VISITA DE JUAN PABLO II: LLAMADA A LA NUEVA
EVANGELIZACION MEDIANTE UNA NUEVA CATEQUESIS

La visita del Papa Juan Pablo II a México y al continente americano alegra a millones de católicos y hombres de buena voluntad que reclaman la presencia peregrina del Vicario de Cristo. Para los primeros, se trata de un magno acontecimiento eclesial que no puede quedar reducido a una mera circunstancia. Por esta razón, la Comisión Organizadora de la visita papal busca poner énfasis en la razón de ser y en el significado profundo de la misma: la conversión de los hombres hacia Cristo, Redentor del Mundo, mediante la práctica de las virtudes evangélicas, necesarias para hacer del Tercer Milenio un siglo más cristiano y más humano. Con este propósito, la Comisión Organizadora de la visita dispuso la creación de dos subcomisiones de catequesis: una con carácter nacional, encabezada por monseñor José Luis Chávez Botello (CEM); y otra, propia de la Arquidiócesis de México, presidida por el obispo auxiliar Jesús Martínez Zepeda. La creación de las subcomisiones tiene como objetivo fundamental insertar la visita pastoral del Papa en el centro de la Nueva Evangelización, misión que requiere, por supuesto, una nueva catequesis. Para la Nueva Evangelización, el Papa ha instituido la celebración del Jubileo del Año 2000, al que ha de preceder una especial preparación espiritual durante los años previos, dedicados individualmente a una de las personas de la Santísima Trinidad: 1997, al Hijo; 1998, al Espíritu Santo; y este año litúrgico, 1999, al Padre, para concluir la preparación e iniciar la Nueva Evangelización en el año 2000, dedicado a la Santísima Trinidad. En este contexto, para la Arquidiócesis Primada de México el viaje apostólico del Sumo Pontífice será referencia obligada para la Nueva Evangelización y un renovado punto de partida para el Plan Catequético impulsado por el Arzobispo Primado de México, el Cardenal Norberto Rivera Carrera. Acorde con lo anterior, la Arquidiócesis de México ha considerado que para actuar como auténticos evangelizadores del nuevo milenio es necesario seguir al Papa más allá de su visita pastoral y aplicar al quehacer cotidiano de cada quien el mensaje de salvación que sólo es posible en Cristo Jesús. Ello significa que los mexicanos, en particular los anfitriones que viven en esta Arquidiócesis de México, no deben quedarse en el hecho coyuntural de participar como simples observadores en esta visita del Vicario de Cristo, sino que deben trascender con el testimonio de su propia vida mediante la práctica de las virtudes teologales: fe, esperanza y caridad. Para lograr esta meta, la Arquidiócesis Primada de México está exponiendo la primera parte de su Plan Catequético -que comenzó con el Primer Domingo de Adviento- y cuyo complemente está compuesto por actividades de mediano y largo plazos. En primer término se llevará a cabo una Semana Nacional de Catequesis del 10 al 15 de enero de 1999, es decir, la semana previa a la visita del Santo Padre. Durante esos días, en las ocho Vicarías Territoriales de la Arquidiócesis y en sus respectivos decanatos, deberá vivirse una profunda reconversión por parte de todos y cada uno de los encargados de la catequesis, asunto que también compete a los grupos de apostolado, pastoral y culto y a todo conjunto humano cuya fe tenga a Jesús como centro motriz, a María como modelo de virtudes y al Papa como Vicario de Cristo. La base espiritual para este ejercicio semanal de catequesis es el documento, preparado precisamente para esta ocasión, denominado: En Nuestro «Caminar Juntos», Catequesis, Guiones de Homilía y Celebraciones Populares, preparado por la Arquidiócesis de México a través de la Comisión arquidiocesana de Catequesis. Este documento exhorta: "Cada grupo, cada parroquia y cada organismo debe estudiar el libro, hacer oración y compartir ideas para sacar, como conclusión, su nuevo plan pastoral y de catequesis con miras a la Nueva Evangelización que reclama el Tercer Milenio". Esta parte de la catequesis, sin embargo, no termina tras la visita del Papa. A continuación vienen las metas a mediano y largo plazos, previstas en tres etapas: una de preparación que comprende el presente año litúrgico dedicado al Padre (1999); una segunda que transcurre durante el año 2000, año dedicado a la Santísima Trinidad y cuyo nombre será Misión 2000, y una tercera que significará la continuación de la Nueva Evangelización a partir del año 2001, en el Tercer Milenio. Entre los frutos que se buscan con esta estrategia catequética están: regresar a los fundamentos esenciales de la fe, sectorizar las comunidades parroquiales para que se les pueda atender mejor desde la perspectiva de la catequesis, establecer centros de formación de agentes laicos para la catequesis, y fortalecer todos los tipos de pastoral. Otras metas deben ser la formación cívica de los laicos, la participación de éstos en puestos directivos, y la recomposición del tejido social. "Así pues, este año es de preparación; el año 2000, período dedicado a la Santísima Trinidad, se debe hacer un gran ensayo de la nueva catequesis, de la nueva actitud evangelizadora, del nuevo tipo de pastoral; precisamente Misión 2000 debe ser, en los hechos, una acción intensiva de la nueva evangelización para unirnos, de esta manera, a los festejos del Jubileo del Papa Juan Pablo II. Y a partir del año 2001, ya en el Tercer Milenio, la tarea será continuar esta Nueva Evangelización. Para lograr esto, se debe impulsar la revitalización de la catequesis de los sacramentos, salir del culto y hacer catequesis a través de obras de misericordia", expone el documento. El plan catequético no sólo deberá aplicarse en las comunidades parroquiales sino también en todos los "ambientes". Se trata de un proceso de reiniciación cristiana, hacer una catequesis al estilo catecumenal para la cual es menester contar con un espíritu similar al de Juan Pablo II cuando asumió su Pontificado y que le llevó a exhortar: "No tengaís miedo". Así pues, la nueva catequesis para la Nueva Evangelización ya comenzó en la Arquidiócesis de México, está en marcha, y la visita de Juan Pablo II a México significará, sin duda, impulso determinante.