“Cómo estudiar derecho sin hastiarse.”

Por Juan Ramón Capella.

Tomado del libro:

CAPELLA, Juan Ramón.

El aprendizaje del aprendizaje.

Editorial Trotta, Madrid, 1995.

 

 

COMO ESTUDIAR DERECHO SIN HASTIARSE

 

 

Por Juan Ramón Capella

Profesor de Filosofía del Derecho

de la Universidad de Barcelona

 

Lo que sigue puede parecerte audaz o precipitado si hace poco que has empezado a ir a la Facultad o si aún no has entrado en ella. Te recomiendo, por tanto, que releas lo que sigue unos meses después de haber iniciado la licenciatura. Tal vez mis indicaciones resulten entonces menos enigmáticas.

 

Normalmente los estudiantes de derecho resisten bien los dos primeros cursos de la licenciatura. Luego, de pronto, se encuentran perdidos en un paisaje desagradable y hostil. La tentación de aban­donar es fuerte. Pero finalmente adoptan estrategias racionales de aprendizaje, como la que a continuación se propone, y logran sobre­vivir.

 

Se trata de lo siguiente:

 

Ir a la Facultad lo imprescindible. Si se entra en un aula, que sea porque lo que se explica lo merece o porque resulta del todo necesa­rio para aprobar. Un vistazo basta para saber qué exige cada profe­sor, desde ese punto de vista miserable. No pretender aprender y tener buenas notas al mismo tiempo, pues ambas cosas son en realidad casi incompatibles. Emplear el tiempo, preferentemente, en la biblioteca. No memorizar, sino reflexionar. No contagiarse con las angustias y neuras de los demás con sus problemas de estudio, pero tratar de estudiar conjuntamente con alguna persona despierta y res­ponsable, poniendo trabajo en común (tal vez se puede colaborar con más de una persona, pero el aprendizaje, no hay que olvidarlo, es individual). Contactar con algún buen profesor o profesora y dis­cutir los proyectos y la marcha del aprendizaje.

 

Y, además, aprender de material no jurídico: de los relatos cine­matográficos, de la pintura, de cursos o conferencias de otras facul­tades. Sobre todo, de la lectura; y del saber estar en soledad.

 

Si se pretende ejercer de abogado, hay que buscar algún bufete, a partir del segundo o tercer año de estudios, para aprender la prác­tica jurídica real a cambio de prestar trabajo casi gratuitamente. La condición inexcusable es que el abogado principal sea una persona cabal, moralmente recta. Pese a que a veces parezca lo contrario, los sinvergüenzas no tienen nada que enseñar. Por fortuna, a éstos se les reconoce fácilmente: por sus clientes, que son, claro es, sinvergüen­zas como ellos. Bien es verdad que todo el mundo, hasta el peor delincuente, tiene derecho a ser defendido; mas Dios los crea y ellos se juntan, que dice el refrán.

 

Una posibilidad de aprendizaje práctico bastante atractiva con­siste en prestar gratuitamente trabajo jurídico en alguna asociación de vecinos u organización no gubernamental, donde casi siempre los abogados (que a su vez suelen trabajar también gratuitamente) nece­sitan ayuda y enseñan el cómo se hace en un ambiente de voluntariado.

 

Una república bien organizada podría cerrar las Facultades de Derecho durante años, si no para siempre, sin grave daño social.

 

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