DOS MURALES del artista marcan el inicio y el final del recorrido por el museo: Naturaleza muerta y El día y la noche.

Naturaleza muerta (sandías)
La rica tradición de la pintura de bodegones que existe en México no sólo se vio continuada sino que evolucionó a su forma más moderna y terminada con los célebres cuadros de sandías que pintó Rufino Tamayo a lo largo de su prolífica trayectoria.

Naturalezas muertas, bodegones y cuadros de comedor, sirvieron a diversas generaciones de artistas para estudiar la composición, relación de volúmenes, texturas, colores, luces y sombras. En el México del siglo XX, Tamayo, al igual que Cezanne en el París de fin de siglo, llevó a este género pictórico a una de sus más complejas y bellas expresiones. Dejaron de lado la experimentación y buscaron la sola belleza de la poesía que da la reunión de diversos objetos y más aún sus formas; manzanas para Cezanne, sandías para Tamayo.

Para ambos la rotundez y hermosura de las formas fue más importante que el estudio sistemático de éstas.

Tamayo pintó para Sanborns estos dos murales que decorarían el edificio adquirido por la empresa en 1954, el cual se localiza en el Paseo de la Reforma esquina con la calle José María Lafragua, en una céntrica zona de la ciudad de México.

La Naturaleza muerta se destinó para decorar el elegante salón restaurante de esta cadena de tiendas departamentales. Por 32 años las sandías permanecieron en este sitio; allí los comensales podían deleitarse contemplando el espectacular contraste de los hermosos colores que componen el mural, pintado en un semicírculo construido por siete láminas de masonite unidas al muro por medio de un bastidor de madera. La obra fue realizada con pigmentos y consideraba el material más moderno y adecuado para lograr los resultados técnicos y estéticos por él deseados.

El tema no podría haber sido de mayor sencillez: una naturaleza muerta compuesta por una mesa sobre la que hay una fuente colmada de rotundas frutas, redondas y rojas; dos botellas sobre una charola, y doce tajadas de sandías; estos objetos se encuentran cercados al frente con dos respaldos de sillas de alambrón, que en mínima caligrafía hacen pensar en la pareja que esta invitada a disfrutar del vino y la fruta que, opulenta y sonriente, esperan para la fiesta.

La composición de frutas y objetos, dispuestos en un desorden poético, están diseminados sobre una mesa que, por su situación recuerda la postura de las mesas que se pintaron durante la época cubista; fugada en los ángulos posteriores, da cierta sensación de inestabilidad a las frutas que reposan sobre ella, sin embargo éstas encuentran un punto de equilibrio con la iluminación que emana de un foco de luz fuera del cuadro, situado en el lateral superior izquierdo.

La posición de la mesa, el foco de luz fuera, y la situación original del cuadro en semicírculo, así como la altura a la que estaba destinado a ser visto por los comensales sentados, fueron pensados por Tamayo, originalmente, como parte de la composición del mural.

La economía del colorido, sobria y elegante, no pasa de tener más de cuatro colores: rojo, azul, verde y negro. Lo que sí hay es una amplia gama de estos colores llevados a su máxima potencialidad, sin embargo es el rojo de las manzanas y sandías el que predomina en el cuadro. El discreto azul agrisado y blanquecino de la charola y las botellas, potencializa la fuerza del rojo y el blanco y ayuda a valorar las ricas gamas del rojo y rosa de las rebanadas de sandía y el lumínico rojo de las manzanas, que van de rojo encendido brillante hasta un oscurecido y negruzco.

El tema amable y el colorido armónico, fueron los elementos que hicieron de esta decoración mural una de las más afortunadas que el pintor haya realizado para tan grata finalidad.

El día y la noche
Rufino Tamayo tuvo desde muy temprano una honda comprensión y asimilación de los valores y aciertos del arte prehispánico. No sólo los que resultaron del análisis formal, sino también de los conceptuales que subyacen en la filosofía y en la poesía náhuatl. De esta forma aportó una visión inédita y moderna de la cosmovisión y la estética de los antiguos mexicanos.

Fue precisamente El día y la noche el primer mural donde Tamayo interpretó y vertió de manera plástica los complejos conceptuales del ethos prehispánico. Esta noción esencial regía las normas indígenas en el entendimiento del universo, los contrarios en lucha, los opuestos como complemento: el día y la noche, los masculino y lo femenino, lo bueno y lo malo, lo celestial y lo infernal, lo inmutable y lo que está en constante cambio. El día y la noche es la primera cosmovisión que Tamayo plasmó en el mural, misma que años más adelante, con variantes y agregados plásticos, habría de repetirse en su concepción, aunque nunca en su expresión pictórica, Dualidad y El mexicano y el mundo, por ejemplo, son dos murales donde subyacen esencialmente la misma idea pero con diferentes formas.

En el mural El día y la noche lo permanente, simbolizado por las pirámides que representan una dualidad de base y altura, se recortan contra el cielo, escenario del movimiento perpetuo, la imagen se redondea con el principio femenino de la noche, y dentro de ella se ve la luna iluminando la pirámide que le construyeron los teotihuacanos.

Fue colocado en el área de perfumería y farmacia, a poca altura de la vista del espectador. Tamayo planteó una perspectiva que el público debía observar casi de frente y en una superficie plana. El tema resultó ser complejo y difícil de entender para la mayor parte de la gente, pero no ocurrió lo mismo con el magnífico colorido, que será siempre grato a la mirada, y más tratándose de la sabia paleta de Tamayo: rojos, amarillos, negros, sepias, azules y blancos, en sus más variados matices y contrastes. El mural gustó de inmediato, incluso más que su compañero la Naturaleza muerta, expuesto dentro del restaurante.

Tamayo demostró el dominio absoluto que tenía de la pintura, la sabiduría en la exposición de sus temas y la fortuna de sus soluciones técnicas, plasmando lo mismo un tema grato y anecdótico como en la Naturaleza muerta, que una pintura de complejidades mayores como El día y la noche.

Inicio del texto

cerrar ventana