EN LA PINTURA de retrato concurren asuntos esenciales para el hombre: perdurar, afirmarse, eternizarse con objetos y en espacios. Ser para siempre y para los demás.

Durante los siglos XVIII y XIX –momento en el que México atraviesa por un proceso de construcción de su identidad y de nacimiento como país independiente– este género experimentó un desarrollo notable.

Una selecta muestra de obras mexicanas con las presencias más relevantes en su visión acádemica y popular: Pelegrín Clavé, Edouard Henri, Teophile Pingret, Juan Cordero, José María Estrada y Hermenegildo Bustos.

Vestidos, muebles, joyas y vajillas nos permiten conocer el rostro de una época.

Juan Cordero
A partir de 1847 la Academia de San Carlos de México experimentó una época brillante en su producción retratística. Uno de sus mejores representantes es Juan Cordero, autor que realizó obras de impecable calidad con temas religiosos.

También son de su pincel y genio trabajos como Retrato de una señora, que denota el dibujo de un pintor académico consolidado, dueño de una perfección técnica en el trazo, sobrio en su composición y definido en su propuesta.

Hermenegildo Bustos
La pintura regional y popular del siglo pasado también participa de manera destacada en la creación de retratos. Grande en dignidad estética, el genio de Bustos es directamente proporcional a la sinceridad de su pincel.

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