Para Los Enemigos,, cada vez que lanzan una nueva producción, tienen una tarea complicada pero no imposible que es, básicamente, superar lo que ha hecho en sus anteriores lanzamientos. Esta vez, 15 años después de su nacimiento como agrupación, lanzan un álbum que luce, al menos, un poco más adulto que sus anteriores discos. Lógicamente esto no es, en principio, ni bueno ni malo sino, diferente.
A diferencia de Ruido Extraño, que fue el anterior LP que lanzaron en el 2009 y donde lo que predominaban eran las guitarras y canciones un tanto acústicas, aquí lo que predomina son los sintetizadores, experimentación y esa lírica relacionada al amor de la que Julian Vargas sabe tanto hablar y relatar.
Hay mucho en esta producción que es sobresaliente, pues muestra una evolución natural en la banda que permite divisar el crecimiento no sólo como artistas y como expertos en lo que a la música respecta sino también como pesarosas. Lo que piensan, lo que les interesa y en lo que se preocupan los cuatro miembros de la agrupación de Washington se puede escuchar a través de sus letras y sonidos.