CUENTO ANECDÓTICO
El novellino
o Cento novelle antiche es una
compilación anónima de cien cuentos, aparecida en Florencia hacia finales del
siglo XIII. Sus temas, tratados de manera desnuda y concisa, son
acontecimientos anecdóticos tomados de la Biblia, de las vidas de los Santos,
de los trovadores provenzales y de las leyendas caballerescas medievales. Su
propósito principal es formar al cortesano. Estas narraciones, primeras
manifestaciones de la novela italiana, son una anticipación del Decamerón de Boccaccio.
En la octava de las
"novelas", se relata un caso ocurrido en Alejandría, se trata de una
simpática narración con moraleja.
"En la Alejandría, la que está a
las orillas de Rumanía (ya que hay doce Alejandrías), aquella que fue fundada
por Alejandro Magno en marzo antes de que muriese; en esta Alejandría, hay un
barrio en donde están los sarracenos. Allí éstos venden fritangas y se pueden
comprar los manjares más exquisitos y delicados, así como entre nosotros se
compran los paños en día lunes.
En este lugar, un cocinero mahometano
que tenía por nombre Fabratto, se hallaba en su cocina, cuando llegó un pobre
sarraceno con un pan en la mano; no tenía dinero para comprarle; puso el pan
encima del caldero y recibió el humo que salía. Lleno de deleite mordía el pan
ahumado por el aromático humo que del manjar salía; y así lo comió todo.
Este Fabratto no había vendido bastante
por la mañana, y tuvo a mal agüero aquella presencia del pobre sarraceno, ante
lo cual con disgusto lo atrapa y le dice:
- Págame esto que has tomado mío.
A lo cual el pobre le responde:
- No he tomado de tu manjar otra cosa
que el humo.
- Pues de lo que cogiste, págame.
-Alega Fabratto-.
Tanta fue la disputa, que por lo nuevo
del pleito y por no haber ocurrido antes, llegó al Soldán. Éste por la mucha
novedad del caso reunió a los sabios, y mandó venir a aquéllos. Entonces se
trabó el pleito.
Los sabios sarracenos comenzaron a
sutilizar. Uno reputaba que el humo no era del cocinero, aduciendo muchas
razones: el humo no se puede retener, se convierte en olor que carece de
sustancia y de propiedad que sea útil; no debe, pues, pagarse.
Otro decía que el humo está unido al
manjar y de él depende, y a partir de éste se generan sus propiedades. Ya que
el hombre está para vender su mercadería, quién la toma es usanza que la pague.
Hubo muchos pareceres, y finalmente un
sabio impuso su consejo y dijo:
- Puesto que éste comerciante está para
vender su marcadería y el otro para comprarla, tu justo Señor, haz que lo haga
pagar justamente según su valor. Si su cocina, que vende dando la útil
propiedad de aquélla, suele tomar a cambio útil moneda; ahora que ha vendido
sólo humo, que es la parte inútil y efímera de la cocina, haz, Señor, sonar una
moneda, y juzga que el pago se tenga por hecho con el sonido que sale de
aquélla.
Y así sentenció el Soldán que fuese
observado."