán que surgir algunas de las causas que originan la guerra civil. El acta de nacimiento de esta Constitución, nos remite necesariamente al terreno de la ficción política, debido a que los postulados contenidos 7 en el Código Fundamental resultan impracticables dentro de una sociedad que se encuentra dirigidad por una élite política que no conoce de tradiciones democráticas, ya que en ese momento la democracia solamente existía en el seno de las comunidades rurales, precisamente aquéllas que representan un conjunto de valores sociales que de hecho son negados por la ideología liberal. Por otra parte, es evidente que los liberales se autoproclaman como portadores de la legitimidad popular (5). La proclamación resulta ficticia porque la Constitución es un documento del que no han participado los miembros del partido conser- vador y mucho menos los miembros de las comunidades rurales, que en aquella época formaban la mayoría de la población del país. Aunque se encuentran enmarcados los derechos del hombre como la parte fun- damental de la Constitución, es evidente que ésta alude a individuos que se encuentran sujetos a una serie de pre-requisitos que es necesario cubrir para ser considerados como tales, ya que se omite hacer mención de la existencia en el interior del territorio nacional, de millones de seres humanos que son llamados y considerados como indios, verdaderas multitudes que se encuentran al margen de la autoridad del Estudo y que además forman la mayoría de la población del país (6). Dentro del marco de los derechos que la Constitución confiere al hombre, se encuentra el derecho de libre asociación, la libertad de pre_nsa y el derecho de amparo (7). Pero una parte fundamental de dicho documento está centrada en la definición de la modalidad que en adelante habra de adquirir el derecho de propiedad, que es considerado 8 como un aspecto fundamental para regular el desarrollo de la vida económica del país. El artículo en el cual se plasma la esencia del moderno concepto de propiedad es el número 27, en donde se plantea que ninguna corporación civil o eclesiástica, cualquiera que sea su carácter, su denominación u objeto, tendrá capacidad para adquirir en propiedad o administrar por sí bienes raíces, con la única excepción de edificios destinados inmediata y directamente al servicio u objeto de la institución. "Además de poner en juego, a través de los bienes raíces, la existencia y la autonomía de conventos, pero sobre todo, de los pueblos."(8). Este nuevo concepto de propiedad se encuentra dentro de una lógica liberal de asociar el derecho de propiedad (pequeña y mediana), a la libertad individual. Desde luego que se trata de la propiedad privada, cuyo único freno serú la indemnización por causa de utilidad p ública. (9). Como se ha visto, la parte medular del nuevo orden de cosas se encuentra en las leyes de desamortización de los bienes de la Iglesia, pero también se encuentran dentro de este status, los bienes raíces que formaban parte de los antiguos pueblos indígenas que antes de la promulgación de estas leyes, estaban enmarcados en un régimen de propiedad comunal. Es en este aspecto de la Constitución, en el que aparece de manera más nítida la distancia entre la realidad social del país y los postulados- constitucionales, porque el sistema Judicial ofrecía posibilidades de 9 defensa a aquel que conocía sus derechos y sabía como defenderlos (1 O), pero la mayoría de la población se encontraba fuera de este universo proclamado por las leyes, y su realidad seguía siendo aquella que se encontraba sumergida en el abismo de una sociedad tradicionul, cuyo aislamiento y dependencia se habían acrecentado con la inseguridad provocada por la guerra civil y por la desaparición legal de todo el marco jurídico y las autoridades del Antiguo Régimen. (11) "La ficción legal de la igualdad de los mexicanos y de su libertad teórica agravaba la realidad al abrir las puertas a la arbitrariedad". (12) Este hecho nos muestra claramente, que la Constitución de 1857 fue la obra de una élite , que no era precisamente una élite surgida de la fortuna, que era más bien una élite de la cultura (13). Con excepción de su ejercicio aplicado a las clases privilegiadas y las clases medias de las ciudades, los derechos del hombre, tal como se encuentran definidos en el Código Fundamental de 1857, se infringen constantemente. No podía ser de otro modo, pues al cambiar la modalidad del régimen de propiedad en un país moldeado por tradiciones de tipo colonial, resultaba muy difcil que la nueva ideología implantada por la élite liberal pudiera trascender a todas las capas de la población, máxime que en aquel entonces, el índice de analfabetismo era sumamente alto. Se encuentran violados constantemente el derecho natural al nacimiento y la libertad de trabajo por el sistema de peonaje 10 hereditario por deudas, situación laboral a Ja que algunos Estados con- trolados por los liberales habían dado una expresión legislativa (14). Sucede lo mismo con el reclutamiento forzado conocido como leva, que proporciona la mayoría de soldados durante el siglo XIX. Atribuida la responsabilidad de estas violaciones al General Porfirio Díaz, lo cierto es que este procedimiento ya era utilizado con anterioridad al es- tablecimiento de su régimen (15). Es evidente que esta realidad social precede al surgimiento del Porfiris- mo; lo único que hace Díaz, es armonizar esta realidad social, logrando afianzar los mecanismos que hicieron posible la estabilidad política gracias a su habilidad como gobernante. Volvemos a situarnos en Jos orígenes de la Constitución de 1857; el levantamiento federalista de 1854, conocido como Revolución de Ayutla, punto de partida del Congreso Constituyente, marco de referencia obligado para entender el pensamiento dominante al interior de la élite liberal. Ahora bien, Jos diputados al Congreso, :icordaron constituir a Ja Nación Mexicana bajo l:i forma de una "República Democrática, Representativa y Popular". Este concepto quedó ratificado en la redacción final de la Constitución dentro del Artículo 40, apareciendo desde entonces como una ficción del sistema político mexicano (16). 11 Las causas de esta ficción no son pocas y nos remiten al funcionamiento real del estilo particular de gobernar que se ejercitó a lo largo del período que nos ocupa, de principio a fin. Comenzando por la discordancia que existe entre el proclamado federalismo y la práctica política real, pasan- do por la violación del sufragio universal, hasta llegar a una situación más de fondo: el concepto de "pueblo mexicano", que engloba a todos los liberales nacidos en la República Mexicana, y excluye a los conser- vadores, pero sobre todo, a los habitantes de los pueblos indígenas, que en aquel tiempo forman la mayoría de la población ( 17). No podría haber sido de otro modo, ya que la Constitución únicamente contemplaba la existencia de individuos, de ciudadanos modernos, en torno a un concepto de propiedad individual, complemento indispen- sable a la idea moderna de libertad. Pero, lógicamente, estos conceptos modernos tuvieron que hacer a un lado todo lo que representaba al antiguo orden de cosas heredado de la época colonial. Además de contraponer estos nuevos valores a los valores de la Iglesia, por ser ésta la representante más poderosa del pasado, se encontraban otros concep- tos de propiedad colectiva que eran, junto con los bienes de manos muertas en poder de la Iglesia, los bienes comunales, propiedad de los pueblos indios, que fueron conservados como tales dentro del régimen colonial con su status legal reconocido. Por Jo que se refiere a los conservadores, fueron derrotados políticamente, siendo una consecuencia lógica el hecho de que perdieran 12 su derecho a tomar parte en las decisiones de orden gubernamental, aunque esto no quiere decir que no tuvieran derecho a ser promovidos a nivel individual para formar parte de la nueva maquinaria guber- namental, como de hecho sucedió. En cuanto a los integrantes de los pueblos antiguos, miembros de tribus de origen prehispúnico, o de asentamientos coloniales, hasta entonces poseedores de bienes comunales, no tuvieron alternativa dentro del nuevo orden social establecido por la élite liberal, se vieron obligudos u ·perder sus tierras y, por tanto, su medio de subsistencia habitual, para transitar por el camino del empobrecimiento progresivo, puesto que no encajaban en la sociedad diseñada por los liberales, debido a su carúcter de actores colectivos. Obviamente, si la tendencia se inclinaba en el sentido de destruir el antiguo régimen de propiedad, para instaurar el de propiedad individual, el proceso se habría de prolongar hasta el presente, razón por la cual, los actores sociales colectivos siguieron siendo la forma social predominante del país, aun en la época porfirista (18). Por lo tanto, al no entrar en el ámbito legal, resulta difcil admitir que los miembros de los antiguos pueblos tuvieran cabida en el restringido mundo de la política con sus derechos individuales garantizados, como si se tratara de ciudadanos modernos. 13 Quiere esto decir, que el mantenimiento del equilibrio social tenía que buscarse y encontrarse dentro de una solución distante de la democracia, pero sin llegar al extremo de tener que implantare! terrorismo. Sea como sea, este particular estilo de gobernar resulta vergonzante para la élite liberal; tanto, que no se atreve a reconocerse a sí misma corno la negación de su perfil proclamado a través de la Constitución de 1857. Es un hecho reconocido por intelectuales de la época, que la Constitución fue una copia de la constitución norteamericana (19). Sin embargo, al iniciar su vida la República en 1867, Benito Juárez llevaba ocho años en el poder, lo cual no le impidió lanzar su candidatura para un tercer período presidencial, contradiciendo en la práctica uno de los principios fundamentales de la democracia (20). Y, más todavía, si se trataba de copiar el espíritu de la Constitución de los Estados Unidos, que establecía como máximo una sola reelección presidencial. La diferencia con respecto al sistema político norteamericano es notoria. La discordancia entre el discurso ideológico y la realidad en el fun- cionamiento del sistema político mexicano es enorme, no digamos por el hecho de las reelecciones con tendencias vitalicias en el caso de J uárez, sino por la serie de vicios que comporta el aferrarse al poder uní-personal a costa de incurrir en el fraude electoral sistemático (21 ), aun a pesar de saber que se pone en riesgo la estabilidad social, pasando por encima de las libertades políticas (22). 14 No solamente Francisco Bulnes se refiere a la existencia del tipo de hábitos como los que se acaban de mencionar, coinciden con él autores que han escrito en distintas épocas sobre el mismo tema, dándole un valor importante a sus juicios. Este tipo de rasgos característicos deben tener su origen en la naturaleza del Estado Nacional, de ninguna manera se le puede atribuir la respon- sabilidad por su existencia a la persona encargada del poder Ejecutivo, debido a que ésta implica necesariamente una responsabilidad de grupo. Lo que aquí nos interesa, es dejar establecido claramente que las im- putaciones hechas acerca del perfil del sistema político mexicano atañen de manera directa a los períodos presidenciales de Juárez y al de Sebastián Lerdo de Tejada (23). Siendo las cosas así, resulta lo mismo ser dictador por un período de cuatro años, que por un largo período de treinta años. Por lo tanto, queda fuera de discusión la lógica de buscar héroes y villanos dentro del grupo liberal que asumió las riendas del país a partir de aquel día 21 de junio de 1867. 15 Il. LA SITUACION POLITICA EN 1867. Nos encontrarnos ante una población rural desarraigada por los efectos de la guerra que acaba de concluir; se calculan alrededor de 120,000 personas, contando a los integrantes de ambos ejércitos. La derrota del partido conservador ha sido completa, ha llegado el momento de reor- ganizar al país. No se tiene noticia de que los integrantes del Ejército Francés hayan causado daño a la planta productiva del país, pues no se habla de la paralización de las fábricas textiles: no se puede decir lo mismo con respecto a la situación de la minas. En cuanto a la agricultura, es muy probable que se encuentre en una situación deplorable, tanto por el fenómeno de la desamortización de los bienes, como por el hecho de que la población rural sirvió de carne de cañón para los ejércitos de ambos bandos. Todo esto, sin tornar en cuenta las particularidades en el funcionamiento de la vida comercial, que en cada región debía ser distinta, a causa de la falta de caminos y medios de comunicación. En 1867 México era todavía un país que contaba con regiones que estaban poco habitadas por el hombre. Al menos, esta era la situación del territorio de la Baja California. En el norte de la República existen Estados que cuentan con una población muy escasa, como Chihuahua y Sonora, para citar dos casos específicos. 16 Aparentemente todo está listo para la entrada en escena del proyecto liberal: "Colonización, brazos y capitales para explotar nuestra riqueza, vías de comunicación para hacerla circular" (24). Sin embargo, algo imperceptible flotaba en el ambiente, lquién podía imaginar que en un país que ha salido victorioso de una guerra de intervención ante un Ejército considerado como uno de los más poderosos del mundo, caiga de nuevo en el hábito de las eternas guerras intestinas cuyo fin liltimo está coronado por la ambición de un individuo; su deseo de mantenerse en el poder y ya? No era posible en esta ocasión recurrir al argumento de la falta de un proyecto de gobierno, porque los liberales estaban por estrenar uno reluciente, tan moderno, que podía competir con los sistemas políticos de Europa y los Estados Unidos, sin temor a la crítica. Es muy probable que aún en este caso, la ambición personal haya encontrado un par de víctimas que se olvidaron de los postulados emanados del Código Fundamental, y se entregaron por completo a una irresistible pasión por el poder. Después de todo, el poder es uno de los pocos artículos que nunca se ponen en venta. lCómo podernos explicar el hecho de que un fenómeno poco usual como el que aparece en los Estados Unidos después de la Guerra de Secesión, suscite tanta aversión en los medios políticos mexicanos? La rivalidad política que surgió entre Benito Juárez y Porfirio Díaz debe tener sus antecedentes más remotos en las guerras de Reforma, es muy 17 probable que se haya iniciado cuando Porfirio fue designado como Gobernador de Ixtlún (25). Este dato tiene su importancia dentro del período que nos toca analizar, debido a que define los resultados que en la realidad alcanzó este conflicto. Hemos visto que se trata de personas que tienen cada uno su trayectoria, adquirida a través de varios ailos de combate a distintos niveles. No sería conveniente hacer una separación tajante en cuanto a los méritos que corresponden a cada uno, ya que a la vista de los observadores políticos nacionales y extranjeros, Juárez y Díaz formaban parte de la misma corriente ideológica. Tampoco es con- veniente aceptar como válida la idea de que Juárez representa la facción de los liberales cultos, mientras que Díaz pertenece a la facción de los ignorantes (26). Este tipo de conceptos se antojan bastante grotescos, máxime que se trata de enriquecer el horizonte de nuestra historia. Se trata de la división en el seno de la corriente liberal, fisura que no se expresó en forma mecúnica como podría suponerse, porque, si hubiera sucedido así, se habría formado un partido que agrupara únicamente a los liberales de origen civil, en donde los militares, por principio no serían admitidos. En los mismos términos hubiera surgido un partido que agrupara exclusivamente a los liberales de origen militar. Vemos claramente que esto no sucedió; más bien, se formaron dos bloques bien definidos en función de su actitud en torno al equipo gobernante y los partidarios de Don Porfirio. En ambos bandos se encuentran civiles y militares (27). Además, los porfiristas lograron 18 atraerse la simpatía de personas notables como Ignacio Ramírez, Ignacio Manuel Altamirano y Ramón Guzmán, por ejemplo. Mientras que en el bando gubernamental se encontraban militares como Ignacio Mejía y Sóstenes Rocha. lC6mo explicar el surgimiento de una corriente opositora que contaba con suficientes raíces sociales a todos los niveles y en todo el territorio nacional, en un momento poco propicio para la guerra civil, pues el país llevaba hasta el momento diez años de guerra y se le presentaba la ocasión de emprender una nueva época signada por la tranquilidad social, elemento indispensable para el desarrollo económico que tanta falta le hacía a México? lAcaso sería que de verdad pensaban los miembros del gobierno que otro gobierno militar arruinara al país? Lo cierto es que hubo un fuerte desacuerdo en torno a quienes tenían derecho a ocupar cargos dentro del gobierno, pero Ja lucha también estuvo centrada en el poder Ejecutivo. Realmente sería precioso conocer documentos que nos acercaran al punto más candente sobre este desacuerdo, afortunadamente se puede prescindir de ellos, pero no estarían de más (28). El 15 de julio de 1867, Juárez se encontraba en una posición política ventajosa, por haberse convertido en uno de los símbolos más aparentes de la lucha contra el invasor; el reflejo de esta situación se palpa a través de la existencia de una serie de carteles, banderas y arcos de triunfo 19 festejando la entrada del presidente a la capital (29), mientras que Porfirio Díaz -otro de los símbolos nacionales de la guerra contra el invasor- venfa en el segundo coche de la escolta presidencial, acompañado por Sebastián Lerdo de Tejada, ocupando un segundo término dentro de la ovación popular (30). No sería difcil que los gastos de organización de este festejo corrieran a cargo del gobierno. La segunda quincena de julio es dedicada a la reorganización interna del gabinete. El 20 se dan a conocer Jos nombres del ministerio: Sebastián Lerdo de Tejada en Relaciones Exteriores y Gobernación; José María Iglesias en Hacienda; Antonio Martínez de Castro en Justicia e Instrucción P ública; Bias Balcárcel en Fomento, e Ignacio Mejía en Guerra. (31) El 23 de julio, el Ejecutivo suspende las facultades concedidas durante la guerra a los jefes del Ejército y dispone la reducción de los efectivos del mismo, entonces de 80,000 hombres, a sólo 20,000. Las tropas quedaron repartidas en cinco divisiones: Porfirio Díaz comandaría la división de Oriente; Ramón Corona, la de Occidente; Juan Alvarez, la del Sur; Mariano Escobedo, la del Norte; Ja del Valle queda al mando de Nicolás Régules (32). El primero de agosto Juárez nombra una corte de Justicia provisional presidida por Sebastián Lerdo de Tejada (33). El 14 de agosto aparece la publicación de la Convocatoria a elecciones con un añadido que 20 despertó la indignación de la opinión pública. Dicha convocatoria apareció en los diarios hasta el 18 de agosto (34 ). La Convocatoria planteaba algo más que fijar la fecha para la elección de diputados, presidente y miembros de la Suprema Corte de Justicia; era en realidad un documento que restringía algunns de las funciones esenciales del Congreso. Obviamente, dicho documento apareció bajo la formn de un plebiscito popular, pero su contenido real era como sigue: 1) Se concede el derecho rfirial\>. Vida Política Exterior). Tomo Vl. Ed. Hermes. México, 1974. 967 p. Historia Moderna de México (El P!lrfirialo La Vida Económica Primera Par1e ). Tomo VII. Ed. Hermes. México, 1975. 634 p. Historia Moderna de México (El PorGria1p La vicia EcP11ómica Segunda Parte). Ed. Hermcs. México, 1975. Historia Moderna de México (El PorGri@l. l a vida Política lntcrim. Primera Parle). Tomo VIII. Ed. Hcrmes. México, 1972. 859 p. Histmia Moderna de México (El Pnrfiriíllo La vida Política Interior. Segunda Parle). Tomo Vlll. Ed. Hcrmes. 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Siglo XXI. /\léxico. 1987. 245 p. Porfirio Díaz. Ed. Quorum. M<1drid, 1987. 159 p. Hacendados Campesinos y Polític1>< (Las Clases Agrarias y lil lns(alación dc:f Estado Qlicf1Tquico en México 1869 - 1876). Ed. Fondo de Cultura Económica. México, 1989. 196 p. La Historia y su Método. Ed. Fontamara. Barcelona, 1982. 125 p. Cuestiones Fundamcnt¡llcs del f\1np:jsmo. . Tomo l. p. 261 (83) Op. Cit.: Scholcs: La Pnli!iq cp la Epoca de Juárcz. p. 166 (84) Op. Cit.: Cosía Villcgas: Historia Moderna de México. Tomo l. p. 166 (85) lbidcm: Casio Villcgas: His1oria Moderna de México. Tomo J. p. 157 (86) López Portillo y Rojas, José: Elevación y Caída de PorGrio. p. 26 (87) Op .. Cit.: Lópcz Portillo y Rojas: Elevación y Caída