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ANÁLISIS DE LA
GLOBALIZACIÓN
¿Qué es la
globalización?
(Primera
parte de una serie de cuatro)
La
globalización es hoy uno de los temas más delicados. Aparece en todos los
debates públicos, sean breves comentarios en la televisión y consignas en
carteles, sitios en la red y periódicos versados, debates parlamentarios,
directorios de empresas o asambleas de trabajadores. Sus adversarios más
encendidos le imputan el empobrecimiento de los pobres del mundo, el
enriquecimiento de los ricos y la devastación del medio ambiente, mientras que
sus partidarios más fervorosos la consideran un elevador de alta velocidad que
lleva a la paz y la prosperidad universales. ¿Dónde está la verdad?
Curiosamente,
tratándose de un término de uso tan extendido, no existe, al parecer, una
definición precisa y ampliamente aceptada. De hecho, la variedad de
significados que se le atribuye pareciera ir en aumento en lugar de reducirse
con el paso del tiempo, y adquiere connotaciones culturales, políticas y de
otra índole, además de la económica. Sin embargo, el concepto más común o
básico de globalización económica –aspecto en el cual se concentra esta reseña–
seguramente es el hecho de que en los últimos años ha aumentado
vertiginosamente la parte de las relaciones económicas entre personas de
distintos países. Este incremento de las actividades económicas
transfronterizas asume distintas formas:
Comercio
internacional: Se consagra a las importaciones de otros países una
proporción creciente del gasto en bienes y servicios, y una proporción
creciente de la producción de los países se vende al extranjero en calidad de
exportación. Entre los países ricos o desarrollados, la proporción del comercio
internacional en el producto total (exportaciones más importaciones en relación
con el PIB) aumentó de 27% en 1987, a 39% en 1997. En los países en desarrollo
subió del 10% al 17%. (El origen de muchos de estos datos es el trabajo del
Banco Mundial titulado World Development Indicators 2000 (Indicadores
del desarrollo mundial).
Inversión
extranjera directa (IED). Las empresas constituidas en un país invierten cada vez más
en el establecimiento y funcionamiento en otros países. En 1998, firmas
estadounidenses invirtieron en el exterior US$133.000 millones y empresas
extranjeras invirtieron US$193.000 millones en los Estados Unidos. En todo el
mundo las corrientes de IED se triplicaron con creces entre 1988 y 1998,
pasando de US$192.000 millones a US$610.000 millones, y en relación con el PIB,
la proporción de la IED generalmente va en aumento, tanto en los países
desarrollados como en desarrollo. Estos últimos recibieron, como promedio,
alrededor de una cuarta parte de las corrientes de IED movilizadas en todo el
mundo entre 1988 y 1998, aunque la proporción varió bastante de un año a otro. Hoy
día, esta es la forma más cuantiosa de transferencias de capitales privados
hacia los países en desarrollo.
Corrientes
de los mercados de capital. En muchos países (especialmente en el mundo
industrializado) los ahorristas diversifican cada vez más sus carteras para
incluir activos financieros extranjeros (bonos, capitales y préstamos en el
exterior) y los prestatarios, también en grado creciente, recurren a fuentes de
fondos externas, además de las internas. Si bien la afluencia de capitales de
esta clase hacia los países en desarrollo también aumentó considerablemente
durante los años noventa, ha sido mucho más inestable que las corrientes
comerciales o de IED; asimismo, se ha limitado a un grupo reducido de países
que constituyen "mercados emergentes".
Observaciones
generales acerca de la globalización. En primer lugar, es crucial que en
un análisis de la globalización se distinga entre las distintas formas que ésta
asume. El
comercio internacional, la inversión extranjera directa y las corrientes del
mercado de capitales plantean cuestiones distintas y tienen consecuencias
diferentes: posibles beneficios por un lado, y costos y riesgos por otro, que
requieren evaluaciones y respuestas normativas diferentes. En general, el Banco
Mundial se inclina a favor de una mayor apertura para el comercio y la IED
porque las evidencias sugieren que los beneficios en materia de desarrollo
económico y reducción de la pobreza tienden a ser relativamente mayores que los
riesgos o costos posibles (aunque también se preste atención a políticas
concretas para atenuar o aliviar esos costos y riesgos).
El Banco es más
cauteloso respecto de la liberalización de otras corrientes financieras o de
los mercados de capital, cuya extrema inestabilidad muchas veces puede fomentar
ciclos de auge y quiebra y crisis financieras con enormes costos económicos,
como la que sacudió a los mercados emergentes de Asia oriental y de otras partes
del mundo entre 1997 y 1998. En este aspecto, debe hacerse hincapié en la
configuración de instituciones y políticas internas que reduzcan los riesgos de
la crisis financiera antes de emprender una apertura ordenada y cuidadosamente
escalonada de la cuenta de capital.
En segundo
lugar, la medida de participación de los distintos países en la globalización
también dista de ser uniforme. Para muchos de los países menos desarrollados más pobres,
el problema no consiste en que la globalización los empobrezca sino que se
encuentran en peligro de quedar casi totalmente excluidos de ella. En 1997, la
participación de esos países en el comercio mundial era de apenas el 0,4%,
proporción minúscula y equivalente a la mitad de lo que había sido en 1980. Su
acceso a las inversiones extranjeras privadas sigue siendo insignificante.
Lejos de condenar a esos países a que sigan sumidos en el aislamiento y la
pobreza, es urgente que la comunidad internacional les ayude a incorporarse en
mayor grado a la economía mundial, brindándoles asistencia para ayudarlos a
formar las instituciones y las políticas de respaldo necesarias y a continuar
mejorando su acceso a los mercados mundiales.
En tercer
término, es importante que se comprenda que la globalización económica no es
una tendencia totalmente nueva. De hecho, y en un plano básico, ha sido un aspecto
presente en la historia de la humanidad desde las épocas más remotas, a medida
que las comunidades ampliamente esparcidas por el mundo fueron estableciendo
relaciones económicas cada vez más amplias y complejas. En la era moderna, la
globalización tuvo un florecimiento temprano hacia fines del siglo XIX, que
abarcó a los países que hoy día son ricos o desarrollados, para muchos de los
cuales las corrientes de comercio y capitales en relación con el PIB llegaron a
ser similares o superiores a las que registran en la actualidad. Ese apogeo de
la globalización declinó en la primera mitad del siglo XX, época que se
caracterizó por el aumento del proteccionismo dentro de un marco de contiendas
nacionales y entre las grandes potencias, guerras mundiales, revoluciones, auge
de las ideologías autoritarias y vasta inestabilidad económica y política.
En los últimos
50 años reapareció la tendencia hacia una mayor globalización. Las relaciones
internacionales han sido más tranquilas (por lo menos en comparación con la
primera mitad del siglo), respaldadas por la creación y la consolidación del
sistema de las Naciones Unidas como medio para la solución pacífica de las
diferencias políticas entre los Estados, y de instituciones como el GATT (hoy
día la OMC), que ofrecen una estructura normativa para que los países
administren sus políticas comerciales. El fin del colonialismo incorporó
numerosos actores nuevos e independientes a la escena mundial, limpiando al
mismo tiempo una mácula vergonzosa asociada al anterior proceso de
globalización del siglo XIX. En la Ronda Uruguay del GATT de 1994 los países en
desarrollo participaron por primera vez en una gran variedad de aspectos del
comercio internacional multilateral.
El ritmo de
la integración económica internacional aumentó en los años ochenta y noventa, a
medida que en todas partes los gobiernos fueron reduciendo las barreras de
política que obstaculizaban el comercio y las inversiones internacionales. La apertura hacia el mundo
exterior ha formado parte de un vuelco más amplio hacia una mayor dependencia
de los mercados y de la empresa privada, especialmente a medida que muchos
países en desarrollo y comunistas fueron comprobando que un alto grado de
planificación e intervención del gobierno no rendía los resultados deseados en
materia de desarrollo.
Las vastas
reformas económicas emprendidas por China a fines de los años setenta, la
disolución pacífica del comunismo del bloque soviético a fines de la década de
1980 y el arraigo y crecimiento constante de las reformas con base en el
mercado que tuvo lugar en la India democrática en los años noventa, figuran
entre los ejemplos más notorios de esta tendencia. El progreso tecnológico, con
su consiguiente reducción del costo del transporte y las comunicaciones entre
los países, también ha brindado impulso a la globalización. La caída radical
del costo de las telecomunicaciones y del procesamiento, acopio y transmisión
de la información, facilita enormemente la detección y el aprovechamiento de
oportunidades comerciales alrededor del mundo, la coordinación de las
operaciones en sitios distantes o las transacciones por línea que comprenden
servicios que antes no podían comercializase a escala internacional.
Finalmente,
y en estas circunstancias, quizá no sea sorprendente que a veces se use el
término "globalización" en un sentido económico mucho más amplio,
como otro nombre del capitalismo o de la economía de mercado, pero esto no es
de mucha ayuda. Globalización junto con algunas de sus características fundamentales,
como la producción en manos de empresas privadas con fines de lucro,
redistribución frecuente de los recursos de acuerdo con los cambios de la
oferta y la demanda y cambios tecnológicos rápidos e imprevisibles. Es
importante, por cierto, el análisis de los aspectos positivos y las
deficiencias de la economía de mercado como tal, así como una mejor comprensión
de las instituciones y políticas necesarias para que su funcionamiento sea
mejor. Además, las sociedades deben ponderar cuidadosamente la mejor forma de
tratar las consecuencias del rápido cambio tecnológico, pero poco se gana
confundiendo estos aspectos distintos (aunque relacionados) con la
globalización económica en su sentido básico, que es la ampliación de las
relaciones económicas a través de las fronteras.
Conclusión.
La
apertura y la sinceridad constituyen la mejor forma de considerar los cambios
que determina la integración internacional de los mercados de bienes, servicios
y capital. Como se indica en esta reseña informativa, la globalización ofrece
oportunidades pero también entraña riesgos. Las autoridades internacionales,
nacionales y locales, al mismo tiempo que aprovechan las oportunidades de
aumentar el crecimiento económico y mejorar las condiciones de vida que brinda
una mayor apertura, también se ven ante la exigencia de reducir los riesgos
para los pobres, los vulnerables y los marginados y de incrementar la equidad y
la inclusión.
Si bien a
escala mundial la pobreza disminuye, puede haber aumentos regionales o
sectoriales que exigen la atención de la sociedad. Durante el siglo pasado, las
fuerzas de la globalización, entre otras, coadyuvaron a un mejoramiento
impresionante del bienestar social, que incluyó el rescate de millones de
personas de la opresión de la pobreza. Con vistas al futuro, esas fuerzas
pueden seguir rindiendo grandes beneficios para los pobres, pero la magnitud de
esos beneficios también dependerá decisivamente de factores como la calidad de
las políticas macroeconómicas globales, el funcionamiento de las instituciones,
tanto formales como informales, la estructura de activos existente y la
disponibilidad de recursos, entre muchas otras. Para llegar a la definición de
métodos justos y viables de atención a estas necesidades humanas por demás
reales, los gobiernos deben escuchar las voces de todos sus ciudadanos.
Referencias
Banco Mundial. (1997). Global
Economic Prospects and the Developing Countries 1997 (Perspectivas
económicas globales y los países en desarrollo).
Banco Mundial. (2000). Global
Economic Prospects and the Developing Countries 2000. (Perspectivas
económicas globales y los países en desarrollo).
Dollar, David y Aart Kraay.
(2000). Growth is Good for the Poor. Banco Mundial. (Multicopiado.)
Edwards, Sebastian. (1998)
Openness, Productivity and Growth: What Do We Really Know? The Economic
Journal. Marzo de 1998.
Rodrik,
Dani. (1999). The New Global Economy and Developing Countries: Making Openness
Work.
Esta
serie de reseñas informativas del Banco Mundial tiene por objeto
definir la globalización y ponderar tres interrogantes primordiales acerca de
ella, considerando las evidencias de numerosos países, a saber: ¿La
globalización está provocando un aumento de la pobreza en el mundo? ¿Está
agudizando la desigualdad, quizá mediante la eliminación de empleos y la
rebaja de las remuneraciones para los pobres y quienes carecen de
preparación? ¿Está menoscabando las normas ambientales? Estas reseñas se
concentran en la dimensión de la globalización que atañe al comercio
internacional. En trabajos posteriores se examinarán otras dimensiones de la
globalización y cuestiones conexas, por ejemplo, el impacto de las
inversiones extranjeras de empresas multinacionales y de otras corrientes de
capital hacia los países en desarrollo. |