A 30 AÑOS de la muerte de David Alfaro Siqueiros, Museo Soumaya presenta una muestra representativa de la producción de este ícono de la plástica nacional. Una exposición temporal que desentraña una parte de las raíces nacionales desde la celosa mirada del autor. Obras de piel y entraña nos llevan a recorrer técnicas y materiales que redefinen al ser mexicano.
Obras muy tempranas como Retrato de Carlos Orozco Romero (1918) o el muy conocido –por espléndido– Retrato de niña viva y niña muerta (1931) así como trabajos que se inscriben en la época de intensa militancia política del pintor: el estudio para el edificio de Rectoría en Ciudad Universitaria El pueblo a la universidad. La universidad al pueblo (1952–1956) y el que hiciera para el mural en el Castillo de Chapultepec Del porfirismo a la Revolución, El padre de la primera víctima de Cananea (1961), presenta Museo Soumaya.
Concurren también creaciones del último periodo de Siqueiros en la cárcel de 1960 a 1964, así como piezas preparatorias que dieron forma a su proyecto plástico más famoso y que ocuparía, a partir de 1965, el resto de su vida: La marcha de la humanidad en la Tierra y hacia el cosmos. La muestra también es representativa en la variedad de técnicas, lo que fuera para Siqueiros una de sus inquietudes constantes: experimentaciones en óleos, piroxilinas, acrílicos y carbones sobre tela, madera, papel, cartón, asbesto y duco, entre otros.
Muros para Siqueiros: cárcel y creación
¡Raje la corteza, ábrala, vea escurrir la savia, asómese a lo que verdaderamente es un árbol, a su tronco, a sus raíces y no se preocupe tanto por las flores! –insistía pletórico de carácter, casi colérico–. Siqueiros es en lo íntimo, como los abultados y estallantes músculos de sus óleos.1
De 1960 a 1964 David Alfaro Siqueiros vive el más largo de sus encarcelamientos. Preso político de fama mundial, para entonces también ya era uno de los más conocidos pintores mexicanos. Su historia de disidente y su producción artística competían en volumen. La vida contestataria de David Alfaro Siqueiros comenzó muy pronto. A la edad de 17 años se une a las fuerzas revolucionarias que dirige Venustiano Carranza. Más tarde, en 1923, es miembro fundador del Partido Comunista Mexicano. Un año después, junto con Diego Rivera y Xavier Guerrero, creó el periódico El machete. En la Guerra Civil Española forma parte del Ejército Popular, pero aún más sonada fue su participación en el asalto a la casa de León Trotsky en 1940.
Alumno de la Academia de San Carlos, Alfaro fue de los estudiantes que optaron por probar la fortuna disidente en la Escuela al Aire Libre de Santa Anita. Más tarde en Barcelona conoció el ambiente artístico europeo de principios de siglo, de donde regresará para formar parte del movimiento muralista mexicano junto con Orozco y Rivera. Preso en 1918, 1930, 1940 y 1960, el 13 de julio de 1964 Siqueiros salió finalmente de la cárcel por indulto. Dos años después recibía el Premio Nacional de las Artes y para 1968 fue el primer miembro de la Academia de las Artes, conocido sobre todo, como muralista.
Caballete y Estudios para murales
«Siqueiros con frecuencia necesita gritar para que se le oiga; desentona y gesticula; hincha el pecho y la voz, como los profetas; recurre al teatro, siempre que puede; se encanta de las grandes proporciones y en las desproporciones, sobre todo».2
Fue el mural la dimensión plástica predilecta de Siqueiros; la experimentación técnica, su camino creativo por excelencia. Un formato grande y en espacios públicos ayudaba a sus propósitos de hacer del arte un medio de educación política. Por ello su obra mural es extensa y profunda para la historia del arte mexicano y de América, sobre todo. Por nombrar sólo algunos ejemplos: América tropical (1932) en Plaza Art Center en Los Ángeles, California; Ejercicio plástico (1933) en la casa de campo de Natalio Botona en Buenos Aires, Argentina; El nuevo día de las democracias (1943) en el Palacio de las Bellas Artes de la Habana, Cuba. En la ciudad de México están: Retrato de la burguesía (1939–1940) en el edificio del Sindicato Nacional de Electricistas; Cuauhtémoc contra el mito (1944), en la Secretaría de Relaciones Exteriores; Nueva democracia (1944) y Cuauhtémoc redivivo (1950), en el Palacio de Bellas Artes; El pueblo a la universidad y la universidad al pueblo (1952–1956) en el edificio de Rectoría de Ciudad Universitaria; Del porfirismo a la revolución (1957–1966) en el Museo Nacional deHistoria, Castillo de Chapultepec y La marcha de la humanidad en la tierra y hacia el cosmos (1965–1971) en el Polyforum Cultural Siqueiros.
Con todo, fue la pintura de caballete la que contribuyera en gran medida a su fama internacional como artista, y aunque el autor insistió de manera textual en que ésta estaba subordinada a su obra mural, en la práctica Siqueiros no hizo, afortunadamente, sino contradecirse. Ahí están para demostrarlo obras como Retrato de niña viva… o Picadores de piedra (hacia 1926). Algunas obras como La vie (1965) o El hechicero (1967) que pertenecen al tiempo del Polyforum, o los realizados para murales como El padre de la primera víctima de Cananea (1961), que fueron creados como estudios, ensayos, esbozos, receptáculos de primeras ideas, imágenes alucinadas, de bosquejos, "ejercicios plásticos" todos, contienen, en síntesis, algunos de los hallazgos pictóricos más notables del muralista: efectos de monumentalidad y poliangularidad, de movimiento contenido, texturas resaltadas, de audacia compositiva, de tendencia a la abstracción o de un realismo vertebrado en la objetividad y en la convicción. También en pequeño y mediano formato está el alegato plástico siqueriano por excelencia: su búsqueda expresiva elaborada por medio de aquella fuerza formal tan característica en él. Dibujo enérgico, de profundo arraigo arquitectónico –sus formas no se hunden,sino al contrario– con escalas atrevidas y acercamientos agudos, dramáticos, que con la idea de provocar una visión dinámica inciden en un espectador acostumbrado a ser contemplativo y lo invita a moverse y entonces, conmoverse.
No hay más ruta que la nuestra
«Cuando le dieron el cerrón a la puerta de mi celda, el dolor inenarrable de la oscuridad, de la oscuridad negra, se multiplicó por ciento. Aquellas figuras pornográficas que habían sido pintadas rayando en la pared negra, volvieron a danzar frente a mí… Y las figuras empezaron a tomar cuerpo… Alegres, gritando; ya su luz no era fosforescente, sino de color espléndido. Rojos, blancos, verdes, amarillos, morados, púrpuras. Había árboles, piedras, texturas, montañas lejanas, cerros próximos…»3
Tras su último encarcelamiento, a partir de octubre de 1965 y hasta diciembre 1971, David Alfaro Siqueiros realizó lo que será, tal vez, su obra más entrañable y sin duda la más monumental: la que se conoció en conjunto como Polyforum Cultural Siqueiros y que albergaría la esculto–pintura de tableros de asbestocemento y láminas de acero de 4500 metros cuadrados: La marcha de la humanidad.
Para Elia Espinosa, el Polyforum representa un "paradójico reciclaje técnico, estético, religioso y político de la historia del arte". Muchos coinciden en que lo hecho en Insurgentes Sur significa, entre otras cosas, el grito plástico de libertad después de una larga etapa de "angustiosa contención de energía", durante la cual el artista produjo numerosos dibujos, ideas e imágenes preparatorias.
En este contexto vivencial y creativo podemos ubicar varias de las composiciones que exhibe ahora Museo Soumaya. Destacan por su fuerza expresiva El verdugo (1962), Tormenta (1963) y Nostalgia espacial (1969). Como un fragmento de “prueba de color” las obras de laúltima década de la vida de Siqueiros nos recuerdan el tono de rebeldía que caracterizó la existencia del autor de No hay más ruta que la nuestra.
Con ejemplos de obras tempranas, de su época de la cárcel y del proyecto del Polyforum, en la exposición veremos representaciones como La mujer en un mundo de hambre y terror (1964) o El hechicero (1967). Con estas piezas conocemos al Siqueiros de pintura carnosa y pinceladas violentas, movimientos ondulantes, portadoras de un crudo color emocional colmado de potencia formal.
Cuadros abstractos, expresionistas o figurativos, todos proyectan un sentimiento de ascensión. Ideas e imágenes de Siqueiros que viajaron de la celda o de su taller de Cuernavaca al edificio anexo del antiguo Hotel de México con los brazos en alto, signo de libertad. Ensayos de formas que transitaron de la mente del pintor al caballete y de ahí al espectacular asbesto. Obras que marchan con gesto triunfal rumbo a la posteridad de su autor
1.
Julio Scherer García, La piel y la entraña.
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2.
De su voz
llena de bóvedas… Luis Cardoza y Aragón,
Pintura contemporánea de México. Regresar
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3.
David Alfaro Siqueiros, Me llamaban el Coronelazo. Regresar
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