ÉSTA ES UNA SELECCIÓN de las piezas de mes, que Museo Soumaya ha presentado a lo largo de sus primeros diez años
Anónimos
maestros novohispanos
Coco chocolatero
El prehispánico cacao, al combinarse con la leche europea, dio como
resultado el rico chocolate. La herencia indígena de tomar el fruto
con agua, flores o chile ayudaba a establecer una relación con los
dioses. Para la sociedad virreinal se convirtió en un símbolo
de estatus social, al grado de tener que fabricar refinados utensilios para
consumirlo. La corteza del coco se limpiaba y tallaba de manera que se lograra
una apariencia de pulido, para posteriormente darle un esgrafiado y junto
los magníficos diseños en plata, sintetizar el espíritu
novoshispano.
San José
con el Niño
Los primeros ejemplos de imágenes cristianas en plumaria de los que
se tiene noticia se hicieron como estandartes. Con el tiempo, la técnica
mesoamericana permeó el imaginario cristiano y las imágenes
de Cristo y María se iluminaron de plumas de disímbolos colores.
En esta pieza, san José toma de la mano a Jesús niño
y con tiras muy finas de papel amate se enmarca una original manifestación
novohispana.
Sor María Josefa de la Natividad
La profesión y la muerte eran las celebraciones de mayor júbilo
en la vida de las religiosas. La primera significaba el matrimonio con Cristo;
la segunda, su encuentro con él en el cielo. Sor María Josefa
de la Natividad, monja dominica luce, el día de su profesión,
un hábito blanco con un cinto que lo ciñe al cuerpo, y capa
con toca negra. Es una muestra del auge en los retratos de monjas coronadas
que por lo general se realizaban en formatos de gran tamaño porque
eran colocados en las paredes de los hogares familiares y conventos a la vista
de todos.
Doña
Josefa Rodríguez de Pedroso Marquesa de la Selva Nevada
La vida exterior de Josefa se manifiesta a través de fundaciones de
conventos y un gran preocupación por el bienestar de su familia, que
es reflejo de su vida interior. Ella nació el 16 de diciembre de 1752
y es un ejemplo de lo que era una hija novohispana, donde la obediencia no
era tan sólo una virtud sino, una forma de vida. La obra destaca por
su factura, una pincelada suelta, pero bien trabajada que muestra a un buen
pintor de finales del siglo XVIII.
Maestros
mexicanos del siglo XX
Las primeras vanguardias
europeas marcaron a los artistas nacionales. Inevitablemente el color, la
tradición, el carácter y la cultura del país hicieron
de estos testimonios del arte también un reflejo del ser mexicano y
de nuestra época.
Ángel
Zárraga
Tras 37 años en el extranjero fue contrario a la corriente nacionalista.
Decoró castillos, templos y edificios europeos marcados por Van Gogh
y Gaugin. Su interés por el cubismo y su gusto por el Art decó
lo consolidaron. La suntuosidad del amarillo, los efectos de las texturas
y la buena composición del santo ruso que clava su espada en el representante
del mal, pueden apreciarse en esta pieza expuesta en agosto de 2001.
Rufino
Tamayo
Esta pieza, exhibida en agosto de 1999, muestra la oposición absoluta
del artista al nacionalismo en que estaba inmersa la plástica mexicana
moderna. Destaca la síntesis geométrica y contrasta el vestido
austero con el gesto intenso de las mujeres. En palabras de Octavio Paz: «no
hay un grito de pasión: hay un silencio casi mineral».
Francisco
Toledo
Más que dibujar cosas, Toledo inventa mundos, los pinta de color tierra,
cielo y oro y los avienta al lienzo. Sus influencias surrealistas y dadaístas
aunadas al expresionismo siempre bajo los límites de la abstracción,
hacen de esta pieza un auténtico laberinto visual. Fue expuesta en
abril de 1999 y realizada por el autor que encabeza la escuela oaxaqueña
de pintura con la materia y el color como principios vitales. El espectador
encuentra por pedazos en sus cuadros dialectos, garabatos y libertad.
Juan
Soriano
Soriano explora en la naturaleza de las cosas y en los mitos fundacionales
su propia intimidad. Plasma sueños y sentimientos con maestría
y emoción. Su presencia llena por completo esta pieza expuesta en octubre
de 2003, donde la mitología se somete a las formas y a los colores.
El dios griego del sol, Apolo sobre las aguas crea con el canto del arpa la
melodía del cosmos.
Tesoros de Museo
Soumaya encuentro de dos Mundos
Las posesiones de ultramar,
bajo la corona española desde el siglo XVI hasta principios del XIX,
vivieron ricos encuentros culturales y comerciales entre América, África,
Asia y Europa. Manierismo, barroco y la transición al neoclásico
se plasman en objetos que hoy nos hablan de las pasiones de la sociedad Novohispana.
Copa y bandeja
Muestra la fusión entre la cultura mesoamericana originaria
y la nueva concepción europea. Un objeto utilitario cuyo diseño
se acerca más a lo occidental, con reminiscencias mexicas. Pieza realizada
en tecali –de los vocablos náhuastetl, piedra y callicasa–,
un alabastro de la región de Tecali, Puebla. El objeto, expuesto durante
marzo de 1998, muestra el mineral semiprecioso que sustituyó al mármol,
símbolo de riqueza para la aristocracia del naciente virreinato.
Caja de madera taraceada
Sus incrustaciones conforman una armónica composición floral
con roleos geométricos. La técnica remite indudablemente al
mudéjar estilo que desarrollaron en España los musulmanes que
trabajaron para maestros cristianos, o los cristianos que imitaban las formas
musulmanas. Las múltiples raíces del ser novohispano se revelan
en este objeto de uso cotidiano que se exhibió durante junio de 1999.
La oración
en el huerto de los olivos de Getsemaní
El soporte de la pieza pertenece al mundo mexica del posclásico tardío
(900–1521?). Es probable que se empleara como parte de los atavíos
del tlatoani –guerrero y sacerdote principal– o por los oficiantes
del rito en honor al dios de la guerra, Tezcatlipoca, cuyo atributo principal
era un espejo humeante. Esta atractiva obra expuesta en septiembre de 1999,
sirvió como herramienta de evangelización durante el virreinato.
Escritorio
Esta pieza, expuesta en julio de 2001, muestra las decoraciones fitomorfas
de la tapa frontal, que recuerdan los diseños de cerámicas persas.
Las ocho columnillas con capitel corintio que decoran el mueble resguardan
tres cajones secretos donde la sociedad novohispana depositaba joyas, retratos
o títulos nobiliarios que mucho atesoraban. La vida privada de la época
virreinal ha legado, además de sus objetos, los sentimientos que aún
construyen el imaginario mexicano.